Los sucesos extraños y las leyendas oscuras son una constante en Edimburgo. Ya referimos varios de estos relatos en Edimburgo, ciudad maldita y Edimburgo, ciudad embrujada recorriendo algunas de las más famosas tales escocesas, como el poltergeist de Mackenzie, el gaitero solitario del Castillo o el caníbal idiota. En este artículo nos proponemos terminar la serie de mitos más famosos de la que, a pesar de contar con tan extensa prensa macabra, ha sido conocida como la Atenas del Norte.
Annie, la niña huérfana de Mary King´s Close
Mary King´s Close es un callejón que, como tantos otros bajo la Royal Mile, hacían más fácil el tránsito por el escarpado terreno de Edimburgo. Tras las edificaciones que se sucedieron a lo largo del tiempo, con construcciones que se extendían en vertical, este tipo de callejones fueron viendo reducida la llegada de la luz solar, lo que junto a la falta de alcantarillado y la aglomeración de basuras, se convirtieron en lúgubres rincones infectos e insalubres. De hecho, Mary King´s Close fue uno de los mayores focos de la peste que asoló la capital escocesa a mediados del siglo XVII, una de las más furibundas de la época.
La falta de higiene de la época se veía favorecida por la arquitectura de este tipo de callejones, lo que sumado al desconocimiento médico respecto a la transmisión de enfermedades hizo popular la creencia de que la peste era traspasada por el aire, por lo que se potenció el cercado de estos pasadizos y se les sumió en un círculo vicioso de enfermedad, insalubridad e inmundicia. Un ambiente lúgubre y la superstición típica escocesa fueron un caldo de cultivo perfecto para convertir a Mari King´s Close, a partir de su reapertura en 2003, en uno de los atractivos más turísticos de la ciudad.
Alrededor de años antes de la reapertura, en una de esas visitas turísticas por el callejón, Aiko Gibo, una conocida espiritista japonesa, sintió la presencia de Annie, una niña que aparentemente deambula por Mary King´s Close. Según el testimonio de Gibo, los padres de Annie murieron de peste y dejaron a la niña huérfana con una muñeca como única compañía, pero la pequeña acabó perdiendo la muñeca y, tras su propia muerte, continúa vagando en su búsqueda. Aiko Gibo, afligida por esta triste historia, decidió dejar un peluche en el callejón, creando así una tradición que se extiende hasta nuestros días.
Los 17 ataúdes de Arthur´s Seat
En 1836, cinco niños jugaban a cazar conejos en una ladera del Asiento de Arturo (Arthur´s Seat), un volcán inactivo cercano al centro de Edimburgo. Entre madriguera y madriguera encontraron una oquedad a tres niveles en la que se hallaban un total de 17 miniataúdes con pequeñas figurillas hechas a mano en su interior. Las criptas son todas más o menos del mismo tamaño, 9x2´5x2´5 cm, y las mini estatuas de su interior tienen vestidos de estilos diferentes y materiales distintos.
Los niños, antes de entregar su hallazgo a un profesor de la ciudad, destruyeron parte del descubrimiento, por lo que hoy en día sólo se conservan 8 de los 17 ataúdes, todos ellos expuestos en el Museo Nacional de Escocia, en Edimburgo. Este destrozo parcial contribuye a la difícil explicación de por qué los ataúdes están ahí y cuál es su significado, por lo que no hay ninguna teoría certera y completamente verídica.
Sin embargo, la hipótesis más extendida reza que estas pequeñas criptas son un homenaje a las víctimas de William Burke y William Hare, dos traficantes de cadáveres que, tras ver lo rentable del oficio, dejaron de esperar a las muertes naturales para ser ellos mismos quienes asesinasen a los cadáveres (emborrachándolos y después asfixiándolos con sus propias manos).
Jessie King y Thomas Pearson, los infanticidas de Stockbridge
En la época victoriana era común que los hijos ilegítimos de personal doméstico o de jóvenes de casta alta fuesen entregados, a cambio de una suma de dinero, a otras mujeres (conocidas como “granjeras de bebés”) para que los adoptasen. Se cree que Jessie King fue una de estas granjeras, ya que en las inmediaciones de su casa se encontraron tres cadáveres de niños que no eran suyos.
A finales de 1888, un grupo de chavales que estaba jugando cerca de la casa de Jessie King y Thomas Pearson, su pareja, encontró una bolsa con los restos humanos de un pequeño. La policía en seguida sospechó de King y Pearson y, tras realizar una búsqueda en su vivienda, encontró otros dos cuerpos. Aunque el recelo recaía sobre ambos, Jessie King exculpó a Thomas Pearson asumiendo toda la culpa, lo que hizo que él resultase absuelto y ella se convirtiera en la última mujer ahorcada de la ciudad de Edimburgo.