Ella que representa el establishment; ella, adalid de Miss Simpatía; ella, delfín de Obama; ella que lleva más de veinte años en política; ella no será la diosa de América. La pregunta aún está en el aire: ¿cómo ha vencido el candidato republicano a la favorita Clinton?
Make America Great Again, así ha llegado Trump a la Casa Blanca. “Un país sumido en la pobreza, el caos y el terrorismo que antes era una América blanca”: no ha tenido que decir mucho más en sus discursos. Los seguidores del millonario quieren recuperar su esencia, ser la patria del sueño americano, la patria donde pueden soñar los más pobres.
Es un grito del americano blanco y rural al aburrimiento y hastío de la política tradicional, donde los países cada vez más globalizados se ocupan de los grandes acuerdos internacionales olvidando al pueblo que fundó la madre patria. Muchos de los que han votado a Donald Trump son los que están cansados de la política exterior y desean una mirada al interior, los mismos que se sienten “incómodos” al compartir su país con inmigrantes latinos y afroamericanos.
Es la clase obrera industrial que ya no cree en los tratados de libre comercio y que ha encontrado en la política aislacionista de Trump un alivio. La población quiere que el futuro presidente mire fronteras adentro y deje aventuras como Libia y Siria, patrocinadas por la injerencia bélica de Hillary Clinton.
No es casualidad que estados como Mississippi, Virginia Occidental, Arkansas, Kentucky, Ohio y Alabama, hayan votado masivamente a Trump dejando muy claro que están cansados de ser históricamente pobres. Han sido la base electoral para que los discursos del candidato republicano, más que populistas y xenófobos, fueran un canto al nuevo mundo: él es el Mesías para hacer a Estados Unidos grande de nuevo.
A mí ya me suenan estos cantos de sirena, son los mismos que han hipnotizado al Reino Unido para salir de la Unión Europea. Hay que tomarse en serio a la extrema derecha y su ideario político y económico, es un aviso a la gran inteligencia artificial que gobierna el mundo, la globalización. No en vano, Marine Le Pen abrazaba el éxito de Trump como suyo. Ambos defienden políticas muy semejantes: expulsiones masivas de inmigrantes, ruptura con el liberalismo económico y cierre de fronteras comerciales.
Es cierto que el fenómeno anti-establishment es global, pero sería un análisis muy corto del triunfo de Trump. Hay mucho de sociológico en su elección, porque, como fenómeno, él no solo representa lo políticamente incorrecto. Hay que levantar el dedo pulgar a la victoria del gladiador porque representa la riqueza y el éxito. Su carisma y sus aventuras empresariales le han llevado a ser el modelo de hombre que muchos americanos sueñan con ser.
Sería muy primitivo pensar que más del 50% del pueblo americano ha elegido a su futuro presidente porque es un líder empresarial con mucha “personalidad”, rodeado de las mujeres más bellas del mundo, con una constelación de empresas y portador del título de millonario… sin duda es muy básico todo esto. Pero sí, los americanos son amantes de los grandes luchadores hechos a sí mismo, y en esto Trump da la talla.
Y como el tiempo es oro, y de eso sabe bastante el futuro presidente, nada más ser elegido se fue a su Tower para diseñar un plan económico con el que quiere transformar el país. Su idea es crear millones de empleos destinando mil millones de dólares para renovar las infraestructuras. El adelanto del dinero público se compensará con un impuesto que gravará los ingresos de las empresas.
Visto así, el programa político de Donald Trump es profundamente keynesiano, muy cerquita al New Deal de Roosevelt y diametralmente opuesto a la línea social-liberal de Hillary Clinton. Habrá que ver si es capaz de implementar todas las medidas de su ideario económico, formuladas para acabar con la globalización económica.
Donald ya está sacando brillo a sus nuevos zapatos, aunque no se los ponga hasta el 20 de enero. Va a renegociar todos los acuerdos impulsados por Obama y presidentes anteriores, incluido el NAFTA, que ya tiene treinta años de vida como tratado de libre comercio con Canadá y México, considera que beneficia más a México que a EEUU. Para nosotros, en Europa, también tendrá tiempo revisando la negociación de la OTAN, nos contará que hay que pagar más por la defensa que nos proporciona su noble país.
Así que el resto del planeta está esperando que el futuro inquilino de la Casa Blanca presente a su equipo y plantee sus posiciones. Sobre todo estamos esperando ver si Estados Unidos levantará tantos muros económicos y sociales como para convertirse en la princesa de la fiesta que no concede ningún baile.
Dicen mis compañeros periodistas y tertulianos que a Trump le falta experiencia política... yo no estoy de acuerdo, en España estoy viendo cosas peores. ¡Ay!, la experiencia se adquiere en el Despacho Oval con una buena cohorte de asesores como lo han hecho otros presidentes antes que él. Eso lo ha visto de lejos más de la mitad de su país, ellos lo que realmente esperan es que su futuro presidente obre el milagro de multiplicar los panes y los peces.
Donal Trump, ¿héroe o villano?