Mi primer huracán. Huracán categoría cuatro. Para los inexpertos en la materia, como era ya hasta hace poco, cinco es la máxima. Un Héctor de la naturaleza caminando derechito hacia nuestra costa. Todos los pronósticos eran invariables, el Segundo Katrina viene con la misma capacidad destructiva y ya lo demostró a su paso por Haití, dejando mas de 800 muertos, y Cuba. Sálvese quien pueda.
Pues bien, aquí estoy escribiendo estas líneas, prueba fehaciente de que pude sobrevivir a semejante monstruo de la naturaleza. ¿Cómo? Como pasan todas estas cosas en la vida, por casualidad. Primero vamos con una clase practica que tuve que aprender a la fuerza por estas costas. Al igual que los terremotos, los huracanes también tienen su propia escala para medirlos: la escala de Saffir-Simpson. En ella se clasifican en cinco tipos de categoría dependiendo de la velocidad del viento, la presión, la marea y el nivel de daños. Uno seria la categoría mas pequeña y cinco la mayor. En nuestro caso, el Huracán Matthew se desplazaba lentamente a categoría cuatro con vientos de entre 200 y 250 km/h. Nótese que digo lentamente porque, otra cosa que he aprendido por aquí, cuando un huracán se desplaza despacito su capacidad destructiva es mucho mayor.
Así que ahí estoy yo dos días antes del huracán escuchando las desesperanzadoras noticias de lo que nos sobreviene. Miami Beach en estado de emergencia y esperando aviso de evacuación obligatoria. Viendo las imágenes de supermercados y demás tiendas que ya no tienen mas existencias de agua embotellada ni latas de comida. Abro el armario de mi cocina y me invade la tristeza. Típica cocina de soltera que vive más fuera que dentro y no tiene nada. Busco algo en la nevera y solo encuentro yogur y una botella de agua medio llena, o medio vacía para los negativos. Bueno, al menos es algo de liquido. Con estas cartas sobre la mesa, la expectativa de evacuación obligatoria no me parece ya tan mala. Al menos, tendrán que dar agua y comida. Por si las moscas, pregunto a los vecinos que quedan en mi pasillo -los más han huido (como cobardes debiera decir) a tierras mas secas y seguras- si tienen un poco de agua para mí en caso necesario. Se llevan las manos a la cabeza dada mi inexperiencia e ingenuidad. No voy a entrar en detalle de lo que dijeron, pero sonaba algo mas fuerte. Las buenas noticias son que aceptan de buen grado darme agua, pero me previenen de que los cortes en el suministro eléctrico pueden durar hasta semanas… ¡Para eso no estaba preparada!
Un día antes de Matthew la ciudad amanece fortificada. Se prevé que el mar entre a las primeras líneas de calles y todos los hoteles que allí habitan han instalado paneles metálicos para evitar las inundaciones. Casas, restaurantes, hoteles y demás establecimientos han instalado maderas o metales en las ventanas para prevenir que se rompan. Silenciosamente Miami Beach se prepara para el desastre. Mientras, las noticias siguen igual de desesperanzadoras: es mejor salir de la isla que quedarse, la capacidad destructiva iguala al Katrina, que destrozó Nueva Orleans. Ahora todos rezan para que Matthew no aumente de categoría. Yo me tranquilizo: mi edificio es alto y fuerte, la máximo que pueda pasar es que se rompa algún cristal del balcón. Todos los muebles de fuera ya están dentro y espero la embestida del huracán con parsimonia.
Tres horas antes de la llegada de Matthew la tensión se respira en el ambiente. Una luz de penumbra invade la atmósfera y viento y ráfagas de lluvia fuerte sacuden de vez en cuando. Los que hemos decidido quedarnos en la isla seguimos de cerca las noticias en directo. Se siente que hasta los pájaros han dejado la isla… Y de repente… Se obra el milagro; a Matthew parece que le tercia desplazarse hacia el norte en el ultimo momento, con toda su pompa y su circunstancia se aleja lentamente hacia otras tierras no tan afortunadas como las nuestras. Lo más que deja por aquí son un poquito de vientos y algo de lluvia. Lo normal por aquí. Algo que no califica ni para tormenta tropical.
Así es como, de casualidad, sobreviví a mi primer huracán. Básicamente sin hacer nada. Con suerte, algo que es muy importante en la vida. Aunque no es muy aconsejable tentarla demasiado, así que la próxima vez tendré que prepararme de verdad. Los que no tuvieron tanta suerte son los habitantes del norte de Florida y Carolina del Sur. Allí, ya un poco mas debilitado, ha dejado grandes inundaciones y apagones. Por aquí abajo todo el mundo coincide en lo mismo: nos hemos librado de una buena.