Este verano, mi esposa y yo tuvimos la suerte de que nuestra hija mayor, su esposo y nuestros dos nietos nos invitaron a acompañarlos al norte de Nuevo México. Siendo nuestro nieto mayor fanático de la geografía, sus padres tuvieron la idea de comenzar este periplo visitando el monumento de las cuatro esquinas. Aquí confluyen Nuevo México, Arizona, Colorado y Utah. El trazado y ubicación de estos límites comenzó en 1868. Marcadores de arenisca señalaban el lugar. Para 1912 se vertió la primera losa de cemento. Rota esta, se reemplaza en 1931 con un marcador de latón sobre hormigón, abriéndose a visitantes. Posteriores renovaciones culminaron con el monumento actual.

Muchos han cuestionado la precisa ubicación del lugar. Ciertamente, los topógrafos de aquellos tiempos no contaban con las herramientas y tecnología de hoy. Según algunos, el marcador estaba desviado unos 4 kilómetros del lugar establecido por decreto del Congreso. En 2009, se determinó que el desvío era apenas de 550 metros. La Corte Suprema estadounidense, para resolver la controversia generada y reiterando que una inspección hecha en 1875 fue aceptada por todos los estados, dictaminó que:

Aunque no se haya colocado el marcador [de las cuatro esquinas] en el lugar exacto decretado por el Congreso, la actual ubicación del marcador es, de hecho, el límite de los cuatro estados.

Pasamos por Farmington, tiempo que usamos para almorzar comida tradicional y de influencia navaja en el restaurante Ashkii’s. Ashkii significa juventud y potencial, lleva consigo la fuerza de la herencia y la tradición. Es muy significativo dentro del contexto cultural navajo, acentuando el esfuerzo para recuperar las identidades indígenas.

La arquitectura de la región

Pero entre lo más interesante de nuestra visita a parte del norte de Nuevo México fue admirar no solo sus paisajes desérticos, sus mesetas y extrañas formaciones rocosas que nos recordaban a los venezolanos tepuyes1, pero también la arquitectura de la región, caracterizada por estructuras de bahareque (adobe lo llaman aquí), material de construcción de barro sin quemar y paja o heno, utilizado por miles de años en varias regiones del mundo. El término adobe quizás proviene del jeroglífico egipcio at-tob [ladrillo], transformado en “adobar” en España. Las estructuras de la zona incluyen vigas salientes de madera y un techo plano con parapetos (barrera extendida hacia arriba en los bordes del techo). A este estilo se le adicionó la influencia de la arquitectura traída por los españoles a la Nueva España (actual México, parte de Centroamérica y los actuales estados de California, Oregon, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Texas, Oregón y partes de regiones aledañas).

Esos dos estilos (“adobe” y colonial español) son la base de la arquitectura moderna del “renacimiento pueblo”, en Albuquerque, y el “renacimiento territorial” mezclado con el estilo pueblo y popular español, que vemos en el llamado estilo santa fe, en dicha ciudad, y elementos pueblo deco, revival y colonial español, que vemos en Taos.

Por supuesto, Taos (o Taos Pueblo o Tua-Toh), dentro del valle de Taos, al pie de las montañas Sangre de Cristo, lugar de habitación, por más de mil años, de indígenas Tihua (Tigua o Tiwa, de lengua kiowa-tanoana), una de las tribus pueblo, presenta un estilo fiel a la arquitectura tradicional prehispánica de bahareque marrón rojizo. El pueblo, amurallado, tiene dos estructuras de adobe de varias plantas (la del norte es Hlauuma; la del sur, Hlaukwima), varias unidades habitacionales de adobe en los alrededores, siete kivas (cámaras ceremoniales subterráneas), un cementerio junto a las ruinas de la primera iglesia construida en el siglo XVII, la actual iglesia de San Jerónimo y atraviesa la población el río Pueblo de Taos.

Pero quizás lo más fascinante fueron las leyendas escuchadas de algunos de sus pobladores. La madre de una de las amigas de mi hija, con quien nos encontramos en Albuquerque, de donde es nativa, nos recomendó visitar la pequeña capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, muy al estilo pueblo, con toques deco y modernos, internamente, en el patio escondido del casco antiguo. Finalizó su construcción en 1975, por voluntarios dirigidos por una monja de la orden de los predicadores (monjas dominicas), la hermana Giotto. Era parte de un proyecto de mayor envergadura, una escuela de arte que ella estableció en 1969. Entrando, a la izquierda vemos un calendario lunar que muestra las fiestas de la virgen, diseñado por la hermana Giotto. Frente a la puerta hay un altar con la imagen de la Guadalupe en la pared, y a sus pies, ofrendas. Invita a meditar. A la derecha, entramos a la pequeña capilla y vemos tres asientos contiguos que salen de las paredes con espaldares de madera tallados con pasajes bíblicos, un altar único en el fondo con un Cristo y una pila bautismal.

La mujer sollozante

A fines de 1990 una joven llegó a esta capilla para rezar por su hermano enfermo. Al arrodillarse frente al altar con la imagen de la virgen, notó que dentro de la capilla, iluminada solo con la luz de unas velas, lloraba una mujer cerca del altar principal, envuelta en la oscuridad. Apenas podía distinguir la figura de aquella mujer vestida de luto. Terminada su oración, abrió los ojos, se levantó, vio al interior de la capilla, la mujer sollozante ya no estaba. La única salida estaba directamente detrás de la joven, quien no escuchó salir a la señora. Luego de aquel evento, muchos aseguran que han visto a la misteriosa dama sentada en ese banco a la derecha de la capilla, llorando profusamente por alguna tragedia. La fantasmal dama está de vestido largo, negro, y oculta su rostro con una mantilla. Dicen que es fácil confundirla por persona real, ignorándola, hasta que desaparece misteriosamente. Algunos dicen que le han tomado fotos.

La historia se popularizó a mediados de los 2000, pero “buscadores de fantasmas” profesionales aseguran que esta dama fantasmal no existe. Que su leyenda ha sido el resultado de un mito producido por poca iluminación, exageraciones y malas fotografías.

Entrando al pueblo indígena de Taos, la comunidad habitada de forma continua más antigua de Estados Unidos, lo primero que vemos a mano izquierda es un antiguo cementerio y las ruinas de la torre del campanario de la primera iglesia de San Jerónimo, construida en 1619 y destruida luego de la Rebelión de Popé, o Po’pay, también conocida como de los indígenas pueblo, en 1680. Cansados por la persecución, el maltrato y el intento de abolir formas “paganas” de culto, unas 46 comunidades indígenas de habla tiwa del norte, tewas, towas, tanos y keres del valle del Río Grande. El pueblo de Pecos, los zunis y los hopis, del oeste del Río Grande, se unieron en rebelión. Matarían a unos 400 españoles, expulsando de la provincia a unos 2 mil colonos restantes y sus aliados tlaxcaltecas. Los españoles regresaron unos 12 años después, temiendo a los avances franceses al oeste del Misisipi y el deseo de establecer una frontera defensiva contra las tribus nómadas más agresivas del norte. A unos 4 o 5 kilómetros al sur, está el Taos no-indígena, donde migrantes de otras tierras se han asentado.

Pando y el demonio

Una de las leyendas que aquí escuché habla del viejo Pando, quien solía ir cada noche hasta el pueblo de los no-nativos, para comprar y tomarse unos tragos de aguardiente ilegal. Una noche de otoño, zigzagueando de regreso a casa, se detuvo en el camino, detectando en la oscuridad al mismísimo demonio. Incrédulo, pensó que era el efecto de los tragos, pero no, allí estaban unos enormes ojos rojos, dos cuernos puntiagudos y una cola que se movía de lado a lado, impidiéndole el paso. El diablo gruñó y Pando se arrodilló asustado, persignándose y encomendándose a san Miguel Arcángel. Arrepentido, prometió dejar de tomar. Recordó el rito de difuntos aprendido muchos años antes siendo monaguillo: “Líbrame, Señor, de la muerte eterna, en aquel tremendo día. Cuando temblarán los cielos y la tierra. Cuando vengas a juzgar al mundo con el fuego”. Hundido en la desesperación, el pobre Pando rezaba y se persignaba, el demonio se le acercó, sacó su lengua y le lamió la frente, para probar su alma, pensó. Ya entregado al demonio, la luna salió de las nubes, dándose cuenta Pando que había estado rezando frente a un enorme toro, escapado de algún corral.

El descabezado

Luego de 1692, regresaron los españoles a estas tierras del norte de Nuevo México. Un joven militar, Juan Espinoza, estaba alojado en la pequeña villa de Santa Fe. Aunque con buen futuro en su carrera, la carencia de ventajas del mundo civilizado presentaba pocas alternativas, especialmente en el ámbito amoroso.

Con la llegada de los civiles, un mercader (¿o quizás un alto oficial?) y su familia llegaron tiempo después. En esa familia destacaba una bella joven, quien pasó a ser cortejada casi inmediatamente por Juan. Todo parecía ir muy bien hasta que Juan se animó y tuvo el coraje para proponerle matrimonio. En vez de responderle afirmativamente, la joven no lo aceptó por estar comprometida con otro muchacho.

Al verlo desanimado, un amigo le aconsejó visitar una casa vieja del barrio de Analco, a un lado de la iglesia de la Misión de San Miguel, en la cual vivían dos brujas que podrían ayudarle.

Esta casa, aún en pie, en la calle E Vargas, es la más antigua casa habitada en los Estados Unidos. Fue construida cerca de 1598, por indígenas tlaxcaltecas, quienes acompañaban a los españoles en su primera incursión a la zona, sobre las ruinas de un pueblo tano, abandonado en 1435. Esta zona de Analco se construyó al mismo tiempo que la villa real de Santa Fe de San Francisco de Asís. Con la rebelión de 1680, los habitantes del lugar sufrieron mucho y tanto españoles y tlaxcaltecas abandonaron la zona. Entre 1692 y 1693, algunos tlaxcaltecas y otros españoles regresaron a la zona. La vieja casa, reconstruida, sería, entre 1709 y 1710, residencia provisional del recién designado gobernador territorial, mientras se reparaba la Misión San Miguel, cuya iglesia, construida por tlaxcaltecas originalmente de piedra en 1610, pero subsecuentemente de bahareque, es la más antigua iglesia aún en uso en el país. Igualmente, una vez reconstruida, estuvo habitada continuamente hasta la década de 1920 por diversas personas pertenecientes a las múltiples culturas y etnias que han pasado por Santa Fe.

Ciego de amor y desesperado por conquistar a la joven dama, Juan visitó a las brujas suplicándoles su ayuda. Ellas aceptaron prepararle una pócima de amor, garantizando que la bella joven se enamoraría profundamente de él. Pero para entregarle la pócima, Juan debía pagarles una buena cantidad en oro.

Aunque las brujas le aseguraban el éxito, el menjurje que le dieron a Juan no surtió el efecto deseado, y la joven terminó casada con el otro pretendiente. Furioso, Juan regresó a la casa de las brujas demandando que le devolvieran el oro pagado. Al ellas negarse, desenfundó su espada y se lanzó contra ellas intentando herirlas, pero ellas fueron más rápidas y lograron esquivar los sablazos. Una de las brujas le hizo una zancadilla, y Juan cayó al suelo, perdiendo la espada. La otra bruja se hizo de ella y lo atacó, decapitándolo.

Sin duda, sabemos de numerosas historias de “descabezados”. Recuerdo que al lado izquierdo del portal de la Virgen de la Catedral de Notre-Dame, en la fachada occidental, llegué a ver a san Dionisio de París (??-250 d.C.), apóstol de las Galias, primer obispo de esa ciudad y santo nacional de Francia, entre dos ángeles, sosteniendo su cabeza. En Madrid, el cuerpo de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828)2 reposa en la ermita de san Antonio de la Florida, pero no así su cabeza. El apóstol Santiago (5 a.C - 44 d.C.), patrono de España, perseguido por las autoridades romanas por orden de Herodes Agripa I, fue decapitado en Jerusalén en el año 44 d.C. Descubierto en una tumba romana con la cabeza extraída y colocada bajo su brazo, sus restos reposan hoy en Santiago de Compostela, en Galicia.

Aunque el pobre y enamorado Juan fue decapitado por una de las brujas, estas nunca fueron perseguidas, protegidas por ciertas autoridades. Aparentemente, el gobernador de Santa Fe, había tenido problemas románticos, y las pócimas obtenidas de las brujas sí surtieron efecto en él. Dicen los lugareños del barrio de Analco, que en las noches de abril, mes en el que fue asesinado, el fantasma de Juan deambula por la calle Vargas en busca de su cabeza.

Notas

1 Algo acerca de los tepuyes: De insectos y tepuyes.
2 Sobre Francisco de Goya y Lucientes: Francisco de Goya y Lucientes.

Bibliografía

Horak, S. (2024). Santa Fe, Taos & Albuquerque. 7ma edición. EE. UU.: Moon Travel. 304 pp.
Hunter Warren, N. & W. Lumpkins (1995). New Mexico style: a sourcebook of traditional architectural details. Santa Fe: Museum of New Mexico. 176 pp.
Rogel, C. (2021) Haunted New Mexico: Ghosts and Strange Phenomena of the Land of Enchantment. Guilford, Connecticut: Globe Pequot Press. 120 pp.
Southwest Ghost Hunters Association (sin fecha) Report. La capilla de nuestra señora de Guadalupe Chapel.