Puede ser un adjetivo excesivo, pero es fácil de explicar. Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y en las más diversas latitudes nos propusimos reconstruir un mundo devastado, nunca, ni siquiera durante la guerra de Vietnam tuvimos una situación con la actual.
Todo es deplorable y solo la cáscara de las cosas encubre la situación. Tenemos 5 guerras diferentes, sin solución a la vista, con la más grave de todas, uno de los ejércitos mejor armados del planeta, con la tecnología de última generación, dispuesta a aniquilar a casi 2 millones de palestino que sobreviven en un campo de concentración horroroso, ahora destruido en el 75% de sus estructuras, sin alimentos, sin agua, sin hospitales y con un gobierno genocida que permitió un ataque feroz y terrorista de Hamas para justificar esta operación.
El objetivo dicho y reiterado por el máximo genocida de Israel, Benjamín Netanyahu y su gobierno de impedir de cualquier manera la creación de dos estados, Israel y Palestina. Lo ha dicho y reiterado en el parlamento de Tel Aviv y en cuanta oportunidad de se presentó.
Y aparentemente del otro lado, aunque todas sus acciones se complementan, el jefe de Hamas Mohammed Deif, dividió Palestina, separó Gaza de Cisjordania y con su teocracia miserable de que los seres humanos nacieron para ser mártires, hombres y mujeres, fue capaz de organizar y ejecutar durante un año, bajo la atenta mirada del Mossad y del servicio de inteligencia interno de Israel, el ataque del 7 de octubre. No sirven los justificativos históricos, es parte de un juego perverso y sin alma, sabiendo perfectamente que luego vendría el ataque militar en toda su escala de las fuerzas armadas israelíes, las decenas de miles de nuestros y Deif jugando un papel central en las negociaciones.
Un mundo inmundo, donde desde hace dos años dos pueblos, dos naciones que tienen una larga historia en común, con el impulso de los burócratas de la Unión Europea y los estrategas de la OTAN, combaten con decenas de miles de muertos una guerra sin fin a la vista. Y con elecciones en Rusia donde Vladimir Putin supera el 80% de los votos. Con una sola bandera: la guerra.
Aunque últimamente flamea cada tanto con la ayuda de un pobre desgraciado mandatario francés Emanuel Macron, la bandera de la guerra atómica. Solo en un mundo como este pueden sobrevivir mandatarios como Macron, o una neofascista en Italia, o disputarse la próxima presidente, un viejo senil y tambaleante que da miedo como Joe Biden y un demente como Donald Trump. Ese es el futuro de los Estados Unidos.
La lista de personajes que sobreviven o han nacido en este mundo deplorable, se dan en muchos países, en Venezuela con Nicolás Maduro que fragua antes de iniciarse las elecciones para estar otros 6 años más destruyendo el país, o Daniel Ortega y su pareja animados no por una ideología, sino por un rito primitivo y estúpido que liquidó a la revolución nicaragüense y toda su trayectoria. Y podríamos seguir, con Miguel Diaz-Canel que lo único que está haciendo es calentar la caldera insoportable para ese pueblo y que algún día explotará inexorablemente. A menos que los cubanos entre los que se marcharon y los que dejaron de ser cubanos, se sigan sometiendo al mayor fracaso posible y recordado en el conteniente. Cuando los cubanos vuelvan a ser cubanos, todo eso se terminó.
En Argentina, el único país con cinco premios Nobel de América Latina, elige con una abrumadora mayoría del 56% a un débil mental disfrazado de presidente, Javier Milei, digno de un tratamiento siquiátrico urgente. La desesperación es la madre de todos los desastres.
En África el gobierno del Congo reprimió una manifestación con 50 muertos, y ahora las tropas de las Naciones Unidas, que mal que bien protegían cierta estabilidad se irán del país y lo dejarán nuevamente librado a la su suerte.
Este mundo inmundo no lo es solo por sus hechos bélicos o políticos, también algunos intelectuales. ¿Quién ganó la mayor cantidad de estatuillas de los premios Oscar? Nada menos que Oppenheimer. El creador principal de la bomba atómica, que con dos explosiones en Japón asesinó a cientos de miles de personas, casi todas civiles.
Una película para esta época, para humanizar y hacer propaganda de la mayor arma de destrucción de la historia de la humanidad. Y todos festejaron, todos felices en ese escenario básico de Hollywood donde brilla el cine y las miserias del mundo.
Mientras tanto un virus paralizó el mundo durante al menos dos años, el Covid y todavía no sabemos su origen comprobado, casi 15 millones de muertos, y América Latina como el continente más castigado.
Grandes reuniones, hoteles de cinco estrellas reventando de huéspedes que se reúnen para discutir sobre el cambio climático. Y en todo el mundo ciclones, sequías, maremotos, fenómenos meteorológicos desconocidos. Y una banda de iluminados que están convencidos que no existe el cambio climático y algunos que la tierra es plana.
Pero el ser humano es incansable y por lo tanto pone a funcionar una nueva creación, la inteligencia artificial y luego de se pone a temblar ante los peligros desatados e inventa leyes, reglas, normas. Y ella, la I.A.: inmutable.
Esta es una breve reseña a la que podríamos agregar la decadencia de las iglesias, de las escuelas de filosofía, de las grandes corrientes artísticas y siempre nos quedaríamos cortos.
Siempre nos queda un recurso: mirar hacia otro lado, hasta que se pueda.