Con la Vuelta a España ya acabada hará más de un mes y con Nairo Quintana como gran triunfador en ella siguen surgiendo preguntas a pesar de que dicha carrera haya terminado con exitosos índices de audiencia y dejando al espectador más que satisfecho con lo que ha podido ver, ya sea in situ en las carreteras o por la televisión. Pero la otra parte, es decir, el propio ciclista, el propio deportista y su entorno (directores, preparadores físicos, médicos...), ha dejado patente su descontento ante la deriva que ha tomado la ronda española en los últimos tiempos.
Unipublic, organismo principal que se encarga de diseñar año a año el recorrido por el que ruedan en nuestro país muchos de los corredores y estrellas mundiales de la bicicleta ha realizado una apuesta por la innovación y por dar algo diferente a lo que ofrecen otras competiciones, como es el Tour de Francia, por ejemplo. La inclusión de nuevas cimas, o mejor dicho, nuevos muros, porque eso es lo que son, al final de determinadas etapas es una novedad que también se ha adoptado en tierras francesas o en Italia. El objetivo es claro: buscar lo que se conoce como el “ciclismo de Youtube”, es decir, la espectacularidad en pocos metros y en pocos instantes que no haga al espectador quedarse dormido en el sofá delante de la pantalla en esas plácidas tardes de verano.
La fórmula, a priori apetecible, ha despertado feroces críticas entre los ciclistas. Por ejemplo, uno de los sprinters más conocidos a nivel mundial, Mark Cavendish, tildó en su día de “sinsentido” y de “algo estúpido” el que haya tantos finales en alto en la tercera “grande” del calendario, ya que, según él, limitan las opciones a los velocistas y a aquellos que no gozan de la calidad necesaria en cuanto el asfalto se empina. Otra de las voces discordantes, más recientemente, fue la de David López, corredor del Team Sky y gregario de Chris Froome, que manifestó que “el pelotón está harto de muros y está deseando que acabe la Vuelta para irse a casa”. Las opiniones en contra cada vez son más crecientes y razón no les falta, desde luego. El jugar todo a una carta que apenas dura tres o cuatro kilómetros, cuando muchas veces es incluso menor, es contraproducente para los deportistas que, primero, vienen a lograr algún triunfo parcial que sumar a su palmarés, y segundo, llegan para disputar la clasificación general, ya que las diferencias entre los favoritos son muy escasas en la meta debido a la extrema dureza concentrada poco terreno y que impide que un ciclista ataque con soltura, cuando no digamos que casi tiene que sacar el piolet del bolsillo de su maillot para finalizar con éxito un día de duro esfuerzo.
La Camperona, Mirador de Ézaro, Mas de la Costa, Benitatxell o Valdepeñas de Jaén son algunos ejemplos de finales en alto actuales que otorgan un buen entretenimiento al que está sentado viendo la carrera en su casa y que sin embargo desgastan las fuerzas de los deportistas para apenas obtener rédito por ello. Pero España posee una gran orografía y puertos de montaña de nivel mundial muy aprovechables como son L’Angliru, Sierra Nevada, La Pandera, la estación de esquí de Pal, La Covatilla... y que sí que marcan grandes diferencias entre los mejores ciclistas. Entonces, ¿se debería volver a los orígenes o nos dejamos guiar por lo que demande un consumidor generalista? He ahí un motivo para la reflexión de cara a la elaboración del trayecto de la próxima edición de la Vuelta Ciclista a España.