Fueron parte de su vida de película los amores turbulentos, los infiernos dolorosos de la separación y el desarraigo, su apasionada y rebelde personalidad apabullada por el peso de las circunstancias que le tocó vivir y los múltiples intentos de suicidio.
Todo esto la convierte en un personaje potente, visceral y terriblemente penoso, único en la literatura chilena, con un lamentable y prematuro final llegado antes de los 30 años.
Teresa Wilms Montt se rebeló tempranamente a los aburguesados valores de la estirada alta sociedad chilena de principios del siglo XX, para llegar a convertirse en escritora, precursora feminista y anarquista. Rompió todos los moldes de su época y por eso fue rechazada, castigada y abandonada.
La vida novelesca de esta enfant terrible de la aristocracia criolla la vio caer presa de sus pasiones desatadas y vivir un desafiante estilo de vida, atípico para esos años, materias primas e insumos para la poesía y la fina, lánguida prosa que logró desarrollar posteriormente.
Por esto resulta desgarradora la lectura de sus Diarios íntimos (Alquimia Ediciones), reciente publicación que nos ayuda a descubrir algo más de la vida de esta joven mujer que unió a su excepcional belleza una brillantez intelectual notable y una pluma honesta y brutal.
El libro, de muy buena acogida, recopila gran parte de los cuatro diarios que la joven escribió. El primero, un relato de su infancia y adolescencia. El segundo y más voluminoso es un escrito acerca de la reclusión que padeció en un convento, pena moral y física que sufrió cuando su marido la denunció por adulterio. En el tercer diario, Teresa relata sus viajes y el sentimiento de estar a la deriva en ciudades como Buenos Aires y Nueva York. En tanto, en el cuarto diario, Teresa describe sus iniciales encuentros experimentando con drogas, situación que se traspasó a su escritura.
Describe el libro al iniciar..
“de sangre aristocrática, descendiente de cuatro presidentes de la República, segunda de siete hermanas, nace en Viña del Mar en 1893”.
“Lectora prematura, trilingüe, se casa a los diecisiete años sin consentimiento de sus padres, simpatiza con el anarquismo, es acusada de adulterio por su marido e internada en un convento en Santiago y alejada de sus hijas”.
“Huye a Buenos Aires con el poeta Vicente Huidobro, publica cinco libros – cuatro de prosa poética y uno de cuentos-, recibe aplausos de los círculos intelectuales, coquetea con la vanguardia europea, es adicta a los somníferos y al opio, intenta matarse dos veces sin éxito, y a la tercera, en París, lo consigue”.
Vaya currículum. Efectivamente, si indagamos algo más en su biografía, podemos confirmar que la autora fue una verdadera adelantada para su época.
Su vida
Teresa nació en el seno de una familia acaudalada, aristocrática y de larga tradición política. Segunda hija del matrimonio entre Federico Wilms Montt y Brieba Victoria Montt por sus venas corría sangre española y neerlandesa.
Talentosa, bella y culta, tuvo una esmerada educación de acuerdo a las normas de la época enfocadas en preparar a las jóvenes para contraer un matrimonio adecuado y desenvolverse apropiadamente en medio del protocolo de la alcurnia local.
Efectivamente se casó muy joven con Gustavo Balmaceda Valdés, en contra de la voluntad de su familia. En Santiago se integró en la activa vida cultural de la ciudad, mientras que los celos, el alcoholismo y la violencia de su marido prontamente trajeron conflictos al matrimonio del que nacieron dos hijas: Elisa y Sylvia.
Entre 1912 y 1915, indica su biografía, se desplazaron a Iquique, al norte de Santiago, en pleno auge de la industria del salitre. En esta ciudad comenzó su relación con feministas y sindicalistas y observó los nacientes movimientos de reformistas. Efectuó sus primeras publicaciones en la prensa iquiqueña bajo el seudónimo de Tebal, participando además de veladas en donde abusaba del tabaco, del alcohol y del éter.
En esta ciudad del norte chileno también pudo conocer la pobreza y las diferencias sociales. Se dio tiempo para visitar escuelas y hospitales y se informó de los horrores de la matanza de Santa María de Iquique, ocurrida cuando su tío-abuelo Pedro Montt era presidente. Los detalles de esta masacre, donde fueron asesinados miles de trabajadores del salitre, calaron hondo en ella. Ocurrida en 1907, tuvo por objeto aplastar al movimiento obrero y en ella murieron un número hasta ahora indeterminado de peruanos, bolivianos y chilenos que se encontraban en huelga general, mientras alojaban en la escuela Domingo Santa María.
Lenta, pero inexorablemente, Teresa se acercaba entonces a las ideas de la emancipación femenina, al anarquismo e incluso a la masonería. “Conocí la verdadera miseria material y moral.. mi alma salió pura de la prueba, pero asqueada y con un fondo de amargura eterna”, escribió.
Tras su regreso a Santiago, el esposo descubrió la relación que ella mantenía con su primo Vicente Balmaceda Zañartu, "Vicho”. Un Tribunal Familiar la recluyó contra su voluntad, en 1915, en el convento de la Preciosa Sangre, en Santiago, donde efectuó su primer intento de suicidio, en marzo de 1916. Este tipo de castigo, si bien no era frecuente, era utilizado para alejar de la vista pública a las incómodas y escandalosas parientes que avergonzaban a las familias acomodadas.
En medio de este encierro se pregunta dolorosamente por qué se encuentra ahí “tan brutalmente abandonada entre locas y tontas" y se responde “por amor”.
“Hasta una fiera hiere y mata y sufre cuando le arrancan sus cachorros”, comenta debido al alejamiento de sus pequeñas hijas. Y añade enamorada que ”..yo solo he blasfemado por ti, solo he pensado en ti, hasta el punto de quererme suprimir la vida, porque no podía tener la felicidad de tus brazos, de pertenecerte”.
En junio de 1916, el connotado poeta chileno Vicente Huidobro –supuesto pretendiente- la ayudó a escapar del convento y huyeron juntos a Buenos Aires, dejando todo atrás. Su permanencia en esta gran ciudad, que ya destacaba por su círculo intelectual cosmopolita, provocó un enorme impacto en ella, al igual que la separación forzada de sus pequeñas hijas y de su amor.
Un alma atormentada
En el estimulante ambiente cultural de Baires publicó en 1917 los libros Los tres cantos y el notable Inquietudes sentimentales, obra que cosechó elogios de la crítica literaria bonaerense.
Compuesto de 50 melancólicos poemas, explica cándidamente:
“Al ofrecer estas páginas al lector, no he pretendido hacer literatura. Ha sido mi única intención la de dar salida a mi espíritu, como quien da salida a un torrente largamente contenido que anega las vecindades necesarias para su esparcimiento”.
“Escribo como pudiera reír o llorar, y estas líneas encierran todo lo espontáneo y sincero de mi alma. Allá van ellas, sin pedir benevolencias ni comentarios: van con la misma naturalidad que vuela el pájaro, como se despeña el arroyo, como germina la planta...”.
La autora escribe evidentemente desde su percepción de mujer y no omite ni pensamientos ni experiencias, aun las más penosas y desoladoras, incluyendo los efectos del consumo de alcohol o drogas.
Los recintos en que pasa las horas del autoexilio son espacios ganados para la escritura, así sea en el convento o en una modesta pieza de pensión.
Pero, tras un serio conflicto sentimental en el que uno de sus enamorados en Buenos Aires se suicidó frente a ella, según se relata, Teresa marchó a Nueva York para colaborar con la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial. Relata
" ..no me dejaron desembarcar y me encerraron con llave en el camarote... por graves sospechas de espionaje al servicio alemán. El día 4 (de enero de 1918), a causa de la primera letra de mi apellido, fui la última en desfilar ante la presencia de un empleado que acompañado de detectives y oficiales revisaba los pasaportes (en Ellis Island). Al leer mi nombre el representante de la autoridad yankee me miró de la cabeza a los pies, y sin hacerme pregunta alguna, ordenó en voz alta a un subalterno que me acompañara en calidad de detenida".
En Europa
Teresa partió ahora a España, integrándose a la bohemia madrileña donde fue presentada por Joaquín Edwards Bello y conoció a los escritores Gómez de la Serna, Gómez Carrillo y a Ramón Valle-Inclán, quien prologó sus libros publicados en España. En este país publicó con el seudónimo Teresa de la Cruz sus obras: En la quietud del mármol y Mi destino es errar.
Tras su paso por Buenos Aires, Sevilla, Córdoba y Granada se estableció finalmente en París, en 1920, ciudad donde se reencontró con sus hijas tras años de separación. Algunos familiares que se apiadaron de su situación, organizaron encuentros secretos con las niñas una o dos veces por semana.
Sin embargo, cuando las menores regresaron a Chile, el dolor de un nuevo alejamiento gatilló en ella una severa depresión que la llevó al suicidio, en su tercer y último intento.
Teresa falleció a los 28 años en París por una sobredosis de barbitúricos. La fecha: el 24 de diciembre de 1921. Fue sepultada en el cementerio de Père-Lachaise, donde sus restos reposan junto a infinidad de notables personajes.
Esta prematura partida impidió el desarrollo de su firme vocación y de su talento creador, truncado por los azares del destino trágico de los grandes, aquellos que siempre, inexorablemente, parten jóvenes.