Impulsado por sus piernas de garza, alzó los kilométricos brazos y cogió el rebote arriba, muy muy arriba, prácticamente en el cielo, sin oposición. No buscó a ningún compañero para que subiera el balón, sino que decidió hacerlo él mismo. Con una coordinación insospechada para alguien de 2,16 atravesó la cancha rápidamente, subiendo la bola ante el desconcierto rival, para sellar la obra de arte con un pase picado por la espalda que culminó un compañero.
Casi todo el mundo, incluido yo, descubrió en ese mismo momento a aquél extraterrestre que había llegado para revolucionar el baloncesto español, para darle otra dimensión y para romper todas las barreras individuales y colectivas junto a sus fabulosos compañeros de generación. Era una final de Copa. Era un Real Madrid-Barcelona. Era Pau Gasol, el más grande jugador de basket que ha dado (y seguramente dará) nuestro país.
Ese instante fue el de su explosión. Gracias en gran parte a ese joven larguirucho y talentoso, el Barcelona ganaría Liga y Copa en aquél año, pero ese fue simplemente uno de los cientos de hitos logrados por el talento de Sant Boi, una de las primeras páginas de una historia plagada de éxitos y que hoy, quince años después, todavía no se ha cerrado.
Campeón del Mundo Junior en 1999 –precisamente ante Estados Unidos-, el talento extraordinario de Gasol no pasó desapercibido para los ojeadores norteamericanos, con lo que su salto a la mejor liga de baloncesto del mundo no podía hacerse esperar. Desde entonces ha logrado metas que al aficionado de nuestro país le parecían imposibles de alcanzar, tanto en el plano personal como en el colectivo: rookie del año (2001-2002), cinco veces All-Star y doble campeón de la NBA con Los Ángeles Lakers (2009 y 2010), campeón del Mundo, doble campeón de Europa y doble subcampeón olímpico con España…
Gasol es hoy una figura reconocida nacional e internacionalmente, y no sólo por sus extraordinarias cualidades baloncestísticas, sino por las humanas: por su competitividad no exenta de deportividad, por su sencillez, por su humildad, por su naturalidad. Por haber liderado una fabulosa generación, por haber roto todos los récords gracias a su talento y a una fe infinita en sus posibilidades.
A los 34 años y viendo el botín que ha conseguido, otro podría echarse a dormir, pero Pau Gasol no. Y ya tiene en mente nuevos retos que le ayudarían a poner la guinda a una carrera excelsa: un nuevo anillo de campeón, ahora con los Chicago Bulls, el título olímpico (el único que le falta en la selección española) en los Juegos de Río 2016 y la consecución de una Euroliga si regresa a Europa están en el horizonte. Pero el pívot catalán no está obligado a ganar nada más, pues de cualquier modo firmará una de las páginas más gloriosas de nuestro deporte. Pase lo que pase, ya es una leyenda.