Acabar la carrera, independizarse, dejar de fumar, comer más saludable, ser padres, apuntarse e ir con regularidad al gimnasio, entre otras muchas, son las frases más oídas en el momento de hacer los propósitos para el nuevo año, en este caso el 2016. Como cada 1 de enero, independientemente de cómo se haya empezado el año -la mayoría de fiesta y con alguna copa de más -, es momento de hacer borrón y cuenta nueva y plantearse qué hacer en los próximos 365 días, tanto a nivel familiar como laboral y/o estudiantil.
Hacerse los propósitos de las cosas que uno quiere cambiar o mejorar de su vida actual ya es un primer paso. Sin embargo, en muchas ocasiones, con sólo la buena voluntad no basta y hace falta realizar pequeños sacrificios. El más visible, el de dejar de fumar. Si uno no está del todo convencido, no lo conseguirá. Es verdad que puede lograrlo durante unos días, semanas o, incluso, meses, pero a la mínima volverá a coger el cigarro y todo el trabajo y esfuerzo realizado hasta ese momento se irán al traste.
Y es que como todo en la vida, todo cuesta, y si uno no se lo propone firmemente no lo va a conseguir. Así que, en el momento de plantearse estos propósitos del nuevo año hay que ser realista y objetivo. A todos nos iría bien preguntarnos: ¿Realmente queremos cambiar este punto o aspecto de nuestra vida? ¿Estamos preparados para afrontar los sacrificios que el cambio comporta? Si cualquiera de las dos respuestas es un no, entonces este propósito no es válido, ya que de antemano está condenado al fracaso.
Más vale pecar de prudentes que ser demasiado ambicioso y estar a medias tintas. Para esto existen los replanteamientos de objetivos: para reformular esos propósitos o incluir nuevos si se considera oportuno. Ser lo más sincero con uno mismo es lo mejor para no decepcionarse en cuando se haga la valoración. Es verdad que, a veces, no todo está en nuestras manos, por ejemplo en el caso de ser padres. En algunas ocasiones influyen otros factores, pero una buena predisposición y las ganas no pueden faltar.
El 31 de diciembre es fecha en la que cada uno tendrá que valorar lo que le ha ocurrido a lo largo de los 365 días que llegaron a su fin. Cuál de los propósitos se ha conseguido y cuáles son aquellos que no han llegado a buen puerto. Con respecto a estos últimos, y sobre todo si uno quiere conseguirlo, hay que preguntarse en qué se ha fallado. Realizar autocrítica o conocer cuáles son los puntos flojos de cada uno pueden servir para planteárselo otra vez mejorando los aspectos que han fallado. Quien la persigue, la consigue.