Considerando los resultados del 7 de mayo, dos actores se perfilan en el escenario político, por una parte, las formaciones políticas participantes en la elección, con 9,7 millones de votos, casi dos tercios de la masa de votantes y, por otra parte, 5,3 millones de ciudadanos a considerar que bajo formas diversas manifestaron su desafección con el proceso (votos nulos, blancos y abstenciones, 35,34%, poco más de un tercio del universo).
Después de la elección los partidos políticos reconocieron que la regla de oro era la moderación y los acuerdos. A partir de ello los partidos de gobierno, buscarán cumplir con su agenda legislativa para evitar debacles electorales futuras. Los republicanos, que en un pasado reciente se han manifestado contra todo entendimiento con el gobierno y reticentes con la derecha tradicional, no arriesgarán un rechazo en el plebiscito de diciembre. Su 35,41%, y 22 consejeros elegidos, los obliga a liderar un proceso exitoso donde ya cuentan con los 3/5 y los 4/7 para llevar a cabo las reformas.
¿Podrán mantenerse estos capitales políticos en los próximos 6 meses?
La métrica de los desafectos con el proceso eleccionario es diferente. Una elección es diferente a un plebiscito. Nada indica que militantes de partidos que participaron en el proceso del 7 de mayo guarden las mismas expectativas que en la fecha de la consulta ciudadana de diciembre.
Acogiendo una hipótesis de simplificación extrema en que las fidelidades de la votación se mantienen, se puede plantear que los votantes de derecha estarán dispuestos a acoger la propuesta republicana, con 56,47%. Los otros, la fuerza del gobierno representaría un 37,55% (Unidad para Chile y Todo por Chile). Podemos suponer que este conglomerado reúne no sólo partidarios del gobierno, sino otros con apoyo crítico.
Desde luego no se puede desconocer que en todas las lealtades partidarias existen brechas. Es lo que la derecha buscó en las anteriores convocatorias a las urnas cuando llamó a plebiscitar la política y las realizaciones del gobierno. Ese escenario se repitió en la elección de consejeros y, muy probablemente, volverá a suceder en las elecciones que vienen.
No cabe duda que esos llamados activarán una vez más la crítica que yace en los barrios, poblaciones, villorrios, campamentos mineros, granjas y a lo largo del territorio en las miles de actividades donde la búsqueda del sustento se encuentra con las desigualdades y las malas condiciones de vida.
A partir del Cuadro N°1 que muestra los resultados por partido político de la elección del 7 de mayo, presentamos dos métricas en el Cuadro N°2. En la columna (1) se presenta el resultado de la votación en términos porcentuales para las 5 coaliciones e independientes. En la columna (2) se presentan los resultados de la votación pero en relación al total del Padrón Electoral, a saber 15.150.572 ciudadanos con derecho a voto. La columna (3) mide la diferencia entre las columnas (1) y (2) es decir, la desafección de la ciudadanía a la elección y de alguna manera al proceso político liderado por la partidocracia de derechas e izquierdas cuya conclusión será el plebiscito de diciembre de 2023.
La columna 3 del cuadro N° 2 señala claramente dos situaciones. La primera es que la mayor votación, aun comparándola con el Padrón Electoral, corresponde al partido Republicano, 23% en lugar del 35%. La segunda situación, es la importancia de aquellos que se abstuvieron de concurrir a las urnas, anularon sus votos o votaron en blanco. Se trata de más de 5 millones de ciudadanos que en el padrón electoral representan más de un tercio, 35,3% (ver última fila del Cuadro N° 2 y Cuadro N° 3 con el detalle de la abstención, nulos y en blanco).
La primera situación es obvia, pero ayuda a entender la fragilidad de los resultados para la partidocracia liderando el proceso político. ¿Fragilidad en torno a qué? Tras las elecciones de mayo viene un período en que el Pueblo vuelve a enfrentarse a la realidad de las estructuras que maneja la política: quien dicta la política es quién la financia. Esos, son los dueños de las Isapres, AFPs, los Bancos, sociedades financieras, la estructura productiva industrial, comercial, minera, agrícola, pesquera…es decir los mandantes. La clase política es mandataria. Es la clase que deberá dar cuenta a los electores frente al fenómeno de los precios en alza, no tan sólo respecto a bienes y servicios de consumo diario sino además a las tasas de interés hipotecario, frustrando el sueño de la casa propia.
Los desafectos a los ejercicios electorales expresan la cólera, miden resultados en lo que se refiere a la seguridad en las ciudades y los campos, el alza de precios, los bajos salarios, las bajas pensiones… Es la rabia frente a la injusticia de estructuras necesarias para el funcionamiento de la sociedad y la economía. Estructura que, en otras épocas, Marx llamó las fuerzas del capital y la finanza que proporcionan al trabajador la maquinaria, los medios de producción que le permiten vender a aquel su fuerza de trabajo pues quien vende el objeto producido al precio de mercado –y se apropia de ello– no es el trabajador sino quien proporciona el capital.
Es el destino del valor final en esta enredada madeja que se manipula desde el comercio. Quienes canalizan el dinero, en la parte no remunerada, hasta las complejas manipulaciones de las finanzas, encajan las ganancias del mercado.
Los partidos políticos son parte de la maquinaria de poder, es la parte visible del iceberg que crea las leyes y estructura las instituciones, las mismas que rinden pleitesía a las necesidades del poder consagrado en las estructuras.
La lucha es hoy múltiple, diversa, no solo desde el lugar material donde se crea la plusvalía, es decir, la fábrica, el taller, los supermercados, bancos, minas… El universo propio del hábitat de las grandes ciudades, de los villorrios, los campamentos obreros, las poblaciones, las tomas, los campamentos, en fin, en la comuna, se encierran los mecanismos de la explotación y el sometimiento.
La comuna es la continuidad del trabajo o del desempleo, desde la labor hasta la frustración, la batalla por mejores condiciones de vida, en todo caso la conciencia, desde donde surgirán las nuevas organizaciones. Estructura de base cuyas realidades emergen con vocación solidaria en la medida que nuestra conciencia se traduce en proyectos locales, regionales para así llegar a la comprensión de lo que es nuestro país.
Conclusión
Nada surgirá de viejos partidos ligados a viejas estructuras de una sociedad que busca textos que perdurarán durante 50 años. En una sociedad donde la ciencia, la tecnología, la utopía espacial, nada nos mantiene amarrados a viejas quimeras, plantear constituciones de 50 o más años resulta absurdo. Salvo para aquellos que viven desde las estructuras de poder.
Sin un proyecto de sociedad, 6 meses con problemas tales como las Isapres, AFP, seguridad interior, salario mínimo, alza incontenible de los precios… pueden ser decisivos en la balanza política, ya sea para el gobierno como la oposición; en cuyo caso la desafección de la política podría sobrepasar los 5,3 millones de ciudadanos teniendo en cuenta quienes el 7 de mayo no concurrieron a las urnas y aquellos que concurriendo anularon su voto o votaron en blanco.
Sin un nuevo proyecto de sociedad no surgirá en nuestro horizonte de tiempo la conciencia de un nuevo territorio y de un nuevo país. No es un país amarrado a viejas estructuras de poder el que podrá resolver los desafíos de un Nuevo Mundo.