Parece a veces inevitable el nexo de unión entre el verano, una época de descanso y ocio, y los viajes a través de ese concepto tan deliciosamente anacrónico del veraneo. No es ningún secreto que los avances técnicos – tanto en aviación, automoción como en canales de comunicación – nos han permitido la mayor libertad de movimientos y el mayor caudal de información sobre los sitios más remotos. Somos los más viajeros.
El gran escritor inglés Samuel Johnson afirmó que “viajar sirve para ajustar la imaginación a la realidad y para ver las cosas como son en vez de pensar cómo serán”. Puede ser que esta afirmación sea más que certera en un mundo que va a un ritmo frenético, y busquemos salir de la exigente rutina diaria huyendo cuanto más lejos, mejor. Pero viajar significa también estar fuera del ámbito de confort, moverse en lo desconocido y aprender. Ponernos en el lugar del otro y experimentar otras formas de afrontar la vida.
Existen muchos tipos diferentes de viajes: breves viajes de trabajo, divertidos viajes con amigos – aunque sea a la playa más próxima -, tradicionales viajes en familia, escapadas rápidas de fin de semana, visitas express a amigos por el mundo… En todos ellos, si vamos con los ojos abiertos y la atención alejada de nuestro dispositivo móvil más cercano, podemos disfrutar de la libertad que da saberse un poco fuera de las coordenadas espacio- tiempo conocidas, sin objetivos determinados. Sólo saboreando lo que nos ofrece la vida en el momento presente. Cargándonos de experiencias.
Por tener ese carácter tan intrínsecamente literario – descripciones, aprendizajes, impresiones, aventuras – los viajes se han prestado desde la Odisea de Homero a ser un protagonista destacado en la historia de la literatura. Bien a través de experiencias reales – como la que llevó a Sir Henry M. Stanley a buscar al Doctor Livingstone en el corazón de África – o noveladas como La vuelta al mundo en 80 días del gran Julio Verne, el ser humano, curioso por naturaleza, ha querido siempre dejar patente sus experiencias personales en el encuentro de otras culturas o, incluso, descubriendo al mundo su propio país, como es el caso de Samuel Johnson con su crónica de viaje a las islas occidentales de Escocia.
Han sucumbido a los relatos de viajes desde periodistas como Ryszard Kapuncisky – quien hizo uno de los mejores retratos del continente africano en Ébano y toda una biografía completa del nacimiento, desarrollo y caída del imperio soviético a través de viajes por su territorio en El imperio- a grandes escritores como Ernest Hemingway, Robert Louis Stevenson – ¿quién no soñó algún día con ser Jim Hawkins y lograr el tesoro de Billy Bones?- o la gran Karen Blixen y sus Memorias de África.
Traspasando el tiempo, las diferencias culturales, los prejuicios podemos imitar a estos grandes autores y no sólo disfrutar de sus obras, sino organizar nuestros viajes desde una perspectiva diferente. Porque, como bien dijo San Agustín “el mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página”. Sigamos leyendo.