Una persona con parkinsonismo (síndrome parkinsoniano) puede padecer o no enfermedad de Parkinson (EP). Generalmente se utiliza el término de parkinsonismo para referirse a la presencia de síntomas de la EP, pero sin ser esta la causa. Tendrá solo o de forma conjunta, otro trastorno que cause síntomas neurológicos adicionales que van desde la demencia hasta trastornos visuales, motores y psiquiátricos.

La EP propiamente dicha se refiere a la disfunción y muerte celular de la región del cerebro encargada de la producción de dopamina, la cual se llama sustancia negra debido a su color oscuro. La dopamina es un neurotransmisor, un químico que transmite señales entre las células nerviosas (neuronas) del cerebro, siendo fundamental para el correcto control de los movimientos. Cuando existen la EP junto con otras manifestaciones, se denomina entonces, parkinsonismo plus o parkinsonismo atípico, y cuando están presentes los síntomas característicos (sea o no la enfermedad de Parkinson la causante) los médicos hablan de parkinsonismo o síndrome parkinsoniano.

El tratamiento tendrá como objetivo reducir los síntomas y al mismo tiempo tratar el trastorno que lo causa.

Síntomas

Los síntomas asociados con el parkinsonismo pueden incluir rigidez muscular, el conocido temblor, cambios en el habla y demencia. Una persona con parkinsonismo generalmente comienza a desarrollar síntomas entre los 50 y los 80 años. Un síndrome parkinsoniano puede causar síntomas variables y progresivos a lo largo de su curso. Algunos de los síntomas más comunes asociados con la enfermedad o síndrome incluyen dificultad para mostrar expresiones faciales, rigidez muscular, movimientos lentos y cambios en el habla. En una persona con parkinsonismo pueden estar presentes algunos, pero no todos, los síntomas enumerados anteriormente. Esto se debe a que también sufren un trastorno adicional que afecta al correcto funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, las personas con parkinsonismo a menudo no tienen el temblor de manos que sí afecta a muchas personas con la EP. Otros síntomas menos evidentes asociados con el parkinsonismo incluyen demencia o trastornos psiquiátricos, problemas con el sistema nervioso autónomo (el control involuntario de nuestros aparatos o sistemas), movimientos mal controlados, espasmos o calambres, y problemas tempranos con el equilibrio, entre otros.

Causas

Cada causa subyacente del parkinsonismo también tiene su propio conjunto propio de síntomas. El parkinsonismo puede ser causado por la enfermedad de Parkinson en sí misma, por otra afección subyacente o por ambas. Las principales son:

  • Degeneración córticobasal: esta afección causa demencia y movimientos desordenados, afectando generalmente a un solo lado del cuerpo, provocando una incapacidad para realizar movimientos musculares controlados.
  • Demencia con cuerpos de Lewy: provoca cambios en el estado de alerta general, así como alucinaciones visuales y progresivo deterioro cognitivo. Esta condición es la segunda causa más común de demencia primaria después de la enfermedad de Alzheimer, siendo la tercera si consideramos las secundarias (vascular).
  • Atrofia multisistémica: produce incoordinación y disfunción autonómica incluida la incontinencia intestinal y vesical.
  • Parálisis supranuclear progresiva: esta afección causa demencia, caídas frecuentes hacia atrás y alteraciones en la motilidad ocular, especialmente en la mirada hacia abajo.
  • Parkinsonismo vascular: es la consecuencia de múltiples ictus pequeños que pueden afectar el equilibrio, la marcha y la memoria, mostrando síntomas similares a la EP.
  • Parkinsonismo iatrogénico o farmacológico: aparición de los síntomas de la EP, pero sin padecerla, ya que se originan por efecto de fármacos. Estos son principalmente los neurolépticos o antipsicóticos, antivertiginosos y antieméticos (para tratar los vómitos). Este parkinsonismo es reversible con la suspensión o disminución de las dosis del fármaco. Sin embargo, esto no es siempre posible por la necesidad de su toma para tratar otras enfermedades.

Las condiciones anteriores son las causas más comunes de parkinsonismo, el cual afecta al 25% de las de personas que se diagnostican como EP.

Diagnóstico

No existe una prueba única para diagnosticar el parkinsonismo. El médico comenzará tomando el historial de salud del paciente y revisará sus síntomas actuales. Le pedirá una lista de medicamentos para determinar si algún medicamento podría estar causando los síntomas.

Es probable que también ordene análisis de sangre para detectar posibles causas subyacentes, como problemas de tiroides o hígado. Así como pruebas de neuroimagen (TAC o escáner, resonancia magnética nuclear y pruebas de medicina nuclear). Las pruebas de medicina nuclear rastrean el movimiento de dopamina en el cerebro y son conocidas de múltiples formas como SPECT, Datascan o DaT-SPECT y tomogammagrafía. La prueba utiliza marcadores radioactivos diseñados para rastrear la dopamina en el cerebro. Esto le permite al médico observar la liberación de este neurotransmisor en el cerebro de una persona e identificar las áreas cerebrales que la reciben o no atendiendo al brillo de dichas zonas.

Debido a que el parkinsonismo no responde a los tratamientos típicos utilizados en la EP y al hecho de que puede presentar una extensa variedad de síntomas, a menudo es difícil llegar a un diagnóstico rápido. Requiere tiempo para que los especialistas descarten otras afecciones antes de a hacer recomendaciones y planificar un tratamiento.

Tratamiento

Uno de los medicamentos más comúnmente recetados para tratar la EP es la levodopa. Este medicamento está relacionado con la dopamina y puede aumentar la cantidad disponible en el cerebro. Sin embargo, las personas afectadas de parkinsonismo no solo presentan problemas para producir dopamina, sino que también poseen células dañadas o destruidas que no pueden responder a la dopamina. Como resultado, la levodopa puede no funcionar tan bien para reducir sus síntomas como en la EP. Otros fármacos son los llamados agonistas dopaminérgicos, apomorfina e inhibidores de enzimas como la IMAO o la descarboxilasa de la dopamina. Como resultado, los tratamientos para el parkinsonismo dependen de la enfermedad «plus» que tiene una persona. Por ejemplo, si una persona tiene degeneración córticobasal y espasmos musculares relacionados, el médico puede recetar antidepresivos e inyecciones de toxina botulínica A (BOTOX®).

Los tratamientos para el parkinsonismo generalmente tienen como objetivo intentar reducir los síntomas del paciente siempre que sea posible, para ayudarle a mantener la independencia. A menudo se recomienda la terapia física y ocupacional porque pueden ayudar a una persona a mantener sus músculos fuertes y mejorar el equilibrio. Así como la logopedia para favorecer la corrección de aspectos tan importantes como las alteraciones del lenguaje, el exceso de saliva y la alteración de la deglución (disfagia).

Pronóstico

La perspectiva futura depende de qué tipo de parkinsonismo afecte al paciente, y de la rapidez con que se manifiesten en este. De acuerdo con la Clínica de Enfermedades de Parkinson y el Centro de Investigación de la Universidad de California en San Francisco, la tasa de supervivencia para una persona que tiene atrofia multisistémica es de aproximadamente 6 años desde el diagnóstico clínico. Las personas con otros tipos de parkinsonismo pueden tener expectativas de vida más cortas o también más largas como la EP en la actualidad y el parkinsonismo farmacológico.

El inicio y la progresión de los síntomas del parkinsonismo tienden a ser mucho más rápidos que los de la EP. Sin embargo, los investigadores se afanan todos los días en encontrar tratamientos tanto para la EP como para el parkinsonismo, con la esperanza de mejorar la calidad de vida y reducir los síntomas.