Fue después de un tropezón con una botella de plástico durante mi paseo por un parque cercano a la casa de mi madre en São Paulo, Brasil, que tuve la idea de hacer un artículo sobre el tema de las botellas de plástico tiradas en las zonas comunes, tierras abandonadas, en las calles y los ríos.
Las botellas de plástico pueden tardar más de 400 años en disolverse, son una gran amenaza para el medio ambiente en todo el mundo. ¿Qué hacer con ellas? Me puse a investigar sobre el tema. En Brasil, el reciclaje ha sido una solución interesante para reducir el impacto ambiental de las botellas de plástico, pero no quería escribir un artículo técnico acerca de los pros y los contras del plástico, sino presentarles a un personaje muy conocido de una comunidad, un habitante de un de los barrios marginales más grandes de São Paulo, Paraisópolis, situada en el centro de uno de los barrios con el metro cuadrado más caro de la ciudad, Morumbi, donde una simple pared divide la comunidad amistosa con sonrisas abiertas y millonarios de alcantarillados edificios de la zona sur de São Paulo.
Han pasado más de 15 años desde que visité el lugar por primera vez. Recuerdo que mi última "visita" no fue tan agradable ni divertida como esta vez. Me gusta caminar, es bueno para mi columna y me inspira, oxigena mi cerebro y me da nuevas ideas para escribir y también veo cosas que no podría ver desde dentro de un auto.
"Usted puede venir a las 10 horas", confirmó la competentíssima Elizandra Cerqueira, habitante y coordinadora de Paraisópolis de las Artes, que hace parte del Tour Cultural, donde los visitantes pueden aprender sobre los proyectos y actividades culturales relacionadas con el lugar. Este es solo el primer artículo de una serie sobre artistas de Paraisópolis. No es fácil llegar al cielo, pero en Paraisópolis sí! No recordaba que había tantas escaleras, ascensos y descensos que son un buen ejercicio por la mañana, calles con nombres y apellidos y el comercio, el tráfico de motos y vehículos es intenso.
Del Centro Cultural hasta la casa de nuestro personaje hay una larga caminata: sube, baja. dobla aquí, dobla allá y, al final de una subida, queda la casa del Sr Antenor Clodoaldo Alves Feitosa, 51 años, el arquitecto, el ingeniero de las botellas de plástico de Paraisópolis.
Simpático, como todas las personas que son aficionadas a los gatos, nos abre de par en par su palacio y, después de pasar una puerta de plástico giratoria, entro en un mundo que se encuentra más allá de la imaginación surrealista que solo artistas como el señor Antenor pueden tener.
"Utilicé solo botellas de color verde porque es mi pasión: me encanta la naturaleza, no podría construir mi casa sin botellas verdes", dice el Alagoano jubilado, que trabajó durante muchos años en el sector de la construcción desde que llegó a São Paulo hace dos décadas. "Me dedicaba a la construcción de edificios, ese era mi trabajo, pero enfermé y tuve que retirarme por causa de un problema de corazón". Un marcapasos impulsa ahora los latidos del corazón inquieto que no se detiene ni por un segundo. Antenor anda hacia arriba y hacia abajo (como sus 13 gatos, sí, todas las mujeres concuerdan con él). Cuarenta y cinco pasos contados conducen a su ático, que es un "trabajo en progreso", no está totalmente listo. Es el área de recreación, que se completa con un bar con vistas sobre toda Paraisópolis, que recientemente se convirtió en el tema de una novela de la principal cadena de televisión en Brasil.
Me pregunto de dónde surgió la idea de hacer una casa y esculturas con botellas de plástico. Él me respondió sonriendo: "llegó así de la nada. Entró en mi cabeza y luego traté de ponerla en práctica para no olvidarla, y yo estaba allí haciendo, haciendo, haciendo, y creo que nunca voy a dejar de hacerlo! ", dice orgulloso sobre su trabajo, que es uno de los puntos de referencia del lugar. Visitantes de todo el mundo ya lo conocen y los estudiantes pueden visitar las famosas y peculiares casas de botellas de plástico del señor Antenor.
Dice que hasta ahora utilizó 27.209 botellas y 9.573 tapas de plástico, ya que la construcción empezó en 2008. Al principio usó de 400 a 500 botellas por semana, "Pagué 0,30 centavos de Real por botella, para animar a la gente a que me las vendieran", dice. Además, también hace esculturas con las tapas de las botellas como la Torre Eiffel, una bicicleta o, una de sus esculturas favoritas, una torre de energía.
Orgulloso, mira el horizonte desde lo alto de su palacio. “Decian que esta área seria eliminada desde que me cambié para acá, que la iban a expropriar, sobre todo ahora con esas obras de reurbanización. A veces pienso en parar la construcción.Ya me imaginaba que iba a demoler todo esto. Pero al mismo tiempo, no quiero, no consigo parar”, dice apoyado en un andamio que lo lleva hasta el techo de su palacio cubierto por botellas. Después de pasar casi la mañana entera debajo y sobre este verde plástico, mi alma y el medio ambiente están agradecidos al genial señor de las botellas de Paraisopolis.
Traducción de Alejandra Hope