Sin ser «catastrofistas» convenimos en que, según el CIDOB, 2023 es «un año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello».
Fin de un ciclo y comienzo de otro. Uno más o uno menos. ¿Bueno o malo? Simplemente otro.
¿Qué se defiende en una guerra? ¿Por qué ir o no ir a la guerra? ¿Dónde y cuándo es más probable una nueva guerra; una guerra prácticamente anónima como son las modernas? ¿Quién se ve involucrado en una guerra hoy… ¿tú, yo, nosotros? Los poderosos prefieren guerrear en territorios ajenos, en espacios distintos a los propios, en terceros países. Los menos fuertes resisten en su territorio. Hay guerras preventivas, de agresión, de ocupación y de desgaste; hay guerras defensivas, de resistencia. La historia es pródiga en estas materias.
En este tiempo nuestro la confrontación entre izquierdas y derechas (fuerzas de cambio y fuerzas conservadoras) crece todos los días, prácticamente en todos los espacios y niveles. Poco importan las denominaciones o las representaciones formales. Sí importan las definiciones y las acciones concretas, porque no es lo mismo hablar de asumir posiciones desde el norte que desde el sur, desde arriba o desde abajo. Las luchas de clases (motores reales, materiales, de la historia según Marx), sean locales, regionales o globales, han entrado en una dinámica tanto o más fuerte y crítica que en otras épocas recientes. Vamos de manera cada vez más clara y evidente hacia nuevas guerras de clases globalizadoras entre naciones o Estados y alianzas político-militares (Ver La Guerra Global de Clases, Jeff Faux, UACM; 2014, 550 pp.).
Un primer problema teórico y metodológico para abordar estas temáticas tiene que ver con las ideologías y, desde allí, con la visión del papel que las ciencias y las tecnologías juegan en las luchas de poder en la historia contemporánea. ¿Qué sabemos y qué ignoramos de los instrumentos con los que construimos los distintos campos de conocimiento de nuestro tiempo, y con la manera de abordar los conflictos de intereses materiales entre clases, naciones y élites hegemónicas?
Por si los temas ecológicos, de pobreza y de hegemonías no fueran suficientes para ponernos en guardia, la amenaza de acudir eventualmente a las armas nucleares por parte de algunos de los 16 países que las poseen se acrecienta en un clima de tensiones que tienden a incrementarse en distintas regiones. No ha ocurrido mayormente, pero puede ocurrir que, una vez desatado un conflicto bélico, las múltiples centrales y plantas atómicas que en distintos países generan electricidad sean objetivos militares; y eso, llegado el caso ¿cuándo y cómo se podría detener? ¿Y quién puede escapar a los alcances de tales devastaciones? ¿Qué pasaría en Francia, EE. UU. o China, por ejemplo, que tienen cientos de plantas atómicas generadoras de electricidad?
El que tiene algún valor material no quiere arriesgar, sino acrecentar su patrimonio. Llamémosle egoísmo, egolatría, codicia o como se quiera, empero ¿de qué manera podemos limitar las disputas para defender lo que se considera que es o que puede ser propio? Las posesiones materiales y los derechos que las garantizan son cada vez más cuestionados. Los órdenes jurídicos y políticos que protegen todo tipo de propiedades son hoy cada vez más cuestionados y desafiados, y no hay otras garantías para hacerlos valer que la capacidad coactiva de Estados y gobiernos. ¿Hasta qué punto esos cuestionamientos tienen que ver con los regímenes políticos y con los sistemas sociales establecidos, sean liberales y capitalistas o democrático sociales? Ciertamente no son las leyes internacionales, sino la fuerza económica de las grandes corporaciones lo que las lleva incluso a desafiar a gobiernos constituidos.
La política interfiere en la economía, y viceversa. No en balde se habla hoy de economía-política, ambas partes reunidas en una sola por lo menos desde Marx. Las dos caras de una misma moneda, que está en el aire, hacen prever complicaciones graves y aún críticas a escala global. Como ya antes ocurrió, por temas de expansión económica o apropiación territorial, se abre otra vez el panorama de nuevas y antiguas conflagraciones europeas y eventualmente «mundiales».
¿Cómo ver eso desde acá, desde el hemisferio occidental, desde la América Latina y desde un país neutral y ajeno a esos conflictos como México? ¿Qué tanto podrían alcanzarnos disputas como la de Ucrania, que sin ser una «bronca» nuestra nos afecta? ¿Qué pasa, qué hace el «mundo civilizado»?
Todo pareciera indicar que los desafíos militaristas están a la orden del día, en oriente y occidente. De cualquier modo que ocurran, una vez iniciadas en escenarios concretos, las hostilidades indirectas o directas ¿cuáles serán y hasta dónde se podrían extender los teatros de las hostilidades?
En toda guerra, como se sabe, el primer frente de batalla es el ideológico. Es en el campo de las ideologías donde las guerras se originan, se negocian y se resuelven. La confrontación de intereses tiene que expresarse, sustentarse y convenirse en y con ideas. El que no sabe por qué pelea está perdido o solo puede ser sometido o utilizado. Tarde o temprano sabrá, con suerte, que fue a dar a una guerra, acaso sin quererlo y sin saberlo, que tal vez no era la suya.
Ideologías en guerra
Coincidimos con El País cuando publica que en el mundo de 2023 hay por lo menos diez temas que marcarán la agenda internacional.
Aceleración de la competición estratégica
La guerra de Ucrania ha acelerado el cisma y la confrontación entre los grandes poderes globales. La tensión armamentística se ha añadido a la competencia comercial, tecnológica, económica y geoestratégica que ya definía las relaciones entre Estados Unidos y China y que se intensificará en 2023. A pesar de ello, no estamos ante un mundo dividido en dos bloques estancos, sino en plena reconfiguración de alianzas, que obliga al resto de actores a resituarse ante las nuevas dinámicas de competición estratégica y a buscar espacios propios en una transformación que es global, pero que en 2023 seguirá teniendo su epicentro en Europa.
Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva
La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto que, cuanto mayores son los riesgos que genera la confrontación geoestratégica, más obsoletos parecen los marcos de seguridad colectiva. Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente. Por un lado, hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN; mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales.
Transiciones en colisión
Las transiciones verde y digital, que parecían ir de la mano hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en colisión. La guerra en Ucrania y el impacto de las sanciones a Rusia han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e incluso los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas. ¿Ha sido esta crisis un acelerador o un sabotaje para la transición energética?
¿Recesión económica global?
Las consecuencias de la guerra de Ucrania en la energía, las persistentes disrupciones en la cadena mundial de suministros, así como las políticas monetarias adoptadas frente a una inflación creciente han llevado al pesimismo para el futuro económico de 2023. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), 2022 cerrará con un crecimiento económico mundial alrededor del 3.2%; no obstante, en sus previsiones para el año próximo, esta cifra caería hasta el 2.7% —la más baja desde 2001 con la excepción de 2020 por el impacto de la pandemia—. El Banco Central Europeo (BCE) alerta de que la eurozona podría entrar pronto en una leve recesión técnica o estancamiento. Un escenario sombrío para un mundo que aún trata de revertir los estragos sociales y económicos de la pandemia y, de nuevo, se ve abocado a la volatilidad.
Crisis de acceso y garantías a los bienes básicos
La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre hoy los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, así como de los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional.
Inestabilidad y descontento social
Los impactos de la «permacrisis» tienen una incidencia directa en el empeoramiento de las condiciones de vida de los hogares, lo que se traduce en un aumento del malestar social y las protestas ciudadanas como expresión del descontento. En 2022, más de 90 países han registrado movilizaciones por la falta del acceso a los bienes públicos.
En América Latina, los altos precios de los combustibles han generado protestas en Perú, Ecuador y Panamá a lo largo del año, así como en Argentina, donde los manifestantes han extendido las demandas para reclamar más empleos y ayudas frente a las altas tasas de inflación. Un malestar social que impactará de lleno en el camino a las urnas para Ecuador y Argentina, que tienen elecciones previstas, respectivamente, para febrero y octubre de 2023.
Fracturas y atomización de los movimientos y sus reivindicaciones
Emmanuel Macron lo describió como «el fin de la abundancia», y algunos economistas teorizan sobre el «fin de lo barato» (sea el dinero o los costes de producción). Vivimos con una sensación de agotamiento: se acaba el tiempo para revertir el cambio climático; escasea la solidaridad; perdemos capacidad adquisitiva para hacer frente a nuestras necesidades más básicas; el estrés hídrico gana terreno y nos sobra, sobre todo, sensación de fragilidad. La permacrisis retrata, según el diccionario Collins, un «período prolongado de inestabilidad e inseguridad» provocado por una concatenación de sucesos que han ido impactando sobre nuestra realidad. Llevamos años de desigualdades crecientes, pero ahora el modelo parece haber quebrado y, ante un cambio estructural tan profundo, los miedos y ansiedad se acumulan.
Autoritarismo bajo presión
El 70% de la población mundial —más de 5,000 millones de personas— vive «bajo dictaduras». La involución democrática gana terreno. El informe sobre el estado de la democracia en el mundo del instituto V-Dem advierte que el nivel de democracia del que ha gozado la ciudadanía global en 2022 «ha bajado a los niveles de 1989». Los últimos 30 años de avances democráticos han quedado borrados del mapa. Sin embargo, no solo la democracia está bajo presión, sino que las autocracias electorales también tienen un año con muchos interrogantes por delante. En 2023 veremos como algunos de estos liderazgos autoritarios están cada vez más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del propio sistema o por la fuerza de movimientos opositores.
Fragmentación regulatoria, desglobalización sectorial
No estamos ante un mundo de dos —marcado por la confrontación bipolar entre Estados Unidos y China—, sino ante dos mundos que se van configurando en paralelo, pero con espacios de interrelación. La aceleración de la competición estratégica ha ido de la mano de una amplificación de las vulnerabilidades inherentes a la hiperconectividad. Y China está en el centro de los dos procesos. La política de covid cero, que hasta finales de 2022 ha seguido bloqueando grandes puertos internacionales chinos e impactando en las cadenas de suministros globales, ha precipitado la transformación del modelo de globalización, aún en proceso de redefinición.
Testando límites
Si 2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos, la bola negra de nuestra mesa de billar es todo aquello —acontecimiento o efecto inesperado— que, como los últimos años han demostrado, es capaz de hacer saltar por los aires las previsiones, los tiempos y las estrategias de la política internacional. En la lista de amenazas que pudieran propiciar una escalada en los riesgos existentes, el peligro de un ataque o accidente nuclear ha subido enteros después de la subida de tono de la retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos en las inmediaciones de centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania.
Las buenas noticias
Ante este panorama global, no muy alentador, uno se pregunta ¿qué reacciones o respuestas suficientes y positivas se plantea la comunidad internacional? He aquí algunas:
En su último Mensaje de 20222 el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, expresó:
Las Naciones Unidas son producto de la esperanza. La esperanza —y la determinación— después de la Segunda Guerra Mundial de pasar del conflicto mundial a la cooperación mundial. Hoy, nuestra organización está siendo probada como nunca. Pero las Naciones Unidas fueron hechas para momentos como este. Ahora, más que nunca, necesitamos dar vida a los valores y principios de la Carta de las Naciones Unidas en todos los rincones del mundo. Dando una oportunidad a la paz y poniendo fin a los conflictos que ponen en peligro vidas, futuros y progreso global. Trabajando para poner fin a la pobreza extrema, reducir las desigualdades y rescatar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Protegiendo nuestro planeta, incluso rompiendo nuestra adicción a los combustibles fósiles e impulsando la revolución de las energías renovables. Y equilibrando finalmente la balanza de oportunidades y libertad para las mujeres y las niñas y garantizando los derechos humanos para todos. Al conmemorar el Día de las Naciones Unidas, renovemos nuestra esperanza y convicción en lo que la humanidad puede lograr cuando trabajamos unidos, en solidaridad mundial.
Polonia acogió a más de dos millones de refugiados ucranios este año. Sus ciudadanos gastaron 2,100 millones de dólares en ayuda, y su gobierno, otros 3,400 millones. Las actitudes también cambiaron: el 80% de los polacos apoya ahora acoger a refugiados.
Más hogares se iluminaron. La población mundial con acceso a electricidad pasó del 83% al 91% entre 2010 y 2020.
Alguien devolvió los cuadernos de Darwin robados hace 22 años de la biblioteca de Cambridge. Fueron devueltos en marzo de forma anónima, en una bolsa de regalo rosa chillón, en buen estado y con una nota dirigida a la eufórica bibliotecaria: «Felices Pascuas».
Cada vez más niños y niñas acaban la escuela. Desde 2000, los que completan la primaria en el mundo han pasado de ser el 82% a ser el 90%. Además, ahora lo hacen tantas niñas como niños.
También mueren menos bebés. La mortalidad antes de los cinco años se redujo a la mitad entre 2000 y 2020, pasando del 7.5% al 3.6%. Se nota incluso en países ricos como España; si esas muertes ya eran pocas (1 en 100), hoy son la tercera parte (1 en 300).
Las vacunas contra la COVID-19 siguieron salvando vidas. Se estima que en 2021 previnieron casi 20 millones de muertes.
Hay un boom de otras vacunas. Una inyección se demostró muy eficaz para evitar la malaria y otra vacuna experimental parece capaz de inducir una respuesta inmunitaria contra todos los tipos de gripe. Como explica Derek Thompson en The Atlantic, eso es útil de dos maneras: atenuando las gripes estacionales y apaciguando el temor de los científicos de que la próxima pandemia sea una gripe de alta mortalidad.
La pobreza extrema se redujo a la tercera parte entre 1999 y 2019. Todavía la sufre el 8.5% de la población mundial, pero hace dos décadas eran muchos más, un 30%.
Y debería seguir reduciéndose. Aunque la covid hizo aumentar esa pobreza por primera vez en décadas, las estimaciones del Banco Mundial dicen que ya hemos recuperado el nivel de 2019 y que la tendencia es positiva.
¿Algo más sorprendente? En la última década también se redujo la desigualdad global. Entre 2008 y 2018, los ingresos de los pobres en el nivel mundial aumentaron en mayor porcentaje (8%) que los de los ricos (1.5%). El Gini bajó. La distribución ha cambiado radicalmente en tres décadas, como explica el especialista Branko Milanovic: «ha surgido una clase media mundial. Un cambio extraordinario en solo 30 años, probablemente el mayor en un periodo tan corto de la historia. La forma de la distribución mundial de la renta ha cambiado, [hay mucha gente] entre 3,000 y 10,000 dólares, donde en 1988 había pocas personas».
En Europa hay seis veces más inventoras. La proporción de mujeres entre los europeos que patentan ha pasado del 2% en 1978 al 13% actual. En España son el 23%.
También hay más jefas. Entre 1990 y 2020 se dobló la proporción de mujeres en puestos directivos y mandos intermedios, pasando del 15% al 36%. Aún son más en Argentina (37%), México (38%) o Chile (43%).
Además, por primera vez una mujer arbitró un partido del Mundial masculino de fútbol. Fue la francesa Stéphanie Frappart, que ya había sido la primera en arbitrar en Champions.
Una persona de color encabezó el gobierno de Reino Unido, otra primera vez. Rishi Sunak nació en el sur de Inglaterra de padres emigrados desde India, la antigua colonia británica. También es la primera persona de fe hindú que ocupa el cargo, y como cuenta The New York Times, quizá sea el único primer ministro más rico que la familia real.
La pena de muerte se abolió en cinco países. En Malasia, Zambia, la República Centroafricana, Papúa Nueva Guinea y Guinea Ecuatorial.
Nuevos estudios dicen que basta con 20 minutos semanales de actividad física para mejorar (mucho) tu salud. ¿Lo más curioso? Es un tercio de lo que se creía necesario, por una razón sencilla y humana. Los científicos solían usar encuestas para saber cuánto ejercicio hacemos; ahora usan pulseras que registran tu verdadera actividad… y han descubierto que exagerábamos. Para mejorar tu salud bastan veinte minutos que te parecerán sesenta.
Más gente va en bicicleta. Los ciclistas habituales en España han subido del 23% al 32% en apenas tres años.
La mitad de los abuelos estadounidenses jugaron a videojuegos en 2022. Al menos una vez al mes, y no necesariamente con sus nietos, según este estudio.
Se lanzó con éxito la misión Artemis I, el primer paso para regresar a la Luna. Tras décadas de ausencia, el plan de la NASA es enviar una astronauta en tres años.
Vimos la enormidad del universo. Lo más alucinante del telescopio James Webb es quitar zooooooom. ¿Recordáis el cúmulo de galaxias que se veía en la primera imagen que se difundió? Pues resulta que solo era una minúscula porción del cielo y da absoluto vértigo alejarse y alejarse, para ver entrar galaxias y más galaxias, y sentirte pequeño: aquí el gif.
Dimos un paso hacia la energía inagotable. Tras décadas de intentos, los científicos de un laboratorio federal en California llevaron a cabo por primera vez una reacción de fusión nuclear que produjo más energía de la que entró en ella. La secretaria de Energía de EE. UU., Jennifer Granholm, lo celebró así: «Este día acabará en los libros de historia».
Un estudio en Nature describió una forma de cargar baterías con increíble rapidez. Si se puede cargar un coche en 10 minutos, recargar con más frecuencia se convierte en un problema menor, lo que permitiría usar baterías más pequeñas, baratas y sostenibles.
En China los coches totalmente eléctricos ya son el 30% de todos los nuevos. Es el doble que hace un año.
España batió otro récord renovable. En abril logró generar el 40% de su electricidad a partir de energía eólica y solar.
La energía renovable salió impulsada de la crisis energética global. Según la Agencia Internacional de Energía: «la capacidad mundial casi se duplicará en los próximos cinco años, superando al carbón como principal fuente de generación de electricidad».
Nos dimos un nuevo derecho universal. La Asamblea General de la ONU declaró que debía serlo el acceso a un medio ambiente limpio y sano.
La contaminación mató menos gente. Se estima que en los noventa las partículas finas causaban un millón de muertes en el mundo; en 2005 eran la mitad, y en 2021, un tercio.
España emite menos CO2. Las emisiones por persona se han reducido en un 35% desde el máximo de 2005.
China contamina menos. Desde que en 2014 declaró la «guerra contra la contaminación», el país ha reducido sus emisiones de PM2,5 en un 40%.
Un montón de países han desligado su crecimiento de las emisiones de CO2. Un ejemplo es México: entre 2005 y 2019 su economía creció un 33% y sus emisiones se redujeron un 10%.
Aunque el calentamiento global continúa, nuestros avances son reales. Lo explica Hannah Ritchie: las medidas que estaban vigentes en 2016 nos llevaban a un calentamiento de 3.5 grados para el año 2100, pero nuevas predicciones, con las medidas actuales, nos conducen a uno de 2.7 grados. El objetivo sigue siendo limitar el calentamiento a 1.5 o 2 grados.
El fuego de los hogares dejó de matar. En 1989 se atribuían a la contaminación del aire interior —por la quema de combustibles sólidos como leña o rastrojos— hasta 1 de cada 200 muertes en España. Hoy no serían ni la décima parte.
Dos enfermedades retrocedieron. En lo que va de siglo, se ha reducido en un 60% el número de escolares del África subsahariana infectados por bilharzia (la enfermedad parasitaria más común). Los casos mundiales de leishmaniasis visceral cayeron a la sexta parte entre 2011 y hoy.
Otra enfermedad resultó (casi) erradicada. En 2021 solo se contaron 15 casos de la enfermedad del gusano de Guinea en el mundo. En 1986, hubo 3.5 millones de enfermos.
En 2022 seguimos avanzando contra la gran causa de muerte. Se descubrieron las células malignas que provocan la metástasis, responsable del 90% de muertes por cáncer. Ojalá se demuestre su talón de Aquiles. También se probó con éxito una inmunoterapia, un tratamiento con anticuerpos y una prueba de detección temprana, como celebran en The Atlantic.
Tres parapléjicos volvieron a andar un día después de recibir un implante electrónico. Las intervenciones quirúrgicas consistieron en colocar electrodos directamente sobre la médula espinal, un tratamiento caso a caso, de momento, pero exitoso.
Llegaron nuevos medicamentos contra la obesidad. El único tratamiento contra el sobrepeso era «dieta y ejercicio» o una cirugía bariátrica, pero una nueva generación de pastillas ha vuelto optimistas a muchos expertos.
Una inteligencia artificial predijo la estructura de todas las proteínas conocidas y resolvió (de golpe) uno de los grandes problemas de la biología. Puede aportar información sobre moléculas esenciales para entender enfermedades devastadoras como el alzhéimer o el párkinson.
La inteligencia artificial saltó al futuro. Para mí, es la historia del año. Los modelos masivos hacen cosas increíbles: pueden responder preguntas, explicarse, programar, razonar, entenderte al hablar, escribirte cuentos o hacerte dibujos. Tienen habilidades que la mayoría de los expertos hubiesen juzgado imposibles hace cinco años. Por primera vez, vamos a automatizar tareas «creativas», lo que podría cambiar la forma en que trabajamos, cómo pensamos y hasta nuestra idea de qué es (y qué no) la creatividad humana.
En 2023 nacerá un montón de bebés. Vendrán al mundo unos 140 millones, para hacer más interesante la vida de sus padres, armar jaleo en los trenes, preguntar cosas graciosas, y ojalá que crecer sanos, felices y curiosos.
Muchos serán personas luchadoras. Como esta jugadora de voleibol del torneo estadounidense universitario: la pelota había salido disparada muy lejos de la pista, y el punto parecía perdido, pero Kate Georgiades no se rindió.
Otros crecerán para ser sabios. Como la primera española que diseñó para Ikea, que este año nos dijo qué es para ella el buen vivir: «El sol, la poca prisa, los tomates con sabor que cultivamos, los niños asilvestrados».
Habrá niños sensibles que harán lo correcto. Pienso en el amigo del que habló el niño Mohammed Mahdi: «Era mi primer año de instituto. Acababa de emigrar de Yemen a Estados Unidos. El profesor me llamó al frente de la clase y me pidió que me presentara. No hablaba muy bien inglés y estaba tan nervioso que no me salían las palabras. Oí susurrar a un alumno y se me encendieron las mejillas. Pensé que se estaba riendo de mí. Pero después de sentarme, se acercó y me dijo: ‘Escucha tío, me sentaré a tu lado en cada clase y te ayudaré’. Ahora, después de cuatro años, es mi mejor amigo».
Y habrá, también, gente obligada a ser valiente. El escritor Salman Rushdie ha vivido desde 1989 amenazado por el régimen de los ayatolás iranís, que consideraron blasfemo un libro suyo. Este año fue salvajemente atacado en Nueva York y sigue recuperándose de sus heridas. Como escribió Javier Cercas, proteger a Rushdie es protegernos, y podemos empezar por compartir sus palabras:
El fundamentalista cree que no creemos en nada. En su mirada del mundo, tiene las certezas absolutas, mientras nosotros estamos hundidos en indulgencias sibaritas. Para demostrarle que está equivocado, primero debemos saber que está equivocado. Debemos ponernos de acuerdo en lo que es importante: besarse en lugares públicos, los sándwiches de bacón, estar en desacuerdo, la moda vanguardista, la literatura, la generosidad, el agua, una distribución más equitativa de los recursos de la Tierra, las películas, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor.