Lavapiés es un histórico y céntrico barrio madrileño, hoy foco de muchas y distintas miradas. Inmigración, marginalidad, ocupación o inseguridad son términos utilizados para referirse de forma negativa a este vecindario en algunas ocasiones. Pero también teatro, gastronomía, diversidad, historia y cultura urbana están en gran parte del imaginario social al pensar en este pequeño conjunto de calles en el centro de Madrid.
Sus orígenes árabes y hebreos le dieron su nombre y la expulsión de sus fundadores dio pie al nacimiento del casticismo con los términos de Manolos y Manolas, con los que se comenzaron a nombrar a la mayoría de personas que decidieron quedarse en sus calles. La presencia de una muralla que separaba Lavapiés del resto de barrios cristianos daría lugar a una serie de connotaciones de multiculturalidad que perviven hasta nuestros días.
Su historia está relacionada con la inmigración. Fue centro de la llegada migratoria nacional durante el pasado siglo por sus bajas rentas y su céntrica situación, y en los 80 formó parte de los espacios frecuentados por una juventud liberada de la represión. En las últimas décadas se ha convertido en lugar de acogida para múltiples comunidades migratorias internacionales que conviven con los anteriores pobladores del barrio. Este contexto ha propiciado que en una zona relativamente pequeña de la ciudad hayan confluido numerosas asociaciones, movimientos e iniciativas que actúan en o al margen del sistema en busca de una mejora de las condiciones de vida de diferentes colectivos sociales.
Después de unos años 90 inestables, con la llegada del siglo XXI Lavapiés continuó acogiendo a personas de todos los lugares, al tiempo que se regeneraba a través de la apertura de todo tipo de establecimientos hosteleros, comerciales y culturales que construyeron, enmarcados en los ideales de los mencionados movimientos sociales, un gran centro cultural en la capital española: el mercado de San Fernando, la biblioteca de las Escuelas Pías, varios espacios de teatro y artes escénicas, jam sessions y conciertos en muchos bares, centros sociales como La Tabacalera o La Quimera, innumerables bares y restaurantes nacionales e internacionales repartidos por todo el barrio…
Hoy este ambiente se mantiene siempre amenazado por un elaborado proceso político de gentrificación, promovido por las administraciones públicas. Este fenómeno neoliberal consiste en la modificación del espacio urbano y la entrada en el mismo de clases sociales con mayores ingresos, lo que supone un desplazamiento de los anteriores habitantes, con el fin último de la reinversión de capital. Barrios como Chueca o Malasaña en Madrid ya fueron reformados estética y socialmente hacia este fin, y un lugar con historia y una situación privilegiada en la capital de España como Lavapiés es también atractivo para este tipo de planes.
Así, la imagen de Lavapiés trata de ser alterada para justificar su gentrificación a través de medidas como la continua presencia policial para combatir la supuesta conflictividad e inseguridad; implementadas desde muchos medios de comunicación de masas mediante un discurso que pretende convertir la cuna del casticismo madrileño en la tumba de la convivencia intercultural. Sin embargo, quien lo vive, visita o frecuenta sin una mirada clasista ni ansias de lucro especulativo, conoce la enriquecedora realidad de este barrio.