En una publicación anterior, se argumentó que la guerra de agresión iniciada por Vladimir Putin en contra de Ucrania, el 14 de febrero de 2022, se ha llevado a cabo bajo premisas falsas: la desmilitarización y desnazificación de Ucrania y la protección de las poblaciones de habla rusa de un genocidio en la región de Donbas.

Las falsas premisas rusas de la guerra

La justificación de Putin para su invasión carece de fundamento fáctico y jurídico en el derecho internacional, en particular la afirmación de que Ucrania estaba cometiendo genocidio. La justificación de la invasión es incompatible con el marco jurídico de la Convención sobre el Genocidio de 1948.

Esta convención obliga a los Estados a prevenir y castigar el crimen universal de genocidio, pero nunca ha habido pruebas creíbles de que Ucrania estuviera cometiendo actos genocidas. Las afirmaciones de Moscú, así como el uso indebido y distorcionado del propósito de la Convención sobre el Genocidio, se han considerado como parte de un esfuerzo propagandístico y en absoluto justificable más que como base jurídica legítima de la guerra.

Los supuestos sobre el uso de la fuerza contra la población de habla rusa en Donbas eran igualmente falsos. Putin quería la captura rápida de Kiev y la decapitación del gobierno, el colapso de las limitadas defensas ucranianas, en cuestión de días, y la destrucción de cualquier resistencia contra la retención y el control rusos de los territorios ucranianos.

Putin esperaba conseguir una victoria rápida y decisiva apoyándose en la superioridad de la masa, una buena planificación estratégica y la capacidad de Rusia para proyectar un poder militar efectivo. Sin embargo, la guerra ha demostrado desde entonces que Rusia no puede —y quizá nunca pueda— lograr una victoria rápida y decisiva contra Ucrania. Las vulnerabilidades externas de Rusia se hicieron evidentes desde el inicio del conflicto: fuerzas de mala calidad, planificación deficiente, mando y control ineficaces y entrenamiento inadecuado de las fuerzas terrestres y aéreas.

Las fallas de comunicación, la inteligencia deficiente, la escasa seguridad operacional y las pérdidas insostenibles de equipo y personal pusieron aún más de relieve sus debilidades. En general, se había sobreestimado la capacidad de Rusia para proyectar un poder militar efectivo.

En realidad, casi tres años después, nada ha cambiado mucho. En contra de las expectativas de Putin, el gobierno del presidente Volodymyr Zelensky, respaldado por la mayoría de los ucranianos, sigue en el poder y continúa librando una guerra apoyada por Occidente. Ucrania ha superado todas las expectativas, e incluso las amenazas nucleares de Putin han perdido credibilidad, ya que no han conseguido detener la guerra.

Las premisas falsas conducen a resultados perjudiciales. Putin subestimó la respuesta ampliamente unificada de la OTAN al conflicto y el continuo apoyo militar prestado a Ucrania. No previó la reevaluación de las posturas de seguridad de los Estados vecinos a la luz de la invasión y la desconfianza hacia Rusia.

Finlandia y Suecia han ingresado en la OTAN. La ubicación geográfica de estos dos nuevos miembros trae a la OTAN a las fronteras rusas, al tiempo que refuerza el posicionamiento estratégico de la alianza militar occidental en las regiones del Mar Báltico y el Ártico. Ambos países, con unas fuerzas armadas modernas y capaces, han inyectado fuerza militar general, unidad y capacidad de disuasión a la alianza frente a posibles amenazas, en particular de Rusia.

La expansión de la alianza es una pesadilla para Putin, en términos de seguridad nacional y proyección del poderío militar. ¡Es un autogol de Putin! El cambio en el panorama de la seguridad regional provocado por la guerra significa que Rusia tiene que reevaluar continuamente su postura militar y estratégica en el norte de Europa.

Una Rusia debilitada tiene que redesplegar y mantener fuerzas y sistemas de armamento adicionales en la región y, sin embargo, estos recursos ya están concentrados en el conflicto armado con Ucrania.

Además, los horrores de las guerras son costosos. Rusia ha perdido más de 450.000 soldados y equipo militar a un ritmo asombroso desde que comenzó la guerra. A medida que las pérdidas rusas siguen aumentando, una pregunta clave es: ¿durante cuánto tiempo podrá Moscú mantener estas pérdidas de desgaste?

Estas pérdidas no deberían sorprendernos. El ejército ruso lleva mucho tiempo enfrentando problemas como la falta de experiencia de sus oficiales y de estructuras de mando excesivamente rígidas y complejas, entre otros fallos. La reorganización de su ejército llevada a cabo a principios de este año tiene pocas probabilidades de éxito debido a los problemas endémicos de liderazgo político y control civil del ejército.

Asimismo, Ucrania ha sufrido enormes costes y no podría mantener la guerra sin el apoyo occidental. Las posiciones ucranianas en la región de Donbas siguen amenazadas. Han tenido dificultades para detener el lento avance ruso. Sin embargo, las vulnerabilidades ucranianas no son la cuestión que nos ocupa.

La cuestión central es que Putin está en un atolladero. Rusia ha subestimado la resistencia, la determinación y la planificación estratégica y táctica de las operaciones militares del ejército ucraniano. Estas cualidades han permitido a los ucranianos destacar en el conflicto. Además, al igual que al principio de la guerra, los recientes avances ucranianos en territorio ruso han revelado vulnerabilidades críticas en la arquitectura militar y de seguridad de Rusia.

La última incursión de Ucrania en la región de Kursk, audaz y atrevida, podría incluso alterar el resultado de la guerra, reavivando la creencia, entre algunos expertos, de que Ucrania puede derrotar a Rusia.

Incursión en Kursk

Las profundas incursiones ucranianas en territorio ruso comenzaron en 2023. Durante meses, Ucrania ha intensificado una campaña destructiva de drones contra Rusia, atacando refinerías de petróleo, aeropuertos e incluso a Moscú. Los ataques con drones han causado daños en infraestructura y viviendas, provocando la evacuación de miles de residentes.

Estas primeras incursiones transfronterizas ponen de manifiesto las tensiones en las defensas, las debilidades de la infraestructura militar y el declive de las capacidades de seguridad rusas. Rusia ha tenido dificultades para repeler estas operaciones, lo que ha sometido a Putin a una presión cada vez mayor para que ponga fin al conflicto en el vulnerable patio trasero de Rusia y proteja a los ciudadanos rusos. Este nuevo cambio en la dinámica de la guerra desafía la imagen de invulnerabilidad que Putin ha proyectado frecuentemente tanto a nivel nacional como internacional.

La reciente incursión en Kursk supone un duro golpe para Vladimir Putin. Rusia está probando, por fin, su propia medicina. Por primera vez desde 1944, Rusia pierde el control soberano sobre una porción de su propio territorio, y se encuentra bajo la ocupación de una potencia militar más débil. Sus esfuerzos por recuperar los territorios ucranianos, que considera que pertenecen legítima e históricamente a Rusia, han provocado en cambio pérdidas territoriales. Puede que ahora esté empezando a darse cuenta de que Rusia no es la superpotencia que una vez creyó que era.

El 6 de agosto, Ucrania, ejerciendo plenamente su derecho a la autodefensa consagrado en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, lanzó una incursión en Kursk. Las fuerzas ucranianas lograron interrumpir las líneas de suministro rusas atacando y destruyendo infraestructura estratégica clave, incluidos puentes cruciales para las operaciones militares rusas. El 25 de agosto-apenas dos semanas después- Ucrania había ocupado aproximadamente 1.175 kilómetros cuadrados de territorio ruso, igualando la cantidad de terreno que las fuerzas rusas habían arrebatado a Ucrania entre octubre de 2023 y julio de 2024, según una reciente evaluación del Instituto para el Estudio de la Guerra.

La incursión es un excelente ejemplo de estrategia de seguridad, militar y operativa. Las fuerzas ucranianas tomaron la iniciativa con una operación audaz y bien ejecutada en la región de Kursk. Como describió acertadamente un experto del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, Ucrania logró una completa sorpresa estratégica y operativa mediante la ocultación, el engaño y la explotación de la complacencia rusa.

Incluso los periódicos favorables al Kremlin reconocieron la incursión como un «movimiento fuerte con consecuencias desagradables para la parte [rusa]», admitiendo que «el enemigo está actuando con habilidad y audacia».

En efecto, Ucrania ha superado en maniobras a Rusia. Una combinación de «sorpresa, maniobra y astucia táctica» ha puesto al descubierto los fallos de inteligencia y la deficiente seguridad fronteriza de Rusia.

La incursión transfronteriza ha puesto de relieve la falta de sincronización de las fuerzas armadas rusas, junto con la debilidad de sus capacidades de vigilancia y reconocimiento, que limitan la detección y respuesta ante amenazas externas. La capacidad de las fuerzas ucranianas para penetrar profundamente en territorio ruso, unida a los cuantiosos daños causados por los bombardeos, apoyan esta tesis.

También crecen las dudas sobre la asignación de recursos y la planificación defensiva. La incursión sugiere que las fuerzas rusas podrían estar sobrecargadas, a pesar de contar con superioridad numérica, debido a que se concentran en el frente ucraniano y dejan otras regiones más expuestas. Si la capacidad de Rusia para defender su propio territorio y a sus ciudadanos está en duda, también se cuestiona su capacidad para mantener operaciones ofensivas en Ucrania. Los habitantes de Kursk han pedido ayuda a Putin tras la incursión ucraniana.

Estas deficiencias defensivas, operativas y estratégicas ponen de relieve los riesgos a los que se enfrenta Rusia. A pesar de estas vulnerabilidades críticas, Rusia no ha reforzado sus defensas contra las incursiones ucranianas. Antes reforzada por un ejército formidable, su seguridad parece haberse deteriorado significativamente desde que comenzó la invasión. Las pretensiones de superioridad militar de Rusia han quedado en entredicho y sus fallas pueden erosionar la confianza tanto a nivel interno como entre sus aliados.

Superar estas deficiencias significa una batalla ardua porque Rusia, con unas estructuras de mando confusas e ineficaces y una liderazgo militar disfuncional, sigue complicando y burocratizando la respuesta militar a la incursión en Kursk. De hecho, la reacción rusa a la incursión ha sido descrita como «lenta y caótica». Hay una «mezcla de guardias fronterizos, guardias nacionales, Servicio Federal de Seguridad, ejército regular y autoridades locales, y no está claro quién es el responsable».

Ucrania aún no ha ganado la guerra. Sin embargo, el éxito en Kursk va más allá de las meras ganancias territoriales. Razonablemente se puede concluir que las ganancias territoriales de Rusia se han debido más a la mera cantidad que a la habilidad táctica, lo que demuestra que en el campo de batalla la calidad supera a la cantidad. Es razonable concluir que las ganancias territoriales de Rusia se han debido más a la mera cantidad de efectivos que a la habilidad táctica, lo que demuestra que en el campo de batalla la calidad supera a la cantidad.

La maniobrabilidad superior de Ucrania demuestra que su estrategia militar va más allá de los ataques de largo alcance contra infraestructura crítica en los territorios ocupados como Crimea y Luhansk. La estrategia integra estos ataques con operaciones terrestres coordinadas, formando un enfoque híbrido que aumenta significativamente la eficacia general de sus esfuerzos militares.

La incursión podría alterar potencialmente el resultado de la guerra al cambiar la dinámica en el campo de batalla. Sin duda, está «contrarrestando la abrumadora ventaja económica y numérica de Rusia», cambiando la percepción internacional y posiblemente influyendo en el apoyo militar extranjero a Ucrania, al tiempo que afecta a la moral rusa.

Sin embargo, el conflicto sigue evolucionando y Ucrania se enfrenta ahora a una serie de retos diferentes, especialmente la dificultad de conservar el territorio capturado. Las respuestas militares de Rusia -intensificación de sus ataques, uso de apoderados locales y alianzas con países como Irán y Corea del Norte- podrían complicar la capacidad de Ucrania para mantener el control sobre estas zonas, al menos hasta que se alcance, finalmente, un alto al fuego o un acuerdo de paz, si es que llega a producirse. De hecho, Irán está suministrando a Rusia misiles balísticos de corto alcance para utilizarlos contra Ucrania y, con ello, intensificando las tensiones geopolíticas en torno al conflicto.

Corea del Norte ha desplegado un contingente de aproximadamente 8.000 soldados en Rusia, según funcionarios de inteligencia occidentales. Se espera que este número aumente a medida que las tropas completen su entrenamiento y se acerquen al frente de batalla. Es probable que el Kremlin pretenda utilizar las fuerzas norcoreanas para reforzar su ofensiva en curso y aliviar la presión sobre la capacidad de generación de fuerzas de la propia Rusia.

También está en marcha una contraofensiva rusa para recuperar partes de Kursk, aunque esta acción no ha cobrado fuerza. El éxito final en el mantenimiento de las ganancias territoriales ucranianas dependerá del impulso militar sostenido, la asimetría de fuerzas de fuego y mano de obra entre los beligerantes, las negociaciones diplomáticas y el contexto geopolítico más amplio.

Otras complicaciones, además del invierno que se avecina, podrían suponer una carga adicional para las fuerzas armadas ucranianas. La operación no ha resuelto el desequilibrio material existente en la guerra, ya que Rusia sigue manteniendo una ventaja en cuanto a personal, equipo y municiones. Esta ventaja no ha sido decisiva ni se ha traducido en ningún avance operativo significativo en Kursk para los rusos, pero sigue siendo problemática. Mantener las posiciones en Kursk o ampliar las ganancias territoriales plantearía dificultades logísticas importantes, ya que las líneas de suministro ampliadas estarían expuestas a posibles ataques. Además, sigue sin estar claro cómo planean los dirigentes ucranianos traducir el éxito táctico de la incursión en ganancias estratégicas o políticas más amplias.

Esencialmente, el éxito final de Ucrania a la hora de conservar sus conquistas territoriales dependerá del impulso militar sostenido, la asimetría de fuerzas de fuego y mano de obra entre los beligerantes, las negociaciones diplomáticas y el contexto geopolítico más amplio.

Objetivos de Ucrania

A pesar de estos retos, el posicionamiento estratégico de Ucrania ha cambiado, por ahora, y la incursión puede tener varios objetivos posibles.

En primer lugar, dados los argumentos anteriores, la incursión podría interpretarse como una advertencia a la población civil rusa de que el país es ahora vulnerable a los ataques. Ucrania ha enviado la señal de que la guerra, en estos momentos, está en casa, debido al actual conflicto en curso de Moscú con Ucrania.

El impacto psicológico de la propagación de la guerra en territorio ruso podría provocar disensiones o presiones sobre el gobierno de Putin, complicando la dinámica política interna. En otras palabras, la incapacidad percibida para proteger a los rusos y el territorio ruso podría provocar una reacción política violenta e inestabilidad contra Putin, socavando su posición interna y su reputación.

Ya existe un resentimiento significativo entre los rusos, creciente a medida que aumentan las bajas y se deteriora la economía. Se han producido caóticas evacuaciones masivas, con personas que huían bajo intensos bombardeos, rodeadas de destrucción, sin saber adónde ir y solicitando ayuda.

Las redes de telefonía móvil no funcionaban. Ha habido críticas generalizadas a las autoridades por no haber impedido los ataques sorpresa.

En segundo lugar, la intención de Kiev podría ser alejar a las fuerzas rusas de las líneas del frente en el este de Ucrania y reducir su capacidad de combate.

Las fuerzas rusas se enfrentan a la presión de los avances ucranianos en Kursk, lo que les ha llevado a reasignar elementos de unidades no identificadas de la línea del frente ucraniano a Kursk. Esto podría afectar tanto al calendario como a la eficacia de futuras operaciones ofensivas rusas en Ucrania.

En tercer lugar, Ucrania puede estar demostrando sus capacidades tanto a Occidente como a otros países, en un esfuerzo por cambiar la narrativa de la guerra y fomentar un apoyo internacional continuado. Por lo tanto, el cambio de una narrativa de estancamiento a otra de «podríamos ganar esta guerra» empujaría a un Occidente reticente a proporcionar a Ucrania cantidades significativas de armamento avanzado y permitir su uso contra objetivos estratégicos en el interior de Rusia.

Esta reticencia ha permitido a Rusia utilizar sus regiones fronterizas como zonas seguras para sus ofensivas y ataques con misiles contra Ucrania.

La preocupación de Occidente por una posible escalada rusa ha llevado a la cautela a la hora de apoyar cualquier incursión en territorio ruso y de permitir a Ucrania el uso de misiles de largo alcance para atacar objetivos más allá de las fronteras rusas. Sin embargo, los ucranianos ven esta guerra como una lucha existencial por la supervivencia y están dispuestos a tomar las medidas que sean necesarias para asegurar la victoria.

Muchos sostienen que, si Ucrania hubiera recibido las armas solicitadas al principio de la invasión en lugar de hacerlo de forma gradual, la guerra podría haber llegado ya a su fin.

Además, el éxito de dicha incursión, junto con el uso de misiles de largo alcance, puede animar a Ucrania a adoptar un enfoque más agresivo, posiblemente cambiando su centro de atención de las operaciones defensivas a las ofensivas. De nuevo, dependiendo de las circunstancias bélicas más generales, estos dos factores podrían provocar una mayor presión sobre las fuerzas rusas a lo largo de la frontera.

En cuarto lugar, las fuerzas ucranianas están creando una zona de amortiguamiento dentro del territorio ruso, en un esfuerzo por superar el esfuerzo militar ruso e impedir que bombardeen las ciudades de la región. Una zona de amortiguamiento pondría en desventaja a las fuerzas rusas, ya que permitiría a los ucranianos controlar las rutas de acceso clave.

En quinto lugar, si Ucrania conserva sus conquistas territoriales, podrá utilizarlas como moneda de cambio en posibles negociaciones futuras de paz o alto el fuego, posiblemente asegurándose concesiones rusas. Sin embargo, por el momento, hay poco apetito por las negociaciones en Ucrania, y aún menos confianza en que Rusia no utilice un alto el fuego para prolongar la guerra.

Además, actualmente no hay forma de obligar a Moscú a negociar. Para Putin, la idea de perder la guerra es impensable, y sólo entablará negociaciones desde una posición de fuerza.

En realidad, una guerra destinada a restablecer el equilibrio de poder -como defenderían los realistas de la política internacional- en respuesta al alineamiento de Ucrania con Occidente, y potencialmente futuro miembro de la OTAN, es un escenario intolerable para Putin. Por lo tanto, como afirmó Tatiana Stanovaya, miembro senior del Carnegie Russia Eurasia Center, Putin está centrado principalmente en el colapso y la destrucción del Estado ucraniano, creyendo que una vez que eso ocurra, el control territorial será irrelevante. En consecuencia, Putin no está interesado en un alto el fuego negociado ni en conversaciones de paz significativas. Mientras estadounidenses y europeos siguen esperando una elusiva solución diplomática o negociada, Putin sigue centrado en perseguir la victoria a toda costa.

Sin embargo, el colapso del Estado ucraniano es una quimera, teniendo en cuenta las suposiciones erróneas y falsas rusas que impulsaron la guerra desde el principio, el catálogo de fracasos, el contexto geopolítico más amplio y el respaldo occidental a Ucrania.

En contraste, «si Kiev acepta un estatus neutral, exigencias políticas y la garantía de un acceso ruso sin obstáculos a Crimea, Putin podría mostrarse más flexible en cuestiones territoriales». La condición previa para las conversaciones de paz es que Ucrania renuncie a las reivindicaciones territoriales y retire sus fuerzas de las zonas controladas por Rusia, una exigencia que Ucrania rechaza firmemente.

Teniendo en cuenta las implicaciones de la incursión, ¿cuál será el próximo movimiento de Rusia?