Se avecina la COO 15 sobre biodiversidad, en Canadá. Hay una enorme preocupación porque el mundo está perdiendo su variedad de especies («biodiversidad se reduce»), y la agricultura no está exenta de esta tendencia: cada vez menos especies se utilizan para alimentos y piensos para ganado.

Por ejemplo, la FAO informó en 2018, de 580 tipos de pescado que se sabe que son comestibles, actualmente solo 10 son favorecidos por el mercado; de 30.000 plantas comestibles, el 60% de la humanidad depende en sólo nueve cultivos (principalmente trigo, maíz, y arroz); y de 8 800 razas de ganado en el mundo, solo se confía en 1.445 razas (ver Figura 1).


China
Figura 1: Estado de la pesca y la agricultura en el mundo (2018).

Esta tendencia a producir con menos diversidad ha forzado una mayor dependencia de insumos externos como fertilizantes y agua, y también ignora las preocupaciones nutricionales. Por ejemplo, la doctora Anna Lartey, jefa de la división de nutrición de la FAO, informó a la Conferencia de Alimentos Indígenas en 2019, la popular variedad de banano «Cavendish» que domina en los supermercados de todo el mundo tiene un contenido de caroteno de solo 26 mcg/100g, mientras que el contenido de caroteno del banano «Utin lap» es de 8.508 mcg/100g.

A pesar de esto la variedad «Utin lap» ha perdido cuota de mercado, incluso en las islas del Pacífico, donde es endémica, debido a la popularidad del color, la forma, la durabilidad y la disponibilidad de Cavendish.

Monocultivo y dependencia de menos y menos especies no son buenas ni para el medio ambiente ni para la nutrición humana y del suelo.

El impacto ambiental se demuestra fácilmente

En un artículo de junio de 2022: La aceleración del cambio climático, publicamos que cada año la producción mundial de carne emite 4,3 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente 1 (conocido como CO2e), el arroz 2,1 gigatoneladas y la leche 1,6 gigatoneladas. En comparación, The Economist estimó que Japón emite 1,2 gigatoneladas de CO2e por año y toda la industria de la aviación 0,85 gigatoneladas por año. Esto significa que producir solo carne, arroz y lácteos genera casi ocho veces las emisiones de uno de los países más industrializados del mundo y 10 veces las emisiones de todos los aviones que surcan los cielos.

De los cinco mayores emisores de la agricultura (carne de res, arroz, lácteos, cerdo y pollo), conviene enfocarnos en el sector lácteo porque al menos catorce países se han comprometido a emprender el camino hacia la conversión de sus sectores lácteos en industrias que se conviertan en «neutrales netos», lo que significa que ya no agregan gases de efecto invernadero al medio ambiente, o que si lo hacen, implementan medidas remédiales y de compensación (Ver publicación: Cambio climático: metano agrícola y estiércol del ganado).

La recién terminada COP 27 del cambio climático en Egipto, avanzó poco, excepto en crear un nuevo fondo para apoyar a los países más vulnerables (i.e. pequeños estados insulares) por las pérdidas y los daños sufridos. Probablemente será muy poco y muy tarde, pero ofrece esperanza frente a la inacción y la confrontación de las últimas décadas.

Finalmente, ante el doble reto de perder biodiversidad y el aumento de los embates del cambio climático en la agricultura, el propio sector agrícola puede y debe transformarse. La producción puede ser neutra en términos de CO2e y la nutrición podría guiar a los ciudadanos para alimentarse y reducir sus compras basadas en el color, la forma o disponibilidad. Un consumidor informado y que exija responder al doble reto: mitigar la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, sería fundamental para evitar que la tormenta perfecta provoque el colapso de la humanidad.