"Le vamos a dar sexo a Mas, le vamos a dar látigo". No es una frase sacada de una pelicula de calificación XXX. No. Esta subida de tono no es cinematográfica; es política. Quien la pronuncia es Pablo Iglesias, líder de Podemos, en plena campaña electoral de las Elecciones Autonómicas de Cataluña. El receptor de los latigazos verbales es su rival Artur Mas, quien no sabemos si entendería o no la metáfora. A mí me costó, lo confieso.
El año electoral que está viviendo España marca un momento de cambio para el país. Se debate sobre la nueva y la vieja política, sobre discursos pasados de moda y nuevas formas de hacer comunicación. Pero lo cierto es que la política española anda sobrada de tertulianos de verborrea fácil y falta de más 'Azañas'.
A la par que se calienta el debate electoral, les sube la fiebre verbal a los políticos españoles. "No desearía ser penetrada diez veces al día", dijo el candidato del PSOE a la Alcaldía de Madrid, Antonio Miguel Carmona, en un acto sobre la igualdad de género. La ahora alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, quería "rescatar a los funcionarios para que dejen de hacer papeles". El ex presidente del Gobierno socialista Felipe González comparaba el proceso independentista catalán con el nazismo; el antes mencionado Pablo Iglesias llamaba "cenizos" a los líderes de Izquierda Unida; y el actual presidente Rajoy alardeaba subido a una bici de que el deporte "es bueno para quien lo practica y para quien no". Un presidente que, tirando de lógica aplastante, asegura que "España está llena de españoles" y que las decisiones "se toman en el momento de tomarse".
En la bancada de enfrente en el Congreso se sienta el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, quien llamó "miembras" a las diputadas populares y declaró la bella Soria como tierra natal de Antonio Machado. Más de un sevillano se llegó a indignar, tan orgullosos que están de su gran poeta.
Y qué decirles de Esperanza Aguirre, carne de meme cada vez que realiza una declaración en rueda de prensa: “Cometo muchos errores todos los días, pero prefiero no contárselos porque si no usted los pone en el titular, como es su obligación”. Tampoco sabemos si el periodista en cuestión entendió este ataque de retórica.
Otros políticos han cruzado la línea de lo gracioso, como el candidato del PP a la presidencia de Cataluña Javier Gracía Albiol, para quien el problema de su ciudad, Badalona, es que "aquí no tenemos campamentos de gitanos, aquí es peor: están en los barrios". La joya de la corona es el ex alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, cuyas salidas de tono machistas le han ganado la 'simpatía' -modo ironía on- de la mitad femenina del país.
Y es que los discursos políticos ya no se ciñen a la sala de prensa del Congreso de los Diputados, actos puntuales o campañas electorales propiamente dichas. La campaña dura ya todo el año. Qué digo: toda la legislatura. Y nuestros políticos se pierden, más veces de las deseadas, en la maraña que hoy en día conforman los medios de comunicación, las redes sociales e internet. "Ya no quedan políticos como los de antaño", me dijo mi padre viendo el último debate del Estado de la Nación. Asentí con la cabeza, medio dormida en el sofá. Juro que intenté verlo entero. Pero es que no, ni los políticos ni su forma de comunicar son ya como antaño.