Buscar piso en la paradisiaca South Beach no es tarea nada fácil. Para empezar, la apariencia exterior de los edificios jamás concordará con la apariencia de su interior. Quiero decir, los típicos edificios art déco tan bonitos por fuera son, por lo general, un deshecho por dentro. Cierto es que están renovando muchos de los edificios míticos de la zona, pero ya llegaremos a ese punto. Lo normal es que el edificio que se vaya a visitar sea un cuchitril y que ni siquiera se lo puedan permitir todos los bolsillos.
Otra cuestión importante a tener en cuenta es que las cucarachas estaban ahí antes que tú. Son los inquilinos verdaderos y a los que le pertenece el lugar desde hace generaciones. Por lo que jamás las sacaras de ahí. Puedes ahuyentarlas durante una semana, pero como si de unas merecidas vacaciones se tratase, volverán cuando menos te lo esperes y con fuerzas renovadas. El cuanto menos te lo esperas suele ser una semana, ya voy avisando. La gente local te podrá dar numeroso remedios de santo, pero en términos reales no funcionan. Como Terminator, volverán.
Una vez probé el remedio milagroso infalible numero 573, juntar unos polvos venenosísimos y nada baratos, por cierto, con mantequilla de cacahuete y esparcirlos por toda la casa. Lo extraordinario del asunto era que las cucarachas se sentirían atraídas por el cacahuete y se comerían también el veneno. ¡Ja!. Demasiado listas para eso. Creo que lo único que conseguí fue tener restos de mantequilla de cacahuete por toda la casa y cucarachas mas grandes.
Pero volviendo al tema que nos ocupa. El cuchitril mas arriba descrito - y donde digo cuchitril véase estudio con cocina que todo junto no alcanza ni de lejos los 60 metros cuadrados - puede llegar a costar 1.200 dólares al mes. Fácil. Si ya se quiere la comodidad de un cuarto, los precios comienzan en los 1.400 dólares mensuales. Nada fácil. Vivir en plena “movida” de South Beach no es precisamente asequible ni permisible para todos.
Por esa misma razón compartir piso esta a la orden del día. En mi periplo buscando piso “adecuado” he llegado a ver hasta cuatro personas compartiendo salón o incluso un dúplex donde la parte de arriba era una habitación diminuta con seis personas afinadas en literas. En ambos casos los precios no bajaban de los 500 dólares por mes.
Los precios en esta preciada milla de oro no paran de subir y subir. Es más, debido al auge y a la demanda de pisos, los propietarios de los inmuebles (en su gran mayoría judíos que no viven en la zona, por supuesto) están renovando los mismos. El interés, como podéis imaginaros, es lucrativo. Un estudio renovado, aunque no exento de cucarachas, puede pasar los 2.000 machacantes dependiendo de la ubicación.
Otro de los inconvenientes que os vais a encontrar para alquilar piso por estos lares es que hay que rellenar “aplicaciones” para verlos. Eso quiere decir que solo ver el piso te cuesta dinero. Unos 50 dólares de media. Un dinero no reembolsable; te guste o no te guste, le gustes tú al agente inmobiliario o no, ese dinero esta perdido. Así que, también, hay que pensarse bien qué cuchitril y cuántos se quiere ir a ver. Sobre todo para el que vaya corto de dinero.
A mí me ha costado tres meses dar con el pisito adecuado. Eso sí, con compañeros de piso, por supuesto. Uno duerme en el salón, dos duermen en una habitación y yo, solita desde donde escribo, en mi propia habitación. Os voy a dejar con la intriga de cuánto pago, pero para que los que quieran hacer cuentas de la vieja os diré que tengo piscina, jacuzzi, pista de vóley playa y vistas a la bahía. Ahí es poco.