Aunque soy poco aficionado al fútbol, confieso que en los últimos años lo he observado con más cercanía. La migración de latinoamericanos a Europa cuyo origen empieza en los años ochenta ha sido reforzada a partir de los años noventa y dos mil con futbolistas. Este fenómeno tiene una significación social importante. Muchos de estos muchachos llegan jóvenes y trabajan por tiempo prolongado en diferentes clubes europeos. Este también fue el caso de Diego Cholo Simeone, entrenador del Atlético Madrid que ha perdido hace una semana la final de la Champions League ante el Real Madrid. Aún así, se ha convertido en el cuarto entrenador sudamericano que llega a una final de la Champions.
Simeone llegó a Europa a los diecinueve años al club A.C. Pisa (Italia), había ganado ya un Campeonato Mundial de Futbol de juveniles en Arabia Saudita con la selección argentina. Por su temperamento, parecía un guerrero dentro de la cancha. Tenía un físico extraordinario y su figura parecía multiplicarse en cada jugada. Aquellas características le valieron para pasar rápidamente a ser jugador del Sevilla y posteriormente del Atlético Madrid donde jugó cinco temporadas. Aunque ha jugado más veces en la Liga italiana el Cholo se convirtió después de regresar al Atlético Madrid en una especie de referencia histórica y elemento aglomerante entre dos culturas: Latinoamérica y España. Simeone juega su última temporada en Europa (2004-2005) con la camiseta de los colchoneros. Retorna para despedirse del fútbol a su natal Argentina donde juega por un año en el Racing.
Allí, inicia una carrera como entrenador que lo llevó por varios equipos de la primera división argentina: Racing, Estudiantes de la Plata, River Plate y San Lorenzo. En 2011 da el salto a Europa, alcanzando algo con lo que muchos entrenadores sudamericanos sueñan: dirigir a un equipo europeo. Nada menos que su ex equipo, Atlético Madrid, lo ficha como entrenador para esa temporada. Lo interesante de ese debut de coach en Europa es que sale campeón de la Europa League. Ese equipo tiene una característica interesante: varios sudamericanos forman parte del plantel. Entre ellos un brasileño que había jugado casi desde niño en Europa: Diego Ribas.
Ribas es muy querido en Alemania: había ganado la Copa Alemana con el Werder Bremen y se caracterizaba por tener una técnica peculiar para marcar goles a distancias considerables. Uno de ellos fue premiado Gol del mes y posteriormente Gol del Año 2007, un partido entre el Werder Bremen y el Alemannia Aachen. Pero no sólo eso, la crítica alemana le otorgó en más de una ocasión el Gol del mes. Fue nominado varias temporadas a Futbolista del Año, ocupando en una de ellas el tercer lugar. A Diego Ribas lo ficha el Wolfsburg en 2010, pero tiene problemas y conflictos con el entrenador alemán Felix Magath. Diego, como se le conoce en la Bundesliga, tiene un estilo de juego muy sudamericano. Es individualista, pero muy efectivo. Esa característica no conjugaba con la táctica del entrenador. Finalmente Felix Magath lo acusa ante el Comando Deportivo del equipo y este a su vez decide darlo a préstamo.
Para la temporada 2011 el Atlético Madrid se interesa por él, en particular el nuevo entrenador, Simeone, quién apuesta por ese tipo de juego: hombre a hombre. Con una mezcla de españoles y sudamericanos en su once (brasileños, uruguayos, colombianos y argentinos) el Cholo Simeone los lleva de la mano hasta la final de la Europa League 2012 frente al Athletic Bilbao, dejando en el camino al Lazio, Hannover-96 y Valencia. En la final Simeone obtiene una especie de Magister y Doctorado a la vez: le gana por 3:0 al Athletic Bilbao y es campeón. Los goles, paradójicamente, los marcan los sudamericanos: Radamel Falcao (Colombia) y Diego Ribas (Brasil).
Aquel título le otorgó al maestro Simeone una investidura que pocos entrenadores alcanzan en una primera temporada con un club. El Cholo, como se le llama a los indígenas-mestizos en Latinoamérica, se convenció que en el ADN del Atleti hay un factor sudamericano que le da éxito. Siguió trabajando bajo ese mismo patrón y logra campeonar en la Liga española en la temporada 2013-2014. En esta ocasión se suma al equipo el brasileño nacionalizado español Diego Costa. Por coincidencia el Atleti no campeonaba en la Liga desde la temporada 1995-96, precisamente aquella en la que Simeone ganó como jugador del equipo. De alguna manera 18 años después, el Cholo libera del maleficio al Atlético Madrid con una estrategia bastante peculiar que tiene mucho que ver con la migración donde mantiene un código latinoamericano: una columna vertebral que le da alegría a su juego. El lenguaje del Atlético Madrid es español dentro y fuera del campo.
Paralelamente se jugó la Champions League y el equipo fue madurando. En un inicio era el outsider, pero venció al Manchester United, Barcelona y Chelsea. Simeone alcanza un resultado decisivo en el partido frente al Barcelona en los cuartos de final en el Nou Camp, empatando 1:1. Esa noche uno de sus jugadores predilectos, Diego Ribas, tiene que reemplazar a la estrella Diego Costa en el minuto 30. Lo cierto es que fue la mejor carta de Simeone pues Diego Ribas anota un gol de antología, desde 35 metros, que quedará seguramente en la historia de la Champions. Fue un gol literario, pero al mismo tiempo matemático; la pelota hace una trayectoria parabólica cuyo vértice coincide con la escuadra del arco, allí donde ningún guardameta llega. Ribas marcó así muchos goles en la Bundesliga, sin mirar al arco, confiando en su puntería y en el romanticismo del fútbol. Con ese resultado el equipo consiguió un punto valioso. De esa manera Simeone y su team pudieron planear más tranquilamente el partido de vuelta en el Vicente Calderón que ganaron por 2:1.
Así llega a la final. Frente al Real Madrid las cosas son diferentes. Sin embargo, Simeone recordó, estoy casi seguro, a Luis Carniglia, Helenio Herrera y Héctor Cúper. Los coach sudamericanos que alcanzaron la final de ese torneo. Los dos primeros fueron campeones, pero Héctor Cúper tuvo que conformarse dos veces consecutivas con el vicecampeonato. En referencia a esos antecedentes, el Cholo apostó por el arte y la literatura que puede tener el fútbol. Su equipo vale un tercio (en euros), considerando los últimos transfers del Real Madrid. Aún así, Simeone va contra la corriente. Marca un gol y lo defiende hasta el último minuto del partido en que llega el empate, posteriormente en el tiempo suplementario la derrota. Se sintió discriminado y le reclamó al árbitro la prolongación del segundo tiempo oficial. En los minutos siguientes una impertinencia de Varane saca al Cholo Simeone de su compostura. Irrumpe en el campo. De pronto hay más personas allí. El resto de jugadores tratan de tranquilizarlo, pero no es posible. Simeone vuelve a pisar el campo de juego esta vez decidido a enseñarle modales a Varane quién le pegó con el balón. Se le interpone Di María y Diego Ribas quienes tratan de tranquilizarlo y finalmente lo consiguen.
Simeone ha hecho el 70% de su carrera deportiva en Europa. Podría decirse que es una mutación de dos culturas. Su personalidad, su estrategia, su know-how futbolístico y su pasión están enriquecidas por ese factor que ahora escribo con mayúsculas: MIGRACIÓN. En base a ello apostó por los sudamericanos que están fusionados en sus cualidades deportivas. Cuando el partido llegaba al final, Real Madrid marca el cuarto gol. Sus jugadores están exhaustos sin físico ni nervios. Entonces el entrenador sudamericano tiene un gesto que la hinchada aplaudió desde las tribunas: se pone el índice en el mentón y se levanta la cerviz, con la cabeza levantada, chicos, quiso decirles a sus dirigidos. De outsider a finalista de la Champions League, el Cholo Simeone ha demostrado que el fútbol no tiene libretos.