Durante el 2014 el número de teléfonos móviles superó el número de personas en nuestro planeta. Jamás había sucedido esto con una tecnología precedente. En África, la cantidad de teléfonos móviles crece rápidamente y aproximadamente la mitad de los usuarios se conecta con ellos a Facebook. El total de teléfonos, de smartphones y de tabletas está creciendo cuatro veces más rápido de lo que crece la población mundial. Otra tecnología que también crece velozmente es la de los ordenadores que comunican con otros ordenadores, pasando datos, replicando informaciones, actualizando fuentes de información, almacenando datos y permitiendo la conexión en general.
La cantidad de personas con más de un teléfono, tableta u ordenador portátil es cada vez mayor. Basta observar en los aeropuertos, al momento de mostrar todos los artefactos electrónicos que uno lleva consigo mismo. Sí, estamos realmente siempre conectados, siempre disponibles para intercambiar informaciones, siempre controlando y respondiendo mensajes y mails. Ya casi no existe el fin de semana. Cuando mando un mail de trabajo un domingo, la posibilidad que me respondan el mismo domingo es siempre más alta, al igual que la expectativa de que yo responda rápidamente. Después, tenemos Skype o todo tipo de programas de mensajería. Y algunos nos reprochan porque nos han visto conectados sin que hayamos dado respuesta a sus pedidos.
Por el momento es difícil predecir con exactitud todas las implicaciones que esta nueva realidad tendrá en la vida cotidiana y nuestro modo de ser, pero podemos confirmar sin mayores problemas que la interacción y comunicación entre las personas será cada vez más virtual. Cuando alguien habla de un amigo, no sabemos si es real o virtual. Si se conocen físicamente o si solamente “comunican” entre si intercambiándose mensajes, etc. Por otro lado, nuestro concepto de realidad depende del modo en que comunicamos y por ende nuestra percepción de la realidad es cada vez más virtual.
Otro cambio que podemos apreciar en este momento es nuestra actitud en relación a la lengua escrita. Los mensajes en forma de texto son tantos que están influenciando el uso del lenguaje. Todo tiene que ser rápido, directo, sucinto, ahorrando en los esfuerzos que el medio exige para la comunicación, haciendo más importante el mensaje mismo que la lengua escrita.
Otro cambio es la reducción de las bibliotecas en las casas. Una de mis pasiones era descubrir los gustos de las personas que visitaba, observando sus libros y su música. Pero con las nuevas tecnologías tanto unos como otra son cada vez más invisibles. Ya no existe el CD o el viejo disco. Solamente un fichero de audio que tenemos en nuestro teléfono o Ipod. Recientemente un amigo me habló de sus libros y yo pensaba en los libros como objetos palpables, expuestos en un área física, claramente delimitada. Le dije que me gustaría verlos y él me paso inmediatamente su tableta. Le confesé que para mí los libros eran aún de papel. Otro cambio es la cantidad de tiempo que dedicamos a la comunicación directa entre personas adultas, entre adultos y niños y entre los propios niños. La comunicación es siempre más indirecta, virtual y el contenido es siempre más fragmentado, limitándose a veces a sensaciones poco precisas. Indicios que no son un mensaje acabado y con sentido, ya que falta un contexto común. El otro existe, no como interlocutor personal sino como hipótesis.
Fuera de todas estas cosas que pueden ser detalles insignificantes, estas tecnologías están cambiando también el concepto de ciudadano, de individuo, de participación y de libertad, de comunidad y de sociedad y desgraciadamente también de ética y responsabilidad. No percibimos inmediatamente la reacción de la persona con la cual dialogamos y no sabemos si lo que decimos causa alegría o dolor. Los niños juegan durante horas con juegos virtuales, que incitan a la violencia y a la destrucción y después con los mismos artefactos, comunican con otros niños sin saber que estos últimos sientes, que son reales y que podemos hacerles daño.
Están aumentando los crimines en las escuelas, donde los alumnos golpean y abusan de los más débiles filmándolos para después poner todo en los social media. Recientemente en Italia han sucedido algunos casos que ilustran esta nueva tendencia. Una chica de 16 años ataca y golpea salvajemente a una niña indefensa de 12 años. Un grupo de espectadores filma y no interviene y todo termina como prueba del “crimen” en whatsApp y Facebook. La niña de 16 años fue detenida por la policía, sin que ella inicialmente se diera cuenta del delito. Un grupo de niños en una escuela ataca en grupo y violentamente a una niña inválida, filman todo y lo ponen, como si fuese una proeza, en las redes sociales. Estos son solamente dos casos de los muchos que suceden con frecuencia en los lugares que los niños y jóvenes frecuentan. Y nadie hace absolutamente nada. Nadie lo considera como un reflejo de un cambio profundo en nuestro comportamiento, como un riesgo o un peligro de deshumanización.
La interacción virtual, que en estos momentos supera la interacción física entre las personas, no permite el desarrollo de la empatía. La gente miente con más facilidad y todo se vive como una historia irreal, que se puede cancelar u olvidar sin consecuencias. Pero no es así, todo queda registrado, almacenado. Todo es público, fácilmente recuperable y usando como prueba.
Jamás como hoy las huellas de lo que somos y hacemos quedan completamente marcadas e imborrables. Jamás como hoy nuestra capacidad de ser completamente personas se ha reducido tanto, porque el dialogo y la interacción noson directos. Jamás como hoy ha existido una necesidad imperiosa de ética o de cursos de moral digital y jamás como hoy esta necesidad imperiosa ha sido negada a pesar de los recursos y medios que tenemos para cambiar nuestro destino.
La cantidad de teléfonos móviles ha aumentado tanto que podemos siempre contactarnos. Podemos llamarnos a nosotros mismos sin que suene ocupado. Pero jamás en la historia de la humanidad ha sido tan difícil hablar sinceramente con otra persona que nos dedique completamente un momento sin ser molestado por mails, mensajes y llamadas.