Rusia es un país modelado a golpe de cincel y martillo cuyo carácter tosco emociona y sobre todo impredecible fue templado por el viento de las nevadas estepas y su resistencia se curtió a lo largo de los siglos con sangre y vodka en las venas. Cualidades que se ponen de relieve en estos difíciles días mientras el país navega a la deriva amenazado por varios factores que forman la tormenta perfecta, la económica.
El presidente Vladímir Putin comparecía ante la cúpula política en su mensaje anual a la Asamblea Federal. Lo hacía con un rostro semblante puesto que la situación en Rusia exige cara de circunstancias y un cambio de ritmo inmediato ante la caída en barrena de la que fuera, no hace mucho, la octava economía del mundo. La inflación (9,1%), los precios del petróleo (70 dólares) , el rublo (65% devaluación desde enero) y la recesión oficial son demasiado peso para este atlante con pies de barro que sucumbe ante su postura en Ucrania y la anexión de Crimea. Un precio demasiado caro para Putin. “Todo se debe a las sanciones impuestas por occidente y a los especuladores” aseguraba el líder ruso ante un público entregado que asentía con la sin pensarte y es que el victimismo también es algo que se lleva muy dentro por estos lares, por aquello de la Gran Guerra Patria y todas las demás penurias.
Mientras una parte del mundo esperaba con atención las propuestas llamadas a revertir la situación, Putin se sacaba de la chistera la amnistía total para el regreso del hijo pródigo en forma de capital que insuflara aire a las arcas en cuasibancarrota. Además implementaba otras prácticas de menor renombre y exigía al Banco Central Ruso a poner en marcha acciones contundentes en defensa de la moneda nacional y criticaba la inacción de la institución presidida por Elvira Nabiullina.
Dicho y hecho
Una semana después de la opereta representada en la Sala San Jorge del Kremlin, el Banco Central Ruso volvía a implementar una subida en los tipos de interés -la tercera desde octubre- pasando del 9,5 al 10,5 (5,5 en marzo) sin lograr el entusiasmo del mercado que sigue pidiendo más carne. Y es que parece que cualquier intento para reflotar el rublo queda en nada y de nada sirvieron los 80.000 millones de dólares que las autoridades de la Federación destinaron para tal fin. El Banco aportó el 10 por ciento de sus reservas internacionales desde junio, es decir, 47.000 millones.
Los precios también impactan en la línea de flotación con una ascenso del 9,4 y una inflación del 8,9 muy lejos del 4 por ciento previsto. Una corrección que también se evidencia en los presupuestos pensados en base al precio de 100 dólares el barril y no 40 dólares menos como el arco actual, lo que conlleva un serio reajuste a falta de reacción. Y es que el crudo y el gas representa el 68 por ciento de las exportaciones rusas y aporta al país casi el 50% de dicho presupuesto.
Futuro “negro”
Muchos son los que ven en la situación actual una reminiscencia de aquél tormentoso periodo de 1997-1998 cuando una caída del precio del crudo se llevó por delante a Rusia con un tremendo default. Si bien hay una diferencia sustancial, fue en pleno verano (entiéndase la ironía). Pero también hay quienes, como Max Keiser, aseguran que antes el país no tenía con qué hacer frente a una crisis cambiaria y hoy cuenta con un fondo estratégico de reservas de unos 88.940 millones de dólares (reserva parecida a la de Noruega y otros países).
Sea como fuere la verdad es que Rusia siendo el mayor productor de petróleo no forma parte de la OPEP por lo que se encuentra en tierra de nadie, mientras Estados Unidos y Arabia Saudí mantienen su particular e intencionada guerra, arrastrando a varios enemigos al abismo. El más afectado está siendo Rusia que necesita vender el barril a 107 dólares en 2015 para no caer en déficit, de momento la bolsa de Moscú pierde un 43 por ciento y se sitúa en 850 puntos los mismos que en 2009. Por lo que se antoja un sueño difícil de alcanzar visto el hambre de la jauría que le acecha.
A lo ruso se vive mejor
Los rusos sienten una necesidad imperante de gastar, debe ser una emoción reprmida enraizada tras el comunismo que imperaba en el país más grande del mundo. Con el desmembramiento de la Unión Soviética y los primeros pasos del capitalismo afloró el gusto por el consumo mejor representado por los oligarcas y sus excesos. De ahí que desde la élite a la babushka del metro se dejen llevar por las ansias de fundir sus rublos porque sólo se vive una vez.
La llegada de la macro crisis para algunos significa el momento de cumplir un sueño siendo la compra de coches de lujo la mejor alternativa para proteger los ahorros. El primer ministro, Dmitri Medvédev, exortaba a la población a que frenara la sangría de capital con la adquisiciónn de divisas y así ha sido en gran parte. Al billete verde le salió un inesperado competidor de nombre Porsche o Audi, Lexus... etc. El sector premium vio una oportunidad para atraer el dinero que empequeñece en los bolsillos de los ciudadanos rusos, manteniendo una subida estable del 5 al 7 por ciento frente a la inflación del 9,1 de los productos.
La economía de Rusia se encuentra en el ojo del huracán y son muchas las tensiones que soporta la sociedad del país, ahora el invierno les vuelve a recordar que en los tiempos duros tienen que volver a demostrar ese carácter suyo que tan singulares les hace. Entonces es cuando el ruso se vuelve impredecible y se crece desde el volante de un Cayenne, enviando un claro mensaje a Estados Unidos y sus sirvientes occidentales.
¡Ojo con Rusia no se puede!