«Lo malo no es que tengan la suficiente sangre fría como para "pensar lo impensable", sino que no piensan». Hannah Arendt
Internet, como ya se ha dicho mucho, ha revolucionado la dinámica social. Todo el mundo esta en la mira, todos tenemos acceso a un sinfín de información y cada quien selecciona (como siempre) sus intereses personales. Pero cuando un tema (ya sea propio de una celebridad o no) se vuelve público, es inevitable que la sociedad lo convierta en su objetivo del momento y es también muy fácil transformarlo en un circo mediático en su entorno.
En las redes sociales es muy común compartir espacios con gente desconocida y, cuando el tema versa sobre algo muy delicado, como por ejemplo la sexualidad, todos tienen una opinión (ya sea a favor o en contra). Esto está abierto a que todo el mundo deje por ahí comentarios sencillos, certeros, o simplemente desafortunados (en cualquiera de los casos, cada quien le da un giro diferente según su intención: pueden ser irónicos, sarcásticos, fríos o simplemente naturales).
Parece requisito opinar de asuntos que se salen de las manos de mucha gente... Lo único que se ha demostrado, a grandes rasgos, es que seguimos divididos entre múltiples ideologías, lo cual no representa un peligro hasta que esto termina provocando algunas reacciones en individuos que atacan o perjudican, indirecta o directamente, a terceros (ya sea física, psicológica o verbalmente).
En algunas fotos o vídeos de temas provocadores podemos ver centenares de comentarios, algunos hasta violentos, machistas, homófobos, xenófobos, etcétera. Esto me recuerda a los grupos radicales (como los neonazis, ultras, etc…) que parece que están surgiendo estos días y retoman este tipo de plataforma para marcar su territorio. O más bien es que nunca han estado muertos, sino que siempre han permanecido presentes, tal vez con una actitud pasiva o simplemente no alcanzábamos a verlos. Lo malo es que ahora con las redes sociales, el fácil acceso a la comunicación, la propagación de un hecho es instantáneo, se etiqueta y todo va al cajón que pertenece y así podemos ver a mucha gente con un criterio desfasado, intentando recuperar sus ideologías o apoyándose mutuamente en este sentir. Hay cosas que no cambian, o si cambian es pequeña la modificación y nada a favor de la pluralidad.
Al final, la situación es sencilla y el efecto es tan grande que es lo más aterrador. Todo está más expuesto: los animales y su nobles gestos, los hombres y sus desastres, sus cuerpos musculados prototípicos, la diversidad de violencia, y una serie de elementos más que todos, como sociedad, señalamos, miramos, aceptamos o repudiamos. Siempre tomando posición ante lo otro, a favor o en contra. Nosotros mismos los juzgamos, los ofendemos, los hacemos pedazos o nos enternecen, nos gustan o los amamos. La conjugación de las actitudes extremas y la falta de criterio es lo que nos conduce a perjudicar a alguien más.