La sanidad pública representa en Venezuela el 90% de las instituciones de salud que existen en el país y a ella accede el 60% de la población. Sin embargo, su estado es deplorable, ya que las condiciones de restricción que se han implementado durante los últimos 10 años, a las que se suma el socavamiento de la rectoría, gestión y financiación de las instituciones públicas de salud, han conllevado una reducción de la capacidad para conducir las políticas de salud, administrar servicios, resolver sus deficiencias y enfrentar, con eficaz desempeño, los problemas de salud apremiantes de la población.
La situación es tan desgarradora que el propio Hugo Chávez tuvo que admitirlo en 2013, al tildar de “una vergüenza para la revolución” los problemas de infraestructura presentes en todos los centros sanitarios (filtraciones en paredes y techos, inundaciones, roturas de aguas negras, falta de agua e interrupciones de energía eléctrica). A lo que faltó sumar que el número de camas disponibles para pacientes se contrajo de 30.964 unidades en 2009 a 21.770 en 2013.
Una caída peligrosa ya que, la Oficina Panamericana de la Salud asegura que el promedio idóneo es de tres camas cada 1.000 habitantes, pero la tasa media en Venezuela era de 1,3 camas por 1.000 habitantes entre 2005 y 2008, y de 0,9 camas entre 2009 y 2011. Una tendencia que ha seguido profundizándose en los últimos años y que ha significado dejar sin ningún tipo de asistencia médica a, aproximadamente, 1.125.610 personas, según datos del Ministerio de Salud venezolano.
A la falta de camas habría que sumar la falta de insumos, esos que llevan a que en el país el 61% de las instituciones tienen carencias graves o absolutas de material médico quirúrgico, el 65% no cuentan con catéteres y sondas, el 86% tienen dañados los equipos de Rayos X, el 94% trabajan con tomógrafos inoperativos, el 94% no disponen de reactivos químicos en los laboratorios y el 44% de los quirófanos están fuera de servicio, según datos de la organización Médicos por la Salud. Una realidad que se ha consolidado porque el 84% de los productos y medicamentos son importados, por lo que el control cambiario venezolano ha imposibilitado su adquisición, generando que los centros sanitarios estén obligados a suspender cirugías electivas y de emergencias, así como cerrar algunas áreas de servicio como radiología, laboratorios y bancos de sangre.
Los problemas de la importación también han repercutido en el mercado de las medicinas. El 67% de los hospitales carece de medicamentos, según datos de Médicos por la Salud, mientras que farmacéuticas y droguerías apuntan que el desabastecimiento pasó de una tasa media del 25% en 2012 a una que oscila entre el 50% y 60% actualmente. Es decir, una de cada dos personas no encuentra en el país los medicamentos que requiere para hacer frente a una enfermedad determinada.
Algunos afirman que, para paliar las deficiencias del sistema sanitario, están las Misiones creadas por Hugo Chávez. Sin embargo, desconocen que esta iniciativa alcanzaba, para 2006 y 2007, el 40% de la población nacional, pero su cuota fue reduciéndose paulatinamente hasta alcanzar el 25% de la población en 2011 y 18% en la actualidad, según datos de las prestigiosas Universidad Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Simón Bolívar.
Una contracción ha empeorado toda la red de servicio, ya que Barrio Adentro I pasó de salvar 219.361 vidas en 2009 a 131 el año pasado, mientras que Barrio Adentro II cayó de 77,5 millones de consultas en 2010 a 12,8 millones en 2014. La tendencia negativa comenzó a acentuarse en 2009, cuando Chávez decretó un estado de emergencia nacional al conocer que, de los 4.298 consultorios construidos, 2.149 estaban abandonados y 1.199 habían reducido su actividad a medio tiempo.
El 60% de los venezolanos están atados a un sistema sanitario deplorable que garantiza más la muerte que la vida. Ya cada paciente se enfrenta a unas infraestructuras precarias en las que rigen la falta de insumos, medicinas e interés gubernamental por cambiar la situación.