Hace 8 años, Guerra Mundial Z iba a ser una película muy diferente.

El blockbuster basado en el best-seller de Max Brooks -World War Z: an oral history of the zombie war (2006)-, aún en la primera versión del guionista J.M. Straczynski mantenía buena parte del poderoso subtexto como retrato político, social y humano del original. A la vez que conseguía adaptar exitosamente su inusual estructura a la gran pantalla. La novela de Max Brooks era un éxito de ventas y de crítica como ninguna otra de su género, pero el material tenía una difícil traslación cinematográfica.

Brooks (1) la había construido como un informe de las Naciones Unidas realizado por un funcionario sin nombre. No había un protagonista como tal en sus casi 350 páginas. La historia era una recopilación de entrevistas, informes y documentos que daban una visión de conjunto sobre el origen y el desarrollo de la Guerra Mundial Z. Qué errores se cometieron y, lo más peliagudo, el porqué. Straczynski conseguía, entre otras cosas, simplificarla sin desvirtuarla.

Plan B, la productora de Brad Pitt, se hace con los derechos del libro en 2007 por un millón de dólares. Pitt quiere protagonizarlo, pero para eso, claro, hace falta un protagonista al que interpretar. J.M. Straczynski, guionista nominado al Oscar por la excelente The Changelling (2008), recibe el encargo. Su solución consiste en desarrollar el personaje del funcionario que realiza el informe para Naciones Unidas; lo dimensiona con nombre, familia y drama personal incluido que motiva su determinación a encontrar la verdad. Y lo convierte en el motor de la historia.

Al igual que en la novela, esta transcurre tras el conflicto y buena parte del metraje lo ocupan flashblacks que recogen momentos clave de la epidemia y la posterior guerra así como la propia experiencia del protagonista durante esos años. Pitt –Gerry Lane- no es solamente testigo de una contienda más terrible que la Segunda Guerra Mundial, sino que viaja por buena parte del planeta tratando de desentrañar los misterios de la guerra y descubriendo… lo de siempre. Que al final lo peor no son los zombis sino las personas. La versión de Straczynski se filtró a la Red y fue recibida con unas críticas excelentes (2).

A la fuerza, Straczynski tiene que deshacerse de muchos elementos de la novela pero respeta espíritu, estructura general y los principales elementos de la historia. Tales como la batalla de Yorkers –una batalla planteada como un show mediático por las autoridades que termina con la caída de Nueva York y el inicio del Gran Pánico- o el plan Radeken que ejecutan los gobiernos del planeta –por el que se utiliza a parte de la población como cebo para los zombis mientras se salva la que se selecciona por criterios de utilidad-. También la convierte en una narración mucho más dinámica, más en línea con lo que se espera de una película apocalíptica de gran presupuesto. El segundo borrador de Straczynski –el que se filtró- está repleto de secuencias de acción y horror de gran envergadura que, por la propia naturaleza revisionista de la historia, se plantean y no culminan en varias ocasiones. El tono es tan dramático como sombrío y desesperanzado. Y el secreto que esconde el protagonista demasiado oscuro para una película que pretende ser para casi todos los públicos.

Un Brad Pitt / Gerry Lane que finalmente confiesa que recurrió al canibalismo para que su familia sobreviviera –provocando un desorden psicológico en su hija que le lleva a creerse un zombi sin serlo- remata una adaptación del libro sorprendentemente fiel y ceniza que prometía muchas alegrías a los fans de la novela, potenciales espectadores y pirateadores de la película.

Straczynski 0 – The Brads 1

Desgraciadamente, en Plan B no pensaban lo mismo. Pitt contrata en 2008 a Marc Foster como director de lo que entonces iba a ser una producción de 120 millones de dólares. Director –que viene de rodar el peor Bond con Daniel Craig, Quantum of Solace (2008)- y guionista no congenian demasiado, creativamente hablando. Tal y como Straczynski contaba a Vanity Fair en 2013 (3).

“Foster quería realizar una gran película de acción que no fuera demasiado inteligente y tuviera enormes escenas de acción. Sí lo que quieres hacer es una peli de Rambo contra zombies… ¿Para qué elegir un libro tan elegante e inteligente como este?”.

Buena pregunta. Aquí es oportuno citar las declaraciones de Brad Grey, Presidente de Paramount, co fundador de Plan B y colega del otro Brad, allá por 2010 según recogía Vanity Fair en el artículo citado…

“La idea de Brad salvando al mundo y regresando con su familia e hijos, yeah, me parece una idea interesante”.

¡Yeah! ¿Para qué necesitas nada más?

Obviamente, para cuando Grey hace estas declaraciones, el guion de Straczynski está ya fuera de la ecuación y con él la mayoría de los elementos que hicieron de la novela una obra destacable. Matthew Michael Carnahan ha reescrito por completo la historia, más acorde con lo que los Brad creen que el mundo espera de ellos.

En su versión de World War Z, el personaje de Pitt protagoniza una trepidante carrera contra reloj por medio planeta para hallar el origen de la infección y con él una posible cura, antes de que se vaya todo definitivamente a la mierda. ¿Lectura en clave geopolítica y social? ¿Horrores de la guerra? ¿Grandezas y miserias del ser humano en situaciones extremas? ¿Casquería y violencia propia de cualquier conflicto y más contra zombis? ¿Quién necesita todo eso teniendo al marido de Angelina Jolie repartiendo candela a zombis CGI con una calificación de edad PG-13?

Matthew Fox 0 - The Brads 2

Los Brad, desde luego, no. Sin embargo y a pesar del radical cambio de enfoque, la película que atraviesa un rodaje caótico entre 2011 y 2012 tampoco sería la que finalmente arrasó en las taquillas. O no enteramente.

El rodaje comienza en una Malta que hace las veces de Jerusalén. Hay escenas con hasta 1.500 personas en el set y una logística a la que permanece ajeno el director pero que termina provocando la salida del productor Colin Wilson ante el desmadre presupuestario. Un veterano, Ian Bryce, acostumbrado a lidiar con producciones como las de Michael Bay sustituye a Wilson tras Malta. Se suprimen escenas intentando adaptar el presupuesto. Una actriz tiene una crisis emocional que debe ser atajada por Bryce. La producción se traslada a Bulgaria, que hará las veces de Rusia para la gran batalla final en Moscú. Allí, una unidad antiterrorista SWAT confiscará todo el armamento de atrezzo para el rodaje. Las armas, al parecer, no habían sido convenientemente inutilizadas y podían volver a ser letales con facilidad.

Y aún sin un tercer acto que termine de convencer a los implicados.

El rodaje finaliza, pero Plan B no termina de ver claro el asunto. Ese tercer acto en Rusia que presenta a Pitt convertido en una auténtica zombies killing machine va quizás un pelín demasiado lejos para un actor con cuatro nominaciones al Oscar.

En la versión de Carnahan (4), tras varias escabechinas de zombis por Moscú, Pitt concluye que el frio intenso los detiene. Por supuesto, es Brad Pitt quien se da cuenta de una evidencia empírica al alcance de la observación de millones de personas. Y llegados a este punto, con la humanidad casi, casi salvada, Carnahan introduce un sorprendente giro de guion.

Cuando Pitt hace lo que haría cualquier buen marido al descubrir como detener el apocalipsis –es decir, llamar a su mujer y contárselo-, quien se pone al teléfono es, nada más y nada menos, que Matthew Fox.

Sí, ese Matthew Fox (5), el guaperas de Lost. E informa a Pitt de que ha ocupado su puesto como macho alfa en la guapísima y taquillera familia Pitt. A cambio de su protección, dice, han accedido encantados. Que ya no pinta nada al lado de la pelirroja y que se quede en Rusia.

Presumiblemente, Pitt salvando al mundo para terminar con unos cuernos de aúpa no es la clase de idea que resulta interesante para el jefazo de Paramount y Plan B. En cualquier caso, explica qué diablos hace el protagonista de Lost pilotando el helicóptero que rescata a Brad en la escena de Filadelfia para no volver a asomar la cara en el resto del filme. Pero me adelanto.

Fox vivía sus últimos momentos como secundario y posible antagonista de Pitt en una secuela cuando este llama a Damon Lindelof para ver que se puede hacer cuando estás a punto de pegarte un hostiazo de, ya por entonces, 150 millones de dólares. Lindelof es el co creador de Lost –ese prodigio de la improvisación sobre la marcha y golpes de efecto porque sí y que nadie pregunte por qué- y guionista de la misma.

Tras manejar varias alternativas, la decisión final que toman Lindelof y Pitt consiste en desechar el tercer acto en Rusia y escribir uno nuevo más “intimista” para el que se planifican siete semanas más de rodaje y se añaden 20 millones al presupuesto. Lindelof no terminó la escritura de ese tercer acto, sino que esa tarea la remató un colega guionista de Lost, Drew Goddard.

Lógica 0 –Box office ¡¡¡540 millones!!!

En esta última y definitiva versión, la historia cambia su rumbo a partir de la escena del avión que puede verse en el tráiler de la película (6). Vuelo que originalmente llegaba a Rusia, pero que en la versión Lindelof ni se acerca.

Con el viaje ya bastante avanzado hacia otro destino, un zombi irrumpe de forma tan abrupta como conveniente en la zona de pasajeros. Conveniente para el guionista, se entiende. Es a partir de este momento cuando el equipo Lindelof / Goddard se lanza a utilizar todo tipo de soluciones Deus Ex Machina sin recato alguno. Es decir, soluciones narrativas porque yo lo valgo.

Para solventar el papelón de estar atrapado en un avión con zombis, Pitt lanza una granada. El avión se estrella y, como es lógico, la palma todo pichiblás menos Pitt y el sidekick que lo acompaña desde media hora antes.

Para entonces, Pitt ya se ha dado cuenta de que los zombis no atacan personas enfermas y dado que se han estrellado, casualidades de la vida, al lado del Centro de Investigación Médica de la OMS al que se dirigía el vuelo, deciden poner a prueba la teoría. El problema es que la zona donde están los virus necesarios para dicha prueba está infestada de zombis. Llegamos al clímax de la película.

Pitt está dentro del laboratorio de los virus. Se ha dejado olvidada su única arma defensiva –un hacha- fuera del mismo. Hay un zombi amenazante al otro lado de la puerta. Y su única posibilidad es inyectarse con un virus que no sea mortal y que su teoría funcione. Pero su personaje no tiene ni idea de virus.

El guion establece la situación de manera que hay varias alternativas obvias a seguir en una situación así.

  1. Aprovecha que sus compañeros que sí saben de virus le están observando por una videocámara montada en un eje movible y con un led encendido y que él dispone de cuaderno y lápiz para comunicarse con ellos.
  2. Abre la puerta, empuja al zombi, coge el hacha y lo mata como ha hecho ya con otros cuantos a lo largo del filme. A continuación vuelve a utilizar el mismo teléfono de la antesala del laboratorio que ha empleado unos minutos antes para hablar con sus compañeros que sí saben de virus.

Pues no. Pitt echa mano del cuaderno para mostrar a la cámara un mensaje de amor a su familia. A continuación, elige un virus al azar y se lo inyecta. Sus compañeros contemplan la escena con la boca abierta. Imagino que pensando ¿pero se puede ser más estúpido?

Pitt, por supuesto, acierta y sobrevive. Vuelve triunfante con su esposa fiel y sanos mozalbetes que solo conocen el síndrome de estrés postraumático de las películas. Y, por supuesto, en un conflicto a escala global nadie más que él había reparado en que los zombis no infectan a personas enfermas. Lógico, ellos no son Brad Pitt.

The Brads win!!!

Por decepcionante que sea el proceso de idiotización que ha sufrido World War Z desde los orígenes del proyecto, lo cierto es que los Brad debieron quedar contentos. A pesar de todos los sinsabores de la producción y de las miles de vueltas de la historia, WWZ gustó. Y mucho. 540 millones de dólares en taquilla la avalan.

Si una producción que venía con tan mala prensa terminó recaudando tanto, algunos aciertos debía tener. Y nada desdeñables. Se agradece que Guerra Mundial Z se meta en harina nada más comenzar y el sentimiento de urgencia que mantiene en todo su metraje. También la envergadura de la acción y el ritmo frenético con un objetivo siempre claro aunque se divague en el camino. Si el tinglado se sostiene es, básicamente, gracias a Pitt. Porque es un actor con el carisma y buen hacer necesarios como para arrastrarte a través de una historia llena de agujeros como esta sin que te des mucha cuenta.

Y hay que reconocer a Lindelof lo maravillosamente bien que juega con las expectativas del espectador. Si la película deja con ganas de más es, entre otras razones, porque no cuadra terminar una Guerra Mundial Zombi con una aventurilla de cuatro gatos metidos en un laboratorio. Y para cuando salimos de esa escena, uno se sorprende de estar ya al final del metraje. ¿Dónde está le grande finale?

Lo que podías haber sido y en lo que te quedaste, Guerra Mundial Z.

Referencias

1) Guerra Mundial Z en la wiki
2) La crítica se rindió al guion de Straczinsky
3) Vanity Fair relata la complicada producción de Guerra Mundial Z
4) Así era el tercer acto en Rusia que se rodó y desechó
5) Imágenes de las escenas de Matthew Fox en World War Z
6) Tráiler de Guerra Mundial Z