A propósito de haber retornado a jugar los torneos de Tenis ITF, se me vino a la memoria algo que creo dijo Federer: «Son mis adversarios los que me hacen crecer». Esto significa que es la rivalidad deportiva la que hace crecer a uno como jugador y más aún como persona. Al poco tiempo esto quedo más que refrendado, que no eran solo palabras bonitas. Hace unos días durante la Copa Laver no pude contener las lágrimas de emoción al presenciar la bella escena de Federer llorando mientras toma la mano de Nadal, quedando unidos en esa hermandad que otorga la rivalidad sana, y verdaderamente profesional. Con sus ojos humedecidos por las lágrimas como auténticos niños. La más bella despedida que nos podían ofrecer estos dos monstruos del deporte. Que gesto más gráfico de amistad, empatía, compañerismo, solidaridad, de complicidad, y finalmente del verdadero espíritu deportivo que estos caballeros supieron practicar en su carrera como personas y deportistas.
Son acciones como la descrita, las que multiplicadas por mil, logran hacer crecer a una sociedad y a un país. Dicho esto, como suelen decir los políticos, creo que una manera de fomentar ese espíritu colectivo, de amistad y respeto, tan escaso en el mundo del arte y la cultura, en nuestras sociedades tan dividas, egoístas, individualistas, tan plagadas de verdades absolutas, llenas de prejuicios y mentiras verdaderas, la solución pasa por reformular los fondos concursables de cultura.
Es necesario provocar un cambio de chips en la mente de los gestores culturales y dar un giro radical de manera que podamos soñar con un mundo donde la cultura cumpla un rol destacado en la formación de las nuevas generaciones, y de paso signifique una reactivación del ambiente cultural en sus más diversas expresiones. Si partimos de la base que el objetivo fundamental de los dineros públicos que reparte el estado deben ir fundamentalmente en beneficio del ciudadano, entonces debiéramos concluir que la gran mayoría de los proyectos culturales ganadores de estos fondos no están cumpliendo con ese dictamen.
Mayoritariamente los premios están favoreciendo la carrera personal del creador que lo obtuvo, mientras tanto el ciudadano común continúa marginado debido a los limites elitistas que han creado los propios gestores culturales a lo largo del tiempo. Entiendo que el objetivo del Estado y sus aportes económicos al arte, tienen por misión, no solo cuidar el patrimonio cultural del país en sus diversas expresiones, sino también, ampliar nuestros horizontes de la imaginación, de nuestra emocionalidad, y nuestra facultad de pensar, si mi impresión es correcta, debo decir que estamos demasiado lejos de lograr esa meta.
Sino ¿cómo explicamos a la gente común, al ciudadano de a pie, que un plátano colgado en una pared de un Museo o Galería, es una obra de arte? O como dice este titular que leí hoy en la prensa: «Ruedas cubiertas de picorocos le dan aire marino al Museo de Arte Contemporáneo» (la imagen muestra una decena de viejos neumáticos que han estado años sumergidos en el mar plagados de aquel crustáceo) y luego el artista agrega: «es un esfuerzo por desmantelar las pantallas y desfondar lo cotidiano, instalando el suspenso, contrastando con textos para cuestionar el lenguaje y sus límites, el sistema y sus márgenes».
Como diría Condorito, exijo una explicación y ¡Plop! Está más que claro que para que la gente deguste y consuma arte, no solo se requiere de buena voluntad, buena onda, buenas intenciones, que finalmente no cambian nada y todo sigue igual, y la gente salga de rallar los museos, las bibliotecas, a incendiar iglesias y museos, y destruir patrimonio, para que esto no suceda hay que estar dispuestos a congelar nuestro ego, dejar de ser paternalista, sacar la voz y atreverse a denunciar estas aberraciones. No sacar cálculos políticos, temerle a las funas o a las redes sociales y pensar realmente en cómo ser un verdadero aporte al cambio genuino.
Mi propuesta es muy simple y práctica. Los proyectos culturales audiovisuales financiados con los fondos de cultura que reparte el Estado deben tener como objetivo a los miles de estudiantes de los diferentes niveles de nuestra educación primaria, secundaria y superior. La primera etapa es que el Ministerio de Educación defina los temas y personajes de los cuales precisa material de apoyo. Luego los fondos del Ministerio de Cultura financian la producción. Para llegar a destino cierto, la señal cultural de TVN, se encarga de almacenar y transmitir este material audiovisual de apoyo para la educación de manera que los profesores puedan visualizarlo y trabajar con los alumnos a lo largo del país.
Naturalmente que esta fórmula no coarta la libertad creativa de nadie, ya que los temas y personajes que el Ministerio de Educación defina podrán ser realizados en el género audiovisual que más convenga al desarrollo del tema. Por ejemplo, si el Ministerio sugiere la necesidad de material sobre Gabriela Mistral, este puede ser un documental o una ficción. Lo más importante es que de esta forma transformamos estos fondos públicos en un material que realmente llegue a ser un aporte concreto en la formación de las nuevas generaciones. Y no como hoy sucede donde la mayoría de los proyectos realizados con fondos públicos sirven para financiar proyectos muy personales que se visten de seda o políticamente correctos, pero mayoritariamente van a saciar el ego y trayectoria de sus autores.
Otro aspecto que me parece fundamental para generar un ambiente positivo entre quienes habitan el mundo cultural, debiera ser que los fondos públicos de cultura que se reparten anualmente no sean para concursos, festivales u otros, donde exista la competencia, eventos donde uno gana y todo el resto pierde. Sabemos lo que cuesta crear una obra de calidad, cuesta tanto, a la que gana, como a las que pierden. Lo correcto sería que la curatoría fuera rigurosa, de manera que quienes sean seleccionados, ya fueran ganadores. Esto permitiría que durante el evento nadie viera al otro como su competencia, sino todo lo contrario, que lo vea como su colega, con el cual puede compartir datos, experiencias, contactos. El Estado en vez de fomentar el competir debe fomentar el compartir. De esta manera estaremos ayudando a crear un clima fraterno, más sano, más colectivo entre los colegas y el mundo de la cultura, solo así la cultura podrá realmente jugar un rol concreto, positivo en el desarrollo de todos los individuos y dejar de ser un producto gourmet de consumo elitista. Y ahora me voy a ver el tie-break de Alcaraz y Rune.