El hombre propone y Siri o Alexia dispone, o al menos así vamos. Siri y Alexa, mujeres ellas, en este caso son la inteligencia artificial trabajando para interpretar el lenguaje del hombre. Cuando decimos: «Oye, Siri», nuestra voz se convierte en texto que es interpretado utilizando técnicas de PLN o Procesamiento del Lenguaje Natural.
La inteligencia artificial o IA aspira a transformar el mundo. Pero hay que medir si los cambios que trae serán positivos o negativos para la sociedad. Los expertos en IA comienzan a tener dudas al respecto. Un gran número de empresarios, académicos y humanistas, entre los que figuran Elon Musk, el cofundador de Apple, Steve Wozniak, o el pensador Yuval Noah Harari, han firmado una carta abierta en la que solicitan a los laboratorios de IA una pausa en el desarrollo de nuevas soluciones. ¿La razón? La creciente preocupación porque herramientas como el ChatGPT desarrollado por OpenAI dañen la sociedad, eliminando puestos de trabajo y convirtiéndose en grandes altavoces de la desinformación y el cibercrimen.
De una forma simple se puede definir la IA como un software que trata de imitar las capacidades y comportamientos de una persona. La IA se basa en el aprendizaje de datos, y de las correlaciones que encuentra en esos datos, las imágenes y los sonidos también son datos. Una vez identificados esos patrones y correlaciones, es capaz de hacer predicciones, detectar anomalías y clasificar.
La carrera de los chatbots está comenzando y los gobiernos no están haciendo nada para proteger a la población de estas herramientas. Las empresas detrás del desarrollo de soluciones como ChatGPT que suma más de 100 millones de usuarios mensuales, llevan a cabo prácticas piratas, ya que no explican claramente la procedencia de los datos con los que entrenan a sus herramientas ni la información que recopilan de los usuarios. Italia ya ha anunciado el bloqueo inmediato de ChatGPT por la falta de transparencia.
Además, llama la atención el descontrol detrás de los desarrollos, que no cuentan con ninguna certificación. Un reciente estudio de Goldman Sachs recoge que estos sistemas afectarán a 300 millones de empleos y que provocarán que una cuarta parte de los trabajos en Europa y Estados Unidos se automaticen. En algunos casos, estas herramientas incluso estarían siendo entrenadas con información propiedad de las mismas personas a las que pueden terminar suplantando en el mercado laboral.
La patata caliente está ahora en manos de los reguladores. La UE lleva tiempo intentando sacar adelante su Ley de IA. Muchos esperan que las herramientas como ChatGPT sean encuadradas dentro del grupo calificado de alto riesgo, lo que obligaría a la administración a la revisión de estas soluciones antes de sus lanzamientos. Herramientas como ChatGPT, así como los generadores de imágenes o de vídeo, tienen el potencial para transformar el mundo laboral.
Siri y los asistentes basados en inteligencia artificial de la competencia, como Alexa de Amazon y Google Assistant, ya no dejan a nadie boquiabierto. La tecnología se ha estancado en gran medida, y los asistentes parlantes se han convertido en el blanco de bromas. Ahora el entusiasmo de la tecnología se centra en los chatbots. Estos robots impulsados por IA, como ChatGPT y el nuevo ChatGPT Plus de la empresa OpenAI de San Francisco, pueden improvisar respuestas a preguntas escritas en un cuadro de chat. La gente ha utilizado ChatGPT para realizar tareas complejas como codificar software, redactar respuestas de negocio y escribir ficción.
Los asistentes y los chatbots se basan en diferentes tipos de IA. Los chatbots se basan en lo que se conoce como grandes modelos lingüísticos, que son sistemas entrenados para reconocer y generar texto a partir de enormes conjuntos de datos extraídos de internet. A continuación, pueden sugerir palabras para completar una frase. En cambio, Siri, Alexa y Google Assistant básicamente son lo que se conoce como sistemas de mando y control. Estos pueden entender una lista finita de preguntas y peticiones como «¿qué tiempo hace en Nueva York?» o «enciende las luces del dormitorio».
Ahora muchas de las grandes empresas tecnológicas se apresuran a dar respuestas a ChatGPT. En la de Apple, están enfocados en su gran modelo lingüístico y otras herramientas de IA. Google pronto también lanzará herramientas de IA generativa para ayudar a empresas, gobiernos y desarrolladores de software a crear aplicaciones con chatbots integrados e incorporar la tecnología subyacente a sus sistemas.
En el futuro las tecnologías de los chatbots y los asistentes de voz convergerán, según los expertos en IA. Lo que significa que la gente podrá controlar los chatbots con el habla, y quienes utilicen productos de Apple, Amazon y Google podrán pedir a los asistentes virtuales que los ayuden con sus trabajos, no solo con tareas como consultar el tiempo.
El año 2023 lo recordaremos como el año que vio nacer la IA al gran público. Es una revolución intelectual, que también industrial, de esas innovaciones que nos harán pensar en unos años «¿cómo lo hacíamos antes?». Cualquiera que haya probado ChatGPT, Midjourney y otros, pueden dar fe de que la experiencia IA es sorprendentemente creativa y aterradoramente efectiva. Sin duda, la IA nos robará gran parte del protagonismo, a los escritores, los diseñadores, los filósofos, los coach, los guionistas, los profesores, los traductores, etc.
La creatividad será algo estándar, ya no será productos de mentes privilegiadas. Para bien y para mal, la tecnología tiene esta característica de provocar a la vez una fuerte creación y destrucción de valor. Tan evidente como que una empresa que solía necesitar un equipo de 10 redactores, o profesores, o podemos seguir, para su contenido editorial ahora solo necesitará 2, que impulsarán a los robots y curarán el contenido producido artificialmente. Todos tendrán que reinventarse en una nueva era que revolucionará para siempre la producción y el consumo de inteligencia, entretenimiento y valor.
La tecnología siempre tiene el propósito de cambiar las cosas. Tiene la capacidad de cambiar en mayor o menor medida la sociedad. Ahora nos comunicamos desde el móvil y no esperamos en casa una llamada, nos movemos por cualquier parte del mundo con el un teléfono en el bolsillo. Si la IA depende de las personas, no dejemos que sea ella la que tome la decisión de sustituir a las personas.
Bill Gates lo tiene claro. Y es que la investigación en IA no es una novedad y desde hace décadas el campo de la robótica y similares se han interesado por desarrollar este tipo de tecnología. Sin embargo, es ahora, con la llegada de ChatGPT y otras IA similares, que el público general ha empezado a conocer y temer el poder de la IA. El conocido CEO ha escrito recientemente en una entrada en su blog personal en el que da su opinión sobre ChatGPT, comenta que esta creación es revolucionaria. Considera que la IA puede ayudar a reducir algunas de las peores desigualdades del mundo, los niños que sobre todo mueren en países pobres por enfermedades curables, así como mejorar el cambio climático. Pero este desarrollo no va a estar exento de riesgos y responsabilidades, avisa Gates en su blog, y advierte que frenar el mal uso de la IA los gobiernos deben trabajar de manera estrecha con el sector privado.
Para una servidora, las inteligencias artificiales serán capaces de tomar el control y podrán ser capaces de establecer sus propios objetivos, pero y ustedes ¿creen que la IA nos hará dependientes y perderemos aptitudes?