1) Es necesario insistir en la necesaria y apremiante transición desde una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, conciliación, alianza y paz. Este es el gran objetivo de la Organización de las Naciones Unidas fundada en octubre de 1945. Retomando el gran diseño que hizo el presidente Roosevelt del Sistema de las Naciones Unidas hace 75 años, ahora ya es posible el entonces prematuro «Nosotros, los pueblos» con el que se inicia lúcidamente la Carta. Progresivamente marginado por el neoliberalismo es hoy urgente la convocatoria de una Sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas para decidir, con la participación de todos los países, un nuevo concepto de seguridad y las medidas más urgentes para hacer frente, antes de que sea demasiado tarde, a los grandes retos globales que representan el deterioro ambiental, la amenaza nuclear, las pandemias, el suprematismo de toda índole, la creciente brecha social, la gobernanza plutocrática… de tal modo que se asegure la igual dignidad de todos los seres humanos y el pleno ejercicio de sus facultades distintivas.
Como lo fue desde su origen en 1945, la UNESCO es también actor principal del nuevo «despegue» del Sistema de las Naciones Unidas. La «voz de los pueblos» —ahora ya audible y que no puede ser desoída— pedirá cambios radicales para evitar que se alcancen puntos de no retorno.
2) Es apremiante un multilateralismo democrático y ha sido un inmenso error sustituir a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G6, G7, G8, G20) y a los valores éticos por los mercantiles. Todos los días mueren de hambre miles de personas (la mayoría niñas y niños de uno a cinco años) al tiempo que se invierten en armas y gastos militares 4,000 millones de dólares. La tragedia humana que representan los flujos de emigración forzados por la pobreza extrema es el resultado de la drástica disminución de los fondos destinados al desarrollo. La reducción de la solidaridad internacional es otro de los grandes desafíos que deben abordarse sin dilación.
3) Todos los seres humanos iguales en dignidad: he ahí la clave… ¡he ahí el reto!
Ahora ya podemos expresarnos libremente gracias a la moderna tecnología digital, dejando de ser testigos inoperantes para pasar a ser ciudadanos plenos que participan y defienden sus puntos de vista con firmeza y eficacia dejando de estar distraídos, mal informados, manejados por la omnipotente y omnipresente influencia del «gran dominio» (militar, financiero, energético y mediático).
4) Ahora las personas ya pueden participar, base de la democracia. Ya saben lo que acontece a escala planetaria… y devienen ciudadanos del mundo. Y la mujer, con sus cualidades inherentes, por fin en el estrado. Por fin en el escenario político. Por fin progresivamente igual…
Está llegando el momento en que, juntos, podremos construir los baluartes de la paz —como nos encomienda la Constitución de la UNESCO— basada en la justicia, en la igual dignidad de todos los seres humanos, en la libertad de expresión, «en la capacidad de cada uno para dirigir su propia vida», como definió la educación, tan exactamente, tan bellamente, D. Francisco Giner de los Ríos.
5) Es indispensable aplicar a tiempo las lecciones del pasado. Recordar después de la tormenta lo que pudimos hacer y no hicimos. La comunidad científica tiene a este respecto una función insustituible para que se adopten oportunamente las medidas adecuadas frente a las amenazas globales de índole ecológica, sanitaria, nutricional… Constituye hoy una responsabilidad ineludible y apremiante atajar el progresivo deterioro de las condiciones ecológicas, de la calidad de vida sobre la Tierra.
6) Lo más grave de cuanto acontece actualmente es que se trivializa la irreversibilidad de procesos que pueden afectar sin remedio las condiciones necesarias para una vida normal.
Hacemos frente actualmente a una pandemia vírica —COVID-19— y es imperativo no olvidar las múltiples lecciones de esta crisis global. Cuando todavía el mundo se halla parcialmente «confinado»… ya se advierten preparativos para procurar que, cuando tantas cosas deberían cambiar, nada cambie.
7) Nos encontramos en un momento de inflexión. Es necesario que todos nos manifestemos para constituir las auténticas democracias que son precisas a escala local y global. Las crecientes desigualdades sociales, el deterioro del medio ambiente, la debacle cultural, conceptual y moral… claman por una modificación radical de las tendencias actuales. Hay momentos en que es preciso hacer realidad, con imaginación e intrepidez, lo que se juzga indebido por los anclados en la inercia, en insistir en aplicar viejos remedios para nuevas patologías. Todo buen gobernante debe tener en cuenta, en primer lugar, los procesos que pueden conducir a daños irreparables.
8) El momento actual reclama nuestra solidaridad intergeneracional. Es imperativo alcanzar acuerdos para que se eviten, lo que constituiría un error histórico inconcebible, puntos de no retorno. El presidente Obama urgió acciones sin demora diciendo que «Nuestra generación es la primera que hace frente al desafío del cambio climático y la última que puede resolverlo». Y el papa Francisco, en su Encíclica Laudatio Si, sobre la situación ecológica, declara que «hay que actuar hoy porque mañana podría ser tarde».
9) En el Antropoceno, garantizar la habitabilidad de la Tierra y una vida digna a todos los seres humanos, constituye una responsabilidad esencial porque el fundamento de todos los derechos humanos es la igual dignidad, sea cual sea el género, el color de piel, la creencia, la ideología, la edad…
10) ¿Qué podemos hacer los «pueblos», los miles de millones de ciudadanos relegados a papeles de comparsa? Podemos hablar, Podemos utilizar nuestra voz para hacernos, primero, oír y, acto seguido, escuchar. Sabemos y debemos atrevernos, porque si no, según una frase de Albert Camus, nos expondríamos a que las generaciones venideras nos despreciaran, porque «pudiendo tanto nos atrevimos a tan poco».
11) Es tiempo de acción, de abrir nuevos surcos y plantar semillas de amor, es tiempo de esperanza, de resistencia activa. Como el gran Mario Benedetti recomendaba a su hijo:
Hijo,
no te rindas,
por favor,
no cedas.
…Porque cada día
es un comienzo nuevo.