Empezar un año es hacer borrón y cuenta nueva en los aspectos que mejor nos convengan. En concreto este 2016 traerá muchas cosas a España (como a algunos otros países): se sigue con amenaza terrorista, hay un nuevo presidente quién no debe de tardar en comenzar con sus labores, es probable que salgan a la luz algunas cosas del período anterior, la desigualdad sexual es muy notoria, entre otros asuntos que surgirán a lo largo del año.
Es muy inquietante iniciar con un nuevo presidente (no estoy acuerdo con tener una figura que en el fondo no representa a la mayoría de la población y de quien ignora muchos aspectos), pero tener la ilusión de pensar en que podrían cambiaran las cosas siempre es una posibilidad. Los cambios pequeños son muy significativos, pero más peso tendrán las promesas incumplidas para deshacer dicha ilusión, a no ser que volvamos a perder la memoria (no hay que olvidar lo que representó y representa el Franquismo, y todos los hechos históricos que nos preceden; tampoco hay que dejar de lado los últimos años). El cambio tiene que ser efectivo, involucrarnos a todos y cada uno e intentar convencer a una mayoría real.
No sé si vivir en el sur de Europa sea vivir en la Europa contemporánea, es decir, vivir en el continente donde se lleven a cabo las promesas y planes de trabajo de los que han hablado los políticos durante el tiempo de campaña: todos sus beneficios, la solidaridad, los nuevos avances y sus “nuevas propuestas”. Tal vez para que el actual continente este a la par del antiguo (en el sentido de la importancia que tuvo en su momento) tendrían que darle un giro que modifique la educación, la cultura, la política y la economía: tal vez es momento de plantearnos que los modelos que tenemos y que hemos conocido no cubren las necesidades actuales de la gente. Está muy bien tener esas “políticas nuevas”, contar entre los dirigentes a gente joven y a más mujeres... ¿pero dónde están la gente con otras preferencias sexuales y religiosas fuera de las ortodoxas, y las personas de diversas culturas? ¿Donde está lo incluyente en este siglo? Tan solo hay que recordar que hemos terminado el año con cuatro candidatos varones a la presidencia, ¿ninguna mujer merece ser presidenta de Gobierno? ¿Dónde está lo multicultural de España en esos cuatro caballeros?
Solo hace falta observar a otros países para notar las diferencias. Por mencionar al último que ha tenido un cambio y se ha ajustado a las nuevas necesidades podemos referirnos a Canadá, mientras que a la vieja Europa aún le queda mucho. No es que me interese que todo sea un calco de otras naciones, pero si es importante mirar y ver lo que se hace, cómo lo hacen y adaptarlo para sí. Aprender de los demás es una actividad que debería de volverse popular sobre todo para la política, nunca debería de olvidar el Estado mantenerse a la par con las potencias extranjeras.
Las necesidades ciudadanas han cambiado, las formas y los protagonistas de las nuevas formas de convivencia no son tampoco las mismas, lo que se consume, las inquietudes, la forma de mirar, juzgar son otras y no son incorporadas o consideradas por los mecanismos actuales.
Iniciar un año tiene la ilusión de construirse a uno mismo perfectamente, o más bien intentar cincelar lo peor de uno mismo para que desaparezca. Tal y como los rituales ancestrales, año con año, estamos en el mismo punto, con una lista de cambios y nuevos planes, todos propósitos que se intentan cumplir, tal vez ahora la gente en España esté un poco más motivada, o menos; pues hay probabilidades de que suceda de nuevo lo que ha sucedido en los últimos años: un Estado de precariedad que se vuelve más y más viejo, caduco y menos viable para la clase trabajadora.