Prats Nogueras Blanchard se complace en presentar La nevera en la sala, del artista argentino Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973).
La arquitectura de lo cotidiano es un tema recurrente en el trabajo de Leandro Erlich, encaminado a crear un diálogo entre lo que creemos y lo que vemos, del mismo modo que busca acortar la distancia entre el espacio expositivo y la experiencia diaria. En La nevera en la sala, su quinta exposición en la galería, el artista retoma este interés a través de elementos que habitan ese espacio cotidiano, desplegando en el espacio una serie de pinturas que hacen aparecer en la galería puertas de objetos domésticos -una nevera, una lavadora, la trasera de un televisor, e incluso una de las puertas de la propia sala-.
Aunque conoció su esplendor en el Renacimiento y el Barroco, la intención de engañar al espectador haciendo pasar lo representado por real valiéndose de juegos de óptica y perspectiva fue cultivada ya por los griegos. La fábula fundacional del trampantojo, narrada en la Historia natural de plinio el viejo, nos cuenta cómo los pintores griegos Zeuxis y Parrasio se baten en una competición por determinar quién es mejor artista: Zeuxis pinta unas uvas tan reales que los pájaros acuden a picotearlas, por su parte, Parrasio le supera al pintar una cortina que engaña al mismo Zeuxis. En 1964, Lacan observaría a través de este mito que los humanos son seducidos, más que por la verdad que esconde el engaño, por la idea de lo que está oculto. La fantasía de lo que está escondido tras la puerta genera un estado de verdad suspendida, del que Erlich se sirve para reflexionar en torno a la distancia entre la representación y la realidad, y también sobre la propia actividad pictórica.
Esta dialéctica entre lo real y aparente será una de los temas capitales del Barroco, momento en el que nos encontraremos con infinitud de puertas, ventanas y demás umbrales representados a través de la pintura. Leandro Erlich retrata así el espacio doméstico contemporáneo -un ente vivo, en constante cambio y evolución atravesado por lo social y cultural-, realizando una lectura del mismo desde lo ideológico, lo simbólico y lo emocional.
A este juego de pinturas-umbral lo acompaña la instalación Six Cycles en la que seis secadoras hacen girar a toda velocidad su contenido. La mancha en movimiento vuelve a remitirnos aquí a lo pictórico; sus ciclos de vueltas miden un tipo de tiempo distinto al de los relojes convencionales, Erlich reflexiona aquí sobre la relación entre lo cósmico y lo doméstico. Deleuze diría que “la realidad es un entramado de fuerzas”, en La nevera en la sala el artista nos hace barruntar algunas de ellas, llevándonos a cuestionar cuáles son los motores que producen, captan, enriquecen -o empobrecen- y reinventan nuestra subjetividad.