En los últimos años los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) han ido cobrando más importancia a nivel clínico y social debido a su incidencia y cronicidad.
Según la Confederación de Autismo España, el término Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) hace referencia a un conjunto amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta. Entre ellos se encuentran el propio autismo y el síndrome de Asperger. En la actualidad, lo que conocíamos como autismo ha pasado a llamarse trastorno del espectro autista (TEA), por lo que se usarán ambos términos indistintamente.
Este tipo de trastornos pueden aparecer asociados a cualquier nivel de capacidad intelectual y de aprendizaje. No obstante, la discapacidad intelectual suele estar ligada en un 75% de los casos, contemplando distintos grados de severidad (desde una afectación cognitiva moderada a profunda). Asimismo, también pueden verse asociadas otras patologías de tipo neurológico, como es el caso de la epilepsia (hasta un 45%) y el síndrome de X frágil (10-15%) entre otros, y pueden ser comórbidos a otros desórdenes mentales como son los trastornos afectivos (ansiedad o depresivos) y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que 1 de cada 160 niños tiene un trastorno del espectro del autismo, aproximadamente el 1% de la población.
Las manifestaciones del TEA varían enormemente entre las diferentes personas que lo presentan, aunque comparten una serie de características, que definen este tipo de trastorno:
- Dificultad para entender y explicar o mostrar las emociones.
- Diferencias entre la forma de interactuar con otras personas, como inhibirse socialmente y mostrar nulo interés.
- Graves alteraciones en el lenguaje, tanto en el verbal como en el no verbal, mostrando desde aquellas personas que no utilizan ningún lenguaje, a aquellas personas que, teniendo unas habilidades lingüísticas fantásticas, no saben utilizarlas.
- Conductas ilimitadas y repetitivas, mostrando comportamientos de forma exacta en diferentes situaciones y teniendo problemas para afrontar diferentes eventos.
Las causas del autismo infantil son actualmente desconocidas, pero los expertos coinciden en afirmar que estos niños presentan anomalías en varias regiones del cerebro y que el origen de este trastorno procede de la implicación de una multitud de factores, incluyendo entre estos, factores biológicos, hereditarios y ambientales. Destaca la gran relevancia del factor genético en el desarrollo del autismo, siendo mayor la probabilidad de sufrir autismo si se cuenta con antecedentes familiares.
Existe una amplia variedad de teorías sobre las causas del autismo (TEA). De ellas destacan las siguientes:
- Puede generarse como producto de las interacciones establecidas entre el menor y su entorno social.
- Puede manifestarse a consecuencia de un anormal desarrollo cognitivo.
- Puede producirse con base en determinados procesos bioquímicos básicos, como puede ser un exceso de secreción de serotonina en las plaquetas.
Los síntomas del TEA son muy diferentes entre las personas que lo sufren y no existen dos personas autistas que presenten exactamente los mismos síntomas y niveles de autismo. No obstante, algunos de los síntomas característicos del autismo infantil se describen a continuación.
Los primeros signos que pueden observarse (en los primeros 12 meses) son:
- No realiza pequeños gestos, como saludar con la mano o pedir algo.
- No reconoce su nombre.
- No reconoce, ni responde cuando le llaman.
- No se interesa ni implica en pequeños juegos.
Signos que pueden predecir el autismo infantil y entre los 12 y 18 meses de edad:
- No responde a su nombre.
- Omisión de respuestas a su llamada.
- No imita sonidos, expresiones ni gestos.
- Dificultades para comunicarse (mímica, lenguaje…).
- Indiferencia hacia la familia y los adultos, en general. No desarrolla la ansiedad de separación (al ser separado de sus padres).
- Ausencia de expresión emocional (no sonríe).
- No señala con el dedo.
- Carencia de llanto y búsqueda de atención en situaciones de dolor, angustia, miedo...
- Se muestra excesivamente independiente.
- Reacciona desproporcionadamente a algunos estímulos (es muy sensible a algunos sonidos o texturas).
- Prefiere jugar solo.
- No sabe jugar con los juguetes. Prefiere los juguetes manipulativos que permiten realizar movimientos repetitivos.
A partir de los 24 meses, los síntomas que denotan el TEA son, entre otros:
- No socializa con sus compañeros de clase; se aísla.
- Adquiere un juego repetitivo y utiliza sus piezas de forma incorrecta.
- Es poco imaginativo a la hora de jugar.
- Camina con cierta torpeza y suele presentar movimientos estereotipados como aleteo con las manos, saltitos, balanceo...
- Retraso de lenguaje.
- Prefiere jugar solo.
- No presenta imitación.
- Evita la mirada y el contacto ocular.
- No utiliza la expresión para comunicarse.
- Se encuentra a gusto en soledad y evita el contacto con los adultos.
- Presenta graves dificultades cuando aparecen cambios en su rutina diaria.
- Tiene un apego inusual y excesivo a ciertos objetos.
- Tiene muchas rabietas.
Es importante, para mejorar el pronóstico de los niños autistas, una rápida, personalizada e intensiva actuación. El mejor tratamiento, en estos casos, exige una intervención multidisciplinar, englobando acciones enfocadas hacia el desarrollo comunicativo, el proceder conductual, el ámbito académico y la medicación precisa. Esto es llevado a cabo a través de las diferentes especialidades como neurología, logopedia, neuropsicología, atención temprana y cualquiera que sea necesaria en cada caso en particular.
Es preciso adecuar el comportamiento del niño y favorecer conductas correctas. Actuar por rutinas, estableciéndolas con la finalidad de adaptar diferentes comportamientos.
El papel de la logopedia, como en todos los sistemas alternativos de comunicación, es fundamental, ya que puede ir modificando las estrategias para lograr el éxito en la comunicación; elemento clave del síndrome tanto como síntoma y parte de su definición, como factor agravante en el desarrollo de este. La medicación es otro apoyo en el tratamiento de menores con autismo, siempre dirigida a objetivos puntuales y bien definidos. Además, puede resultar de gran utilidad en aquellos casos en los que el menor no responda a otro tipo de tratamiento. El desarrollo del lenguaje comunicativo y las relaciones sociales son otro punto vital en el que incidir. Así pues, es fundamental la participación profesional, familiar y del entorno educativo en el logro de tal fin. Otro programa que se recomienda llevar a cabo en el tratamiento del TEA es el dirigido a potenciar las habilidades emocionales, de tal manera que el niño adquiera la capacidad para transmitir estados emocionales, expresiones y sentimientos, y desarrolle, de igual forma, la empatía.
Una combinación de educación sobre el TEA y su reconocimiento precoz conlleva que los afectados puedan recibir una correcta y completa asistencia desde temprano. Cualquier persona con cualquier trastorno debe recibir los tratamientos y terapias personalizadas lo antes posible para lograr una mejoría su calidad de vida.