Contempló el anochecer, como contemplo cómo terminan los días y las semanas.
Un fin de semana necesario. Un fin de semana respirar esa tierra mía, quijotesca, que me inyecta, entre los cielos azules del día, que planean sobre los trigales áureos, y el baño de estrellas que amamanta la noche, un sinfín de versos: Minaya.
Y así, pensaba, mientras leía algunos artículos de los suplementos literarios del fin de semana, que la literatura, la poesía, es una vía de escape en la vida de muchos. Nos desahogamos sobre las hojas de nuestros cuadernos, creamos esas vidas que tal vez nos hubiera -o gustaría- vivir, pero que por falta de valentía o decisión, no vivimos.
En cada libro existe una vida; en cada poema, el poeta desangra sus emociones y sentimientos buscando la esencia del momento. Cada estrofa, cada línea, cada verso, es un aliento, un suspiro o un momento.
Por eso llegamos al final de los días buscando otro tipo de sensaciones, esas que nos permitan reencontrarnos más con nosotros.
La verdad es que siempre me ha dado igual lo que piensen unos y otros de mi, como me da igual también lo que haga el otro mientras que su acción no repercuta negativamente sobre los míos.
Tendemos a estar más pendientes de lo que hacen los demás que de nosotros. Y eso provoca, en numerosas ocasiones, que nuestras vidas sean tan ajenas a nosotros como lo deberían ser, realmente, las del resto.
Siempre he preferido decir que callar. Y siempre he preferido a aquel que grita y dice lo que piensa, aunque a veces se equivoque, que a ese modosito que calla y luego te navajea por detrás.
Por eso cuando llegas al final del día, cuando uno va notando que el cansancio le acompaña más de lo habitual, es cuando se entretiene más en dudar.
La duda es el motor de nuestra vida si somos capaces de, junto a ella, tomar decisiones sensatas.
Sin dudar no se conoce. Sin equivocaciones tampoco.
Dudar es preguntarse, es no quedarnos satisfechos con nada, no acomodarnos, no creer lo que nos dicen.
La duda nos obliga a preguntarnos, nos hace equivocarnos para volver a reflexionar o cuestionar hasta nuestra propia existencia.
Por eso las dudas pueden ser siempre un referente en nuestras vidas. Las dudas marcan la prudencia.
Y eso creo. Nos cargamos de tanto que somos capaces de liarnos nosotros mismos de tal manera que, sin darnos cuenta, nos vemos envueltos en un todo olvidando nuestro ser.
Por eso es tan importante buscar nuestro bienestar interior.
Por eso es tan importante ser capaces de renunciar a todo aquello que sobra, que normalmente es mucho más de lo que pensamos.
Por eso es tan necesario agradecer, valorar y apreciar todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
La felicidad no está ahí afuera, está aquí, está dentro de cada uno.
Nuestra debilidad está en creer que todo lo externo es lo que nos provoca felicidad.
No pensamos en nosotros porque nos han hecho creer que eso significa egoísmo. Y no es así.
Últimamente contemplo, siento, que las adversidades no impiden ser feliz, lo impide nuestra forma de pensar.
Pensar, cuestionar, dudar, reflexionar. Vivir en una eterna duda como el que habita dentro de uno de esos globos de jabón que en cualquier momento puede ser explotado.
Y lo cierto es que, bajo la noche, uno escribe ciertas chorradas que luego, al releer, ni siquiera sé cómo han podido llegar aquí.
Sinceramente, prefiero guardarlas en este pequeño rincón a que queden perdidas en esa mente mía que continuamente bulle en ideas, pensamientos, proyectos y dudas.