Rávena, (Ravenna, en italiano, con acento en la “e”) es un cofre de arte, historia y cultura que atraviesa más de dos mil años. Por esa razón, ocho de sus edificios religiosos (paleocristianos y bizantinos) han sido reconocidos como Patrimonio Mundial por la Unesco.
“El conjunto de los monumentos religiosos paleocristianos y bizantinos de Rávena es de primaria importancia a raíz de la suprema maestría artística del arte del mosaico. Además, estos monumentos rinden testimonio de los vínculos artísticos y religiosos es un período fundamental para la historia de la cultura europea”.
Fue la motivación de la Unesco para que, en 1966, agregara los monumentos paleocristianos de esta ciudad como Patrimonio de la Humanidad. A partir de ese momento, la Basílica de San Vital, el Mausoleo di Galla Placidia, los Baptisterios de los Arrianos y de los Ortodoxos, las Basílicas de San Apolinar y de San Apolinar “in Classe”, la Capilla Arzobispal y el Mausoleo de Teodorico ya no pertenecen solamente a Rávena, sino a la humanidad entera.
Cada uno de estos edificios posee un encanto especial, como el Monumento a Gala Placidia, que tras la sencillez de su construcción esconde un verdadero baúl de maravillas, con los mosaicos de flores estilizadas o las figuras sacras. Por otra parte, la refinada composición que decora el Baptisterio de los Ortodoxos (o Neoniano) se inspira en una cultura de tradición helenística, que se aprecia también en el Baptisterio de los Arrianos.
La majestuosidad de la Iglesia de San Apolinar Nuevo, construida por Teodorico el Grande, el mítico rey de los ostrogodos, revela sus orígenes de iglesia palatina. Curiosa la figura de Teodorico: a pesar de ser un bárbaro para los cánones de la época, hay que agradecer su amplitud mental, ya que aunque de religión arriana no persiguió a los católicos ni destruyó los monumentos que rendían homenaje a los gobernantes anteriores. Majestuoso el Mausoleo de Teodorico, que él mismo ordenó construir, para su futura tumba, realizado en mármol blanco de Istria, con su imponente cúpula monolítica, una verdadera joya arquitectónica.
Más de cien mosaicos que representan pequeños pájaros introducen a la intimidad de la Capilla de San Andrés, en el Palacio Arzobispal, donde se celebra el Cristo Triunfante muy lejos de la iconografía del Cristo Justiciero del Antiguo Testamento. La Basílica de San Vital, uno de los máximos tesoros de la edad paleocristiana, nos presenta, en toda su majestuosidad, el retrato de la corte imperial bizantina con sus dignatarios y vírgenes que rinden homenaje a los emperadores.
Caminar por las calles de Rávena es sumergirse en un pasado que se remonta a más de dos mil quinientos años, ya que los umbrios, probablemente los primeros habitantes de la zona, se asentaron allí alrededor de los siglos V y IV a.C. Gracias a su posición estratégica, esta ciudad ha sido capital tres veces: del Imperio Romano de Occidente (402 a 476), del Reino de los Ostrogodos (493 a 553) y del Exarcado Bizantino (568 a 751), y lo increíble es que de todas estas épocas aun se conservan vestigios.
Pensemos solamente que el antiguo puerto de Classe (a unos 4 kilómetros del centro histórico) fue fundamental ya a fines del siglo I a.C., cuando Octaviano Augusto decide establecer en este lugar la flota encargada de la defensa del mar Adriático. Imperdible el paseo por este interesante sitio arqueológico.
En esta zona encontramos la elegantísima Basílica de San Apolinar en Classe, definida como el ejemplo más importante de basílica paleocristiana, cuyo ábside exalta a Cristo y a san Apolinar, patrón de Rávena. A pesar de las expoliaciones que la Basílica ha sufrido a lo largo de los siglos, aun hoy mantiene la belleza de su estructura original con sus estupendos mosaicos polícromos y los antiguos sarcófagos de mármol done se enterraba a los arzobispos, ubicados a lo largo de las naves laterales.
Volviendo a Rávena, mientras se recorren sus sinuosas calles, se advierte patente su pasado marinero recordando los canales que la atravesaban y que, cerrados por orden de la Serenísima República de Venecia que dominó la ciudad a fines del siglo XV, dieron vida a lo que hoy es la plaza principal, la Piazza del Popolo.
Aunque no está entre en los monumentos Patrimonio de la Humanidad, ya que fue descubierta por casualidad en el año 1993, la Morada de las Alfombras de Piedra es un maravilloso conjunto decorativo de un palacio bizantino del siglo VI. Ubicado a tres metros bajo el nivel de la calle, el piso de todas las habitaciones estaba decorado con taraceas de mármol polícromo que representan elementos geométricos, motivos florales y figurativos, entre ellos la estupenda “Danza de los Genios de las Cuatro Estaciones” o la figura del Buen Pastor.
Asimismo en Rávena es posible visitar la tumba del poeta Dante Alighieri, que luego de haber sido exiliado de su natal Florencia (por formar parte del bando de los “guelfos blancos”), moriría en esta ciudad en 1321. Su tumba es un monumento fúnebre que se encuentra en la Basílica de San Francisco, en el corazón de la ciudad. En septiembre de cada año se realizan una serie de manifestaciones culturales para recordar al autor de La Divina Comedia.
El segundo fin de semana de octubre, Rávena se ilumina con “La Noche de Oro”, es decir la noche blanca de la ciudad, mientras en julio y agosto “Mosaico de Noche” permite visitar todos los monumentos hasta las 11 de la noche, donde cada uno de ellos se presenta como magnífico marco para variadas iniciativas culturales. Y cada dos años, desde octubre a noviembre, se realiza “Rávena Mosaico”, el primer festival internacional dedicado al mosaico contemporáneo.
Sin embargo, Rávena no se limita solamente a su noble pasado, ya que la oferta cultural es rica y muy diversificada: desde el Museo de Arte de la ciudad de Rávena (MAR) que propone exposiciones periódicas y otras permanentes, como la interesante colección de mosaicos contemporáneos realizados sobre cartones de artistas de fama internacional.
Un capítulo especial lo merece el “Rávena Festival”, la manifestación que todos los años en junio y julio “ocupa” musicalmente la ciudad: ópera y conciertos, danza, jazz, música étnica, teatro dramático, experimentación, cine, congresos y exposiciones ofrecen un variado programa de producciones siempre originales dirigidas por grandes artistas, entre ellos Riccardo Muti, por citar solo un nombre.
Este año el Festival rendirá homenaje a una de las personalidades más importantes del siglo pasado, Nelson Mandela, que no solamente fue un gran luchador por la libertad, sino también un estadista que trabajó incansablemente por la reconciliación de Sudáfrica, removiendo las raíces del odio.
Mandela Trilogy es el título de la ópera que se exhibirá por primera vez en el Festival de Rávena, y que recorre la vida de Madiba (su nombre en el interior del clan al que pertenecía, la etnia Xhosa): sus años de formación con los cantos tradicionales de su región natal, Transkei, estarán a cargo del compositor Allan Sthepenson, mientras el Mandela revolucionario será recordado, por su parte, en la atmósfera jazzy, ambientada en Sophietown, por Mike Campbell. El tercer y último episodio, dirigido por Peter Louis van Dijk, conduce a los años de la cárcel en Robben Island y a la marcha final hacia la libertad que pondrá fin al vergonzoso régimen racista conocido como apartheid.
Si el viaje a Rávena es con niños y estos suelen aburrirse de ver tanto museo y tanta iglesia, a 15 kilómetros de la ciudad se encuentra el Parque de Diversiones más grande de Italia, “Mirabilandia”, que evoca mundos fantásticos que entretienen a grandes y pequeños. Además, siempre ahí cerca está el zoológico “Dune del Delta”, un área natural para observar y estudiar de cerca numerosos animales.