Ganadora del Tiger del Festival de Cine de Róterdam, este segundo largo del director cubano Carlos Quintela está dedicado a la gran promesa del desarrollo.
Tres hombres separados, y cada uno solo a su manera, conviven en un departamento en un edificio de la Ciudad Nuclear. El abuelo Otto, Rafael, el padre, y Leo, su hijo, se reprochan uno al otro sus fracasos, mueren, renacen y se amistan. Sólo Rafael espera un nuevo comienzo y emprender un amor que le permitirá volar muy lejos.
Sirviéndose de los recursos visuales del video de los años ochenta y de aquella escuela de cine documental del realismo socialista, este filme reflexiona sobre lo que pudo ser: a los viejos rostros de hombres y mujeres, trabajadores consagrados a la primera planta nuclear en Cuba, La obra del siglo, subyace, primero, el comentario sarcástico del abuelo y, luego, a las tomas de jóvenes trabajadores en plena vigencia del proyecto, la música disco del momento que, rítmica y romántica, también suscita cierta ironía. El gran proyecto, predominantemente masculino, es recordado ante todo como la obra del hombre varón que conquista el espacio y que doma la energía nuclear, pero que se rinde ante las vicisitudes del cotidiano, las negligencias y los defectos de fábrica.
En el relato se definen tres niveles, aquel de ficción, y cuya dramatización se sustenta sobre las actuaciones de Mario Balsameda (abuelo Otto), Mario Guerra (hijo Rafael) y Leonardo Gascón (nieto Leo). En un nivel subordinado se encuentra la documentación en video legada por un grupo encargado de documentar el megaproyecto nuclear, y, en un tercer nivel, a modo de eje entre ambos, aquellas reseñas y tomas de personas reales que habitan el lugar hoy y dan fe de los hechos.
El material de ficción convertido en documento
La alternancia entre ficción y documentación se hace evidente en el plano visual (en la materialidad y las dimensiones del medio). Es decir, la alta definición de las escenas de ficción con diálogos elaborados, frente a las tomas de baja definición y la espontaneidad de quienes no están acostumbrados a hablar ante cámaras. El logro de este filme consiste en el tránsito entre ambos materiales, recurriendo primero a material documental hecho para ser difundido, luego a material de archivo no publicado y tomas observacionales comentadas por los personajes ficcionales, hasta mostrar finalmente la secuencia del filme De cierta manera (Sara Gómez, 1974), en donde el joven Mario Balsameda admite su inseguridad varonil. En esta alternancia entre material ficcional, que a modo de marco o meta-relato atribuye significado al material documental, y documentación, sea de propaganda o de archivo, el legado cinematográfico se convierte en documento también.
Un relato orbitando alrededor de la Ciudad Nuclear
Quintela afirma que La obra del siglo “ha sido una película por accidente, dirigida por el azar, radioactiva de cierta manera. Cuando empezó era una historia de tres hombres que vivían solos en un apartamento y que pudo haber ocurrido en cualquier lugar, existían las relaciones entre los personajes, pero no estaba sujeta a ningún entorno. Recorriendo Cienfuegos hace seis años vi este edificio parecido al Taj Majal, poco común para el paisaje cubano. Este fue el primer contacto con la Ciudad Nuclear. Pasó el tiempo, estudiaba guion en la escuela y se dio la casualidad que tuvimos un taller cerca de la Ciudad Nuclear. Así tuve oportunidad de ir con frecuencia. Le pedí la primera versión del guion a Abelardo y comencé a adaptarlo a este entorno. Pero en las idas y venidas, y conforme avanzaba, apareció el material de archivo, con lo que cambió todo. Primero se editó sólo el material de ficción, pero el resultado no me gustó. No creo que la película deba hacer justicia a la historia, tampoco creo que películas lo consigan, pero sentía que esta película debía ser también parte de La obra del siglo, no sólo una película sobre la obra, sino más bien subordinarse a la memoria y convertirse también en material de archivo. Entonces en la sala de edición todo el material fue tratado como archivo y reescribimos toda la película. A veces siento que pudo haberse trabajado más, pero la película llegó a un lugar en donde ya traía errores y así luce como un proyecto”.
Dedicada a Yuri Gagarin y Sara Gómez, esta película aparenta narrar la historia de un gran fracaso, pero las historias de la gente, sus personajes y el homenaje a dos personas admiradas, una por su carisma e ir al espacio, la otra por establecer la mirada femenina en una industria cinematográfica dominada por varones, convierten esta película en un diálogo intergeneracional.