Aquí en la Ciudad de México ocurrirá lo mismo que en todas las ciudades y pueblos del planeta: el “tiempo” concluirá y la Tierra como la conocemos llegará a su fin. ¿Qué necesidad tenemos entonces de preocuparnos de la vida si el futuro será tan efímero?
A pesar del inevitable final, toda la gente parece feliz de disfrutar sus últimos días de verdadera libertad y también de locuaz libertinaje. En el Paseo de la Reforma, en la famosa glorieta del Ángel de la Independencia, las personas se reúnen a diario para celebrar y compartir con sus semejantes los meses finales de auténtica “chula parranda” enfrascándose en una vorágine de fiestas y espectáculos que rápidamente se transforman en bacanales interminables. Por otros lares, en el Zócalo de la capital, los amantes, los amores platónicos, los amores lejanos y alejados y aquellos amores que en el curso del “tiempo” antes del fin parecían ser imposibles, se reúnen dando rienda suelta a sus acaloradas pasiones sin ningún tipo de miramiento o teniendo tan siquiera un mínimo de preocupación y de pudor. La mayoría de estas parejas están casadas con otros individuos, incluso tienen familias hechas y compromisos atados de varios años atrás, pero sus corazones pertenecen a esos hombres/mujeres prohibidos desde hacía mucho, mucho… “tiempo”. Y en esos días finales, claro, llevarán a cabo sus ardientes deseos.
Vidrios emplomados a la entrada, con puertas de saloon, una barra iluminada que arroja hacia el cielo una luz verdosa que nos hace pensar que estamos en el perfecto santuario de la bebida y la comida, con mezcales Espadines de Oaxaca y trozos de carne de víbora para darle al lugar un aroma y sabor de auténtico gourmet; estamos en el Léon de Oro del Centro Histórico de México, una de las cantinas más populares de la ciudad. Ahora que llega el final, este recinto parece más vivo que nunca: todos los hombres, sin importar las diferencias que tuvieron algún día, o tal vez alterados por la vía del alcohol, se encuentran y reencuentran tantas veces como hermanos olvidando que en algún otro “tiempo” y en algún otro lugar, ellos fueron y juraron ser enemigos mortales.
Un minuto antes del fin del mundo, el planeta entero se paraliza. Es el silencio del “tiempo”, ese “tiempo” que es vago como un suspiro y transcurre como un sueño y es el “tiempo” al que llamamos vida. En él nos avocamos a la locura. Pero en esos instantes perecederos todos aguardamos ya únicamente el final. En ese devenir suceden los segundos concluyentes y el planeta Tierra navega hacia la última milésima del 31 de diciembre de 2015 y de la historia de la humanidad, para entrar en el olvido de las épocas; en el ocaso del hombre.
El “tiempo” se acaba, el mundo se detiene. Es el fin.
Parece ser que las eras y los eones se han extinguido. No habrá más alboroto, no hay más ruido, ni habrá más sufrimientos o alegrías. El hombre y su “tiempo” se han apagado. Absolutamente todos los medidores del “tiempo”, relojes para ser exactos, quedarán congelados para siempre. Se acabó… aunque, bueno... ¿qué es lo que significa para siempre?
Pero de repente, a un nivel evasivo a la vista del ojo humano; incluso invisible a cualquier tipo de ojo granular en el mundo, sucede algo increíble. Las partículas y ondas más diminutas de la creación cobran vida de manera impredecible, vibran como entrelazadas por todo el Universo, se manifiestan de manera extraña y entonces ocurre…
Un microsegundo después, el tiempo re-comienza. El planeta reinicia. El hombre y la mujer se besan, se casan, tienen hijos y estos repiten por generaciones. El oficinista sortea el inmenso tráfico del D.F. a las 7 am del lunes todas las semanas, los 12 meses del año. Los perros ladran y las aves cantan. Los niños hacen berrinches a sus madres para no asistir al colegio y el “tiempo” se les hace eterno en aquel lugar donde a diario realizan sus deberes académicos. Horas más tarde, el mundo se vuelve a detener de imprevisto. Y ahora re-comienza de nuevo, pero curiosamente lo hace en sentido contrario, incitando a que las personas revivan sus memorias, trayendo al presente recuerdos del futuro y provocando que lo que sucedió en el mañana pueda cambiar el pasado.
¿Pero qué clase de mundo tan chiflado es este? Pareciera que en este espacio el “tiempo” se comporta como una niña caprichosa y se vuelve discontinuo, nervioso, y tropieza constantemente consigo mismo.
Tan extraño y tan vago como nos pueda parecer este “tiempo” en ese plano aparentemente irreal, como sacado de un cuento de hadas, o de una película bizarra de ciencia ficción tipo Inception, la realidad de las cosas es que… nuestra verdadera realidad, el mundo material donde vivimos los seres humanos, es así como existe, interactúa y se comporta en escalas subatómicas, de las cuales de manera más o menos deductiva se desprende todo lo compuesto en el planeta y todo lo que nuestra mente es capaz de sentir y percibir.
Einstein estaba en lo cierto: pensar que el Universo opera de esa manera es realmente escalofriante. Solo que justamente es como funciona (al parecer), y aquí es “tiempo” de introducir una palabra que describe por si misma todo lo relatado con anterioridad; la palabra cuántico, un vocablo que comúnmente se adhiere a otras ramas de estudio de las ciencias y nos genera compuestos como la Física Cuántica, la Mecánica Cuántica y también la Computación Cuántica, cuyas implicaciones en la vida pasan a diario desapercibidas, no obstante sus aplicaciones lograremos verlas en algunos años si alcanzamos a entender su naturaleza tan abstracta.
- Mi inspiración total para el relato inicial sobre el tiempo fue obra del genial Alan Lightman
El tiempo es solo un entrelazamiento cuántico
Escalofriante es la palabra que, dicen las malas lenguas, Einstein utilizó cuando describió uno de los principios fundamentales de la Mecánica Cuántica: entrelazamiento. Este peculiar concepto ocurre cuando dos partículas están tan estrechamente relacionadas una con la otra que pueden prácticamente “leer sus mentes” y coordinar sus propiedades incluso a través de toda una galaxia de por medio como obstáculo. Otra capacidad asombrosa es la llamada Superposición, que permite que una partícula maneje los valores de 0 y 1 o más valores a la vez; de hecho, profundizando un poco en esta última capacidad, los electrones, por ejemplo, tienen la particularidad de poder estar en dos lugares distintos al mismo tiempo y muy alejados entre sí, eso sin mencionar la habilidad de traspasar cualquier tipo de barrera física, como si pudieran atravesar paredes sin ninguna dificultad.
Todo esto luce muy raro y dudo que a alguien le hayan enseñado estas capacidades y propiedades de las partículas en sus clases de Mecánica de la Universidad, pero es que con toda sinceridad, estas características, por así decirlo, ponen en tela de juicio todo lo que suponen las enseñanzas de la Física Clásica, ya que a pesar de lo descabellado de los conceptos, de esta manera operan las cosas a un nivel subatómico, como lo mencioné anteriormente.
Retomando un poco el relato del principio y el por qué el tiempo procede del entrelazamiento cuántico, si aplicamos las leyes de la Mecánica Cuántica, nuestra percepción del tiempo cambia considerablemente; este va tanto hacia adelante como hacia atrás y es producto del poderoso y estrecho enlace que guardan las partículas que ya apuntamos; ya que el tiempo que supondría medir un cambio entre cualquiera de las dos partículas ligadas podría ser medido de distintas maneras dependiendo de la posición de un observador, e implicaría entender que el tiempo es relativo y se mueve en diferentes líneas producto del entrelazamiento cuántico. ¿Escalofriante no?
El gato que está vivo y muerto a la vez
Estos temas, que requieren un complejo estudio y una exhaustiva investigación, tienen sus efectos en la vida cotidiana, o por lo menos eso se planea a futuro (lo que sea que futuro signifique). El hecho de que entendamos que un gato dentro de una caja con veneno puede estar vivo y muerto a la vez en un momento dado, producto de una superposición, si observamos desde afuera, seguramente no nos ayudará a vislumbrar muy fácilmente qué cosas podemos hacer con la Mecánica Cuántica y cómo podríamos manipular algo que se comporta de manera tan maniática, y aparentemente no sigue unas reglas definidas.
Actualmente, la Mecánica Cuántica es utilizada para construir computadoras poderosísimas capaces de resolver en segundos problemas que con una computadora clásica tomaría millones de años. Esto supondría mejores algoritmos de cálculo para todas las instancias científicas y humanísticas donde una computadora tenga injerencia pero, por otro lado, hablando tácitamente de nuestra propia seguridad informática, implicaría que cualquier comunicación privada o contraseña en el mundo podría ser rota con enorme facilidad, porque recordemos que las protecciones criptográficas se basan, mayormente, en utilizar algoritmos con números enormes u operaciones intratables, como el logaritmo discreto o la factorización de cifras muy largas, y serían comprometidas totalmente teniendo una computadora cuántica del lado de un atacante.
Esto cambiaría por completo la vida tecnológica como la conocemos hoy en día.
Los bits con esteroides
Pero ¿qué es una computadora cuántica en sí?¿Ya existe algo parecido en algún lugar?
Tal vez conozcamos un poco de computación y sepamos que las computadoras de hoy en día manejan la información a través de bits; y estos son representados por un 1 o un 0 pero no al mismo tiempo, como la superposición cuántica. Solo un estado. Ya que únicamente tenemos estos dos valores, y un bit solo puede ser una cosa a la vez, un algoritmo hecho en una computadora clásica requiere computar cadenas de ceros y unos para llegar a un resultado.
Un qubit, es decir un bit cuántico, por otro lado, puede tomar el valor de 0 o 1 o los dos al mismo tiempo; entonces el poder computacional crece exponencialmente y más si aumentamos el número de qubits. Con ello a nuestro favor, los algoritmos cuánticos pueden explorar todas las posibilidades en tiempos muy bajos y llegar a medir resultados que las computadoras clásicas no podrían llegar a obtener.
Por supuesto, todo esto aún sigue en etapas muy tempranas y básicamente la limitante principal es lo físico, lo material, no tanto la teoría sobre si se puede llegar a realizar o no. No hay muchos ingredientes con los cuales podamos construir una computadora cuántica, sin mencionar los requisitos que necesita el sistema para convertirse verdaderamente en un sistema cuántico. Hoy en día, las mejores empresas de tecnología en el mundo como IBM, Google y D-wave han hecho avances significativos en el mundo subatómico porque, sin lugar a dudas, el llegar a construir una computadora cuántica real supondría la siguiente revolución de TI y el primero que lo logre sería el pionero en este campo.
Tendríamos que replantear nuestra visión de computación completamente y todo lo que gira alrededor de ella.
Aunque por el momento tengamos que conformarnos con computadores de 2 qubits restringidas en laboratorios científicos de alto nivel y que solamente puedan sacar los factores del número 15, la tendencia evolutiva de la tecnología a lo largo de la historia nos indica que en algún punto del tiempo, atrás o adelante como gusten verlo, lleguemos a poseer estas auténticas máquinas de ensueño. Estaremos expectantes porque seguro van a llegar.
¿Les parece escalofriante la Mecánica Cuántica así como le pareció a Einstein en su "tiempo"? ¿Creen que a mediano o corto plazo se puedan aterrizar a los mortales como nosotros estos conceptos tan pero tan avanzados en beneficio de la vida humana?