Comunicar: hacer común, compartir, llegar al otro o a los demás. Emitir un mensaje, responder después de haber interpretado los motivos del interlocutor. En la comunicación hay varias posibilidades y canales abiertos, pero comunicar significa, entre otros aspectos, controlar, incidir en el modo de actuar y pensar de una persona o un grupo, alterando la manera en que ellos perciben el mundo y la situación en que se encuentran.
Controlar sin usar la fuerza física, sino con el uso de palabras, gestos y postura. Uno no puede dejar de comunicar, de pasar mensajes y lo importante en este contexto es necesario estar consciente de lo que hacemos y queremos lograr. A menudo, cuando pregunto: ¿Qué significa comunicar? La respuesta es estar juntos, sentirse bien e intercambiar ideas e impresiones. Es decir presentar al otro, lo que sentimos y pensamos y en esto hay algo real. Una cantidad de tiempo pasado con amigos y parientes, lo dedicamos a «fluir juntos» sin preocuparnos demasiado del tema y el modo en que lo hacemos. Pero si observamos lo que sucede en estas situaciones, podremos apreciar que a pesar de todo, uno influencia a los demás y lo hace en modo más o menos estructurado. Querámoslo o no comunicar implica influenciar. Reconociendo esto, no nos queda alternativa, que hacerlo bien con un método y objetivo claro.
Por otro lado, nuestra mera presencia en un contexto social es, en sí, un acto comunicativo y comunicar es la actividad que más incide en nuestras posibilidades, sea a nivel profesional o personal. Mucho de lo que queremos lograr dependerá de nuestra capacidad de hacerlo. Comunicar tiene mucho en común con convencer, persuadir, seducir y en cierta medida manipular.
Cada persona en relación a un problema determinado o posible elección, consciente o no, maneja algunas opciones y cada una de estas opciones tiene un valor o peso específico. En este sentido podríamos decir que comunicar implica alterar opciones, modificando su valor, excluyendo algunas o proponiendo otras, cambiando así la realidad de nuestro interlocutor, sobre todo si nuestros argumentos son válidos. Este es el objetivo abierto de la propaganda y de este tipo de comunicación indirecta e impersonal, estamos inundados en nuestra vida cotidiana. Todos luchan por ocupar un espacio mental e incidir en nuestro modo de ver las cosas, especialmente en esta «era digital», donde nos encontramos más y más expuestos e influenciables. Alterar preferencias se llama la técnica usada, que algunos denominan «consejos para las compras» y cuyo objetivo es estar presentes.
El acto de comunicar se funda en un mensaje, un medio de comunicación y un interlocutor que reacciona y descifra lo que comunicamos y en este sentido no podremos jamás tener el control de como lo que decimos o hacemos será comprendido, porque los márgenes de arbitrariedad en la interpretación no son completamente controlables. Esta observación banal y real a la vez, nos lleva reflexionar constantemente en lo que decimos y como lo hacemos pues estamos sometidos a una comunicación sin tregua y una interpretación abierta.
Antes de comenzar a comunicar tenemos que conocer nuestro interlocutor: sus preferencias, motivaciones, pasado, situación actual y lenguaje. Tenemos que abrirnos a él con preguntas y observaciones para poder calibrar nuestro mensaje y evaluar su impacto. Además, en relación al mensaje y el interlocutor, tenemos que pensar en los puntos de fuerza y sobre todo los puntos débiles de nuestro argumento y considerar contra argumentos, creando y manteniendo un contacto emotivo que sea cónsono con nuestros objetivos y hacerlo humanamente y con transparencia, pudiendo dar respuesta a una pregunta central: ¿Por qué hacemos lo que hacemos y cuáles son nuestros objetivos? Digo esto, porque la comunicación conlleva valores de los cuales somos responsables y que precisan, no sólo de nuestra coherencia, sino que además nuestra consciencia. Muchos dirían que lo que hacen y dicen es por nuestro propio bien y lo difícil es demostrarlo.
La comunicación es sin lugar a dudas un instrumento importante en la vida cotidiana y es por «nuestro bien» que os presento algunas reflexiones en este sentido. Por otro lado, no olvidemos que cada conversación o intercambio está siempre acompañada de un modelo mental que incluye la persona que nos escucha y este proceso implica suposiciones sobre posibles intenciones y motivos. El mayor error de muchos «comunicadores» es la manipulación o el engaño. Un pecado comunicativo del cual es difícil liberarse y este es el drama de muchos vendedores y políticos. La comunicación es un arma de doble filo, donde es fácil hacer mal y hacerse daño. En nuestros días el dilema de Hamlet se ha convertido en: comunicar o no comunicar y a menudo es más sano el saber quedarse callado y dejar viva la duda.