La facilidad de viajar por Madrid en metro, poder ir de un lugar a otro sin preocuparse por el tráfico o las distancias es genial. Cada viaje es distinto al otro. En estos tres meses no he dejado de sorprenderme, no importa la hora, siempre pasa algo. Dependiendo de que tan largo sea el trayecto que voy a hacer escucho música o voy leyendo un libro, o simplemente observando y he notado cosas que nunca faltan.
Música, siempre. No falla el artista o grupo que sube al tren a cantar, bailar, improvisar… No se limitan con los géneros: he escuchado mariachi, rock, pop, baladas, salsa, rap, o simplemente un grupo que sube a hacer percusiones. Y si no sube alguien dedicado a musicalizar los viajes a cambio de unas monedas, puede que te encuentres con alguien dispuesto a tomarse la tarea como propia. Como anécdota, una noche tarde en diciembre camino a casa desde Sol, me encontré con un grupo de 6-8 abuelitos que estaban tan felices y animados por la Navidad que empezaron a cantar villancicos y a pedirnos a los que íbamos en el vagón que cantáramos con ellos. Yo moría de ternura y de risa porque además de que lo hacían muy bien, improvisaban, caminaban letras y molestaban a algunos del grupo. Las abuelitas del grupo aplaudían y les decían que cantaran. Uno de los mejores recuerdos que me llevaré.
En las estaciones, a pesar del caos y prisa de las horas pico te encuentras con algún músico tocando la guitarra y cantando flamenco, o alguien tocando alguna sinfonía en violín. Yo tengo especial debilidad por los que tocan música clásica, así que trato siempre de tener alguna moneda en mis bolsillos por si me encuentro con alguno que me guste.
Siempre te vas a encontrar con alguien que se duerme en el tren pero que de alguna manera siempre se despierta antes de llegar a la estación en la que debe bajarse. Es increíble y no he logrado descifrar como lo hacen. Y antes de que me digan “a lo mejor no va dormido profundo” les puedo decir que he visto gente ir roncando y aún así se despiertan, recogen su bolso o maletín y se levantan para bajarse en su estación.
No faltan esos trayectos en que van todos apretaditos y desde que llega el tren a la estación sabes lo que te espera…
No me ha sucedido mucho, pero a veces hay daños o incidencias en la línea y te hacen bajarte en la siguiente estación y te toca correr a tomarte otro para poder llegar a tiempo, o simplemente esperar a que llegue el siguiente y convencerte de que llegarás a tiempo. Peor aún si justo esa estación no tiene la conexión que necesitas y debes o retroceder a otra estación o desviarte a otra para poder conectar ala línea que necesitas…
Es muy posible que al menos dos veces a la semana te encuentres con un niño, o varios, que van jugando en el vagón, entiéndase por jugar que van girando incontrolablemente en el tubo donde los demás se agarran o tratando de no perder el equilibrio en las partes flexibles entre cada vagón.
Los “zombies” que van pegados al kindle todo el trayecto, sea corto o largo, no importan. Y para hacerlo más impresionante, siguen leyendo en las escaleras eléctricas, pero eso sí, del lado derecho de la escalera para no demorar a los que vamos apurados.
Y si unos van leyendo en el kindle, otros van pegados al celular jugando candy crush… Sí, yo también pensaba que ya nadie jugaba candy crush pero aquí todavía se juega masivamente.
Que tampoco falte la pareja de novios y sus demostraciones de amor en público. Ni fallan las amigas que se encuentran después de mucho tiempo y empiezan a contarse la vida en voz alta para que todos se enteren.
Y uno de mis favoritos: el rockero de los viernes en la línea 1 que hace solos en su guitarra eléctrica como si estuviera frente a miles de espectadores en un estadio. Es un crack y me encanta cada vez que me lo encuentro en el metro.
Cuéntame si has visto/experimentado algo en el Metro de Madrid que no haya mencionado. O, por qué no, en el metro de tu ciudad o en una que hayas visitado.