Antonio Francisco Rando Casermeiro
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Antonio Francisco Rando Casermeiro

Primero, lo que soy: respondo a Antonio Francisco Rando Casermeiro: ese soy yo ―también Toni, Ñico o “el Rando”, me llaman algunos―. Simplemente Antonio para la mayoría o Herr Casermeiro para los alemanes, porque ninguno asume que Casermeiro es mi segundo apellido; por el contrario, piensan que los tres nombres propios que le anteceden son nombres de pila ¡Ay, la identidad o como se autoperciba uno o los demás! Nada baladí (volveré sobre la cuestión).

Soy jurista, historiador y profesor de secundaria, especializado en los Balcanes, la antigua Yugoslavia y Europa del Este. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Málaga, máster en Historia por la de Granada. Disfruto investigando y compartiendo mi pasión por las Relaciones Internacionales y la Historia. De mi afán didáctico nace el blog sobre relaciones internacionales y actualidad “el mundo desde un taburete”. Varios inesperados acontecimientos hacen surgir dicho espacio virtual: amigos que me pedían información y opinión sobre lo mío que a veces se transformaba nen artículos académicos o para blogs hermanos. Asimismo, me he desempeñado como profesor de español desde hace muchos años.

De igual modo, participo de otras cosas: soy español, malagueño nacido en Santander en 1974 que vive en la ciudad de Colonia (Alemania). Podría decir que no soy de ninguna parte, pero ello sonaría demasiado trillado y típico, además de aburrido y soso. Por dicha razón, prefiero definirme como una persona de todos los sitios…donde ha estado viviendo, claro: es infinitamente más enriquecedor ser-de que no-ser-de ― ¡donde va a parar! En puridad, miento más que hablo, porque me siento sobre todo malagueño y santanderino y andaluz ―lugares donde he crecido y nacido― aunque, igualmente, soy mediterráneo, latino o europeo como supraidentidades. Aunque tengo algo de belgradense, triestrino, alexandropolitano, granadino. Y de Colonia, claro, aunque menos. Cuando se vive en un sitio en tu actualidad, tiendes más también a no percibirlo como tuyo, aunque luego lo extrañes si estás fuera. He vivido en otros sitios como Sofía y Mánchester, pero no los considero míos digamos que “no han hecho méritos”; al menos, para mí. Las identidades son algo muy personal. Volveré sobre dicho tema después, porque no lo he mentado aquí con el único objeto de hablar de mí mismo.

Mis dedicaciones pasan por profesor y escritor vocacional y mi mejor forma de expresarme creo que es la escritura. Ello no implica que escriba bien, sólo que es como más cómodo me siento. No me cuesta. Escribo desde que era pequeño, todo lo que se me ocurría, de todo lo que me venía a la mente. Luego seguí haciendo. Como declara el cantautor canario Pedro Guerra ―si bien adaptado a mi caso particular: me tomo la licencia, Pedro― “escribía para no aburrirme los domingos/escribía y esa era la forma de sentirme bien/escribía y esa era la forma de buscarme/escribía y esa profesión me fue quedando bien” ―espero, por cierto.

Escritor eres si lo sientes (volvemos a las identidades, no es casualidad), si te sientes bien así. A título oneroso o gratuito, porque uno debe escribir para sí mismo, pues es la única manera de que el lector encuentre auténtico aquello que se intenta plasmar. Escribo novelas, cuentos, relatos, artículos sobre relaciones internacionales en su vertiente más desnuda y también en aquella a la que más pueda imprimir de mis inquietudes. No soy, pues, un hombre de pocas palabras.

También he trabajado y hecho otras muchas cosas que no interesan a mis potenciales lectores. Soy fan de las relaciones internacionales y me centro específicamente en los Balcanes y Europa del este, allí donde las identidades las carga el diablo (por eso las mentaba al principio). Allí alzan su propio vuelo y desbordan los confines trazados por la geopolítica. Ello es fundamentalmente el objeto de mi escritura tanto académica como de otro tipo. Y mi objetivo es contribuir, con ello ―siquiera en una pequeña parte― a un cambio social que lleve a un mundo más igual, más justo y más respetuoso con el medio ambiente. Que lo consiga, ya es otra cuestión.

Como rasgos personales, renuncio a toda pretensión de autodescribirme. Puedo decir que me define, por ejemplo, la resiliencia ―se lleva ahora―, pero nadie tiene por qué creerme, ya que no me conocéis ni habéis trabajado conmigo. Uno tienes sus puntos oscuros y sus puntos de luz, y las identidades suelen ser muy rácanas con aquellos y muy generosas con estos. Dicho esto, cierro este asunto con una aspiración: espero ser de provecho y, sobre todo, que paséis un rato entretenido leyéndome.

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