Para empezar a hablar de WhatsApp, vamos a poner un ejemplo cotidiano, en el que más de uno se verá reflejado. Son las 8 de la tarde, buena hora para dar por terminada la jornada laboral, y Ana aprovecha para chatear por WhatsApp con unos amigos. Pero, ¡sorpresa!, acaba de ver un mensaje de su jefe y entonces salta la duda: ¿debe leer el texto?, ¿está obligada a responder a su superior bajo los mandatos de la responsabilidad?, ¿y si realmente se trata de un problema laboral urgente? Las preguntas pueden unirse a un largo etcétera, pero una cuestión sí que es muy cierta: el trabajo de Ana se ha colado en su tiempo de ocio. ¿Habrá que poner límites?
Como explica Eva Rimbau, profesora de Recursos Humanos de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC) y especialista en teletrabajo, «el problema de WhatsApp es que lo tenemos en nuestro móvil y no sabemos si el aviso que suena es por la conversación con un amigo o por algo del trabajo, y, cuando te das cuenta, ya has visto que te piden algo del trabajo, y eso te desequilibra». Es más, precisamente por esa omnipresencia de la aplicación en casi todos los móviles, la herramienta se ha convertido en una solución de uso habitual también en entornos laborales.
Así pues, la presencia en la aplicación de mensajes relacionados con el trabajo es, por lo tanto, habitual, pese a que en sus propios términos y condiciones se prohíbe cualquier uso no personal de WhatsApp. En este sentido, hay que tener en cuenta qué dice la ley ya que, para Purificación Morgado, profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca, «fuera de las jornadas de trabajo no se pueden recibir WhatsApp laborales porque tenemos derecho a la desconexión digital». Y en cuanto a mensajes dentro del horario laboral, el trabajador «tiene que dar consentimiento a la empresa para que le pueda enviar WhatsApp», añade la experta.
Además, el empleado podría negarse a dar ese consentimiento, al tratarse de «un dispositivo digital y telemático de posesión personal de la persona trabajadora», según sostiene Francisco Trujillo Pons, doctor en Derecho y profesor en la Universidad de Valencia. El docente agrega que el empleado podría negarse incluso a usar WhatsApp en el teléfono de la empresa «porque sabe que ello puede incrementarle la carga de trabajo y, a la postre, padecer la conocida fatiga informática». Sin embargo, concede que esa negación con un teléfono de empresa puede perjudicar al trabajador si la compañía usa WhatsApp «como medio de comunicación corporativo».
Por otro lado, la investigadora Juana Rubio-Romero pone de manifiesto que «en WhatsApp hay un uso correcto cuando se emplea para reforzar las relaciones laborales y de camaradería entre los equipos, coordinar una actividad puntual o para compartir un documento de forma síncrona y rápida». Igualmente, permite respetar los tiempos del otro, «no como una llamada de teléfono, que es más invasiva».
No obstante, alerta también sobre la utilización incorrecta de WhatsApp: la que se dirige a la comunicación formal o en la que no se respetan los tiempos de la otra persona; al hilo de esto, recomienda pensar antes de enviar un mensaje de estas características si la persona está dentro de su jornada laboral y si realmente usa la aplicación para temas laborales.
Por su parte, Trujillo Pons advierte de la importancia de establecer un límite a la hora de recibir notificaciones laborales, puesto que el nivel de tensión del trabajador puede aumentar de forma considerable ante mensajes no respondidos. De ahí la relevancia de desactivar la función de confirmación de lectura que viene incorporada en WhatsApp para reducir la sensación de angustia por contestar de manera inmediata que, implícitamente, exige la aplicación.
En resumen, los expertos coinciden en que lo mejor es optar por una herramienta distinta o tener un móvil diferente para cuestiones de trabajo. «Usar el móvil personal para cuestiones laborales es muy cuestionable», sentencia Eva Rimbau. Aunque puntualiza también que «hay muchas personas a quienes no les importa».
Nota
Bulnes, A. (2022). WhatsApp para trabajar: ¿una herramienta útil o una invasión más de la vida personal? El País. Febrero, 22.