El campo de los alimentos es uno lleno de plasticidad, logrando involucrar diversas ciencias que van desde las biológicas hasta las económicas. Dicha complejidad ha gobernado mi vida y me ha permitido tener la oportunidad de desempeñarme en diversas áreas con el fin de comprender un poco más el vasto mundo detrás de lo que comemos.
Soy oriunda de Perú, un país reconocido ampliamente por su gastronomía y biodiversidad. Nací en una familia que siempre colocó a la comida como un eje central y la reconoció como una cura para el cuerpo, pero sobre todo para el alma. Mi abuela, con quien compartía las tardes de mi infancia, me enseñó el arte de la comida desde su propia cosmovisión. Ella siempre decía “puede faltar de todo menos comida porque es ahí cuando realmente falta todo”. Dicha frase arraigo en mí el sentimiento de que los alimentos más que ser un bien económico son un derecho.
Cualquiera diría que los alimentos no podrían moldear más mi vida; sin embargo, se equivocan. Mi madre me llevaba con ella durante sus viajes y fue allí donde pude observar el arduo esfuerzo que los agricultores hacían para lograr el milagro de la vida. La maca, cultivo típico de mi región, captó mi atención a pesar de no ser tan conocida como ahora. Los pobladores me señalaban en sus relatos que el cultivo tenía propiedades que iban más allá de las nutricionales y no pude evitar preguntarme el cómo se podía estudiar el efecto de los alimentos sobre el organismo. Comencé a interesarme en el metabolismo de los nutrientes ya desde un enfoque bioquímico. Por ello, siempre digo que quizá mi contexto dio luz a mi pasión, que más tarde me llevaría a estudiar Nutrición y a realizar una Maestría en Tecnología de Alimentos.
Después de culminar mi carrera, muchos cuestionaron por qué decidí estudiar Tecnología de alimentos y no focalizarme en políticas públicas o en la rama clínica, como se estila en mi país. De hecho, hasta el día de hoy recibo ese tipo de preguntas. La razón es sencilla: cuando tuve la oportunidad de participar en una instancia gubernamental noté que a la política le faltaba un poco o mucho de ciencia. Y más siendo una persona generalista, no iba a encontrar sosiego sin exploración. Sin embargo, los curiosos entenderán que cuanto más exploras más dudas aparecen en lugar de respuestas claras y satisfactorias.
Ansiedad que también percibo entre las personas respecto a los temas relacionados a la comida. Esto debido a la gran cantidad de información disponible que deviene en una serie de preguntas como: ¿qué alimentos son más saludables y cuáles menos?, ¿los alimentos impactan sobre el medioambiente?, ¿los transgénicos son seguros?, entre otras. Todo ello ha acarreado nuevas demandas por parte de los ciudadanos generando presión sobre el sistema alimentario, algo que Tim Lang denominó “Hood Wars”. He de reconocer que el sistema que conocemos actualmente difiere sustancialmente del de épocas atrás. En este momento, contamos con alimentos antes no imaginados, como un filete de carne producido por impresión 3D o leche generada por agricultura celular. Si bien estos productos todavía no están en venta de forma masiva ni al alcance de todos, ya se plantean puntos de debate sobre el papel que tendrá la robótica en la transformación de las prácticas agrícolas y culinarias.
En este espacio, a través de mis escritos, espero despertar su curiosidad y pasión el mundo de los alimentos. Tanto desde una visión tecnológica hasta una más tradicionalista, siendo que la comida es un punto central de toda cultura y lleva con ella la historia de cada pueblo.