La política internacional y la geopolítica moderna principalmente juega en dos aspectos trascendentales con los cuales queda más claro el rol de «alianzas» que el idílico de «amistad» entre Estados. Por un lado, tenemos el binomio entre «cooperación-conflicto» que lleva a fortalecer algunas agendas comunes, por lo que se hace más sencillo comprender la forma de reaccionar de algunos actores del sistema internacional, principalmente aquellos que son «aliados», pero tienen posiciones disímiles en algunos temas.
Por otra parte, se encuentra la ecuación «geopolítica e inteligencia», ante la cual las decisiones de los Estados deben forzadamente estar asentadas en la necesidad de un posicionamiento estratégico y de mantener alianzas fuertes a un plazo, es quizás este segundo aspecto del cual se aprovechan las agendas internas de algunas potencias medias para acarrear agua para su propio molino. Este es el caso de la República de Turquía que, como fue visto en un artículo anterior, está logrando impulsar una agenda nacionalista, panturquista y hasta panislamista por medio de los vínculos creados por el presidente Recep Tayyip Erdoğan.
Hay temas en los cuales la relación entre Occidente y Turquía está cimentada sobre la necesidad de mantener una alianza funcional a un plazo no tan largo. Por ejemplo, la situación de Afganistán con el retiro estadounidense del territorio, más el crecimiento actual del poderío por parte del Talibán obliga la cercanía de algún actor que no sea sentido tan invasivo por parte del régimen de poder afgano, por lo que el propio presidente turco ha ofrecido su intervención para que haya un dialogo constructivo, por lo que OTAN no descartaría esta posibilidad.
De igual manera, en el crecimiento de la influencia china en Asia Central, así como la ya marcada influencia rusa en la zona, el posicionamiento natural estratégico de Turquía le da mayores alcances no solo como potencia media mencionada anteriormente, sino técnicamente, cambia o flexibiliza los «requisitos» y los incluirían por la oportunidad existente de mayor pérdida de influencia por parte de las potencias atlantistas. En otras palabras, las circunstancias actuales obligan a darle ese lugar y ser un poco menos «crítico» en cuanto a las acciones del gobierno de Ankara.
Una situación similar ocurre cuando se ve otra región importante en el Mediterráneo Oriental como lo es Libia en su papel de entrada al mundo africano y en contrapeso a la influencia de Rusia. La presencia occidental por medio de fuerzas como Francia no ha sido muy «bien acogida» y esto podría ser la principal carta de presentación del gobierno turco para tener presencia en la zona, aunque al mismo tiempo signifique riesgos estratégicos para países como Egipto por la cercanía de Erdoğan con los «Hermanos Musulmanes», para Israel o para Grecia por las plataformas gasíferas de la zona, lo mismo desde el punto de vista de influencia en el islam sunita donde el presidente turco es visto como un líder positivo en la región según lo constataba en un artículo Barómetro Árabe en abril de 2021.
Sin embargo, no se puede creer que todo este posicionamiento de Turquía entra solo para los intereses del régimen de Ankara, porque definitivamente hay una parte de la agenda interna turca que promueve las ideas del nacionalismo turco y que entra por tres caminos distintos enfocados en el mismo objetivo. En primer lugar, el resaltar la identidad nacional de los pueblos túrquicos esparcidos por distintas partes del mundo asiático como puede verse en el mapa a continuación.
En el mapa se muestran las zonas donde la influencia histórica turca tiene alcance y se promueven en ocasiones pensamientos o creencias de corte panturquista o neo otomanistas como se le ha acusado en ocasiones al presidente turco hacerlo.
En segundo lugar, el espíritu islámico sunita presente en el liderazgo moderno de Erdoğan, quien se ve en ocasiones como si fuera un sultán moderno, ha logrado en el mundo musulmán tener una posición de mucho «respeto» o al menos ha obtenido un reconocimiento mayor del mundo musulmán, por lo que está logrando en el Medio Oriente, en el sudeste asiático, en el Norte de África y en otras regiones donde tiene una influencia mucho más pronunciada por su cercanía con los Hermanos Musulmanes.
El tercer aspecto no menor, tiene que ver con su influencia en una de las zonas cercanas al corazón del mundo según las teorías clásicas de la geopolítica, como lo manifestaban Mackinder o Spykman el siglo anterior, por esto están quienes ven a Turquía como uno de los atajos para tener mayor influencia en la zona cardial.
A través de los elementos mencionados previamente en cuanto a su herencia nacionalista turca y la influencia de carácter religiosa, se ha despertado el fantasma del Gran Turán donde se menciona que, una vez sacados del juego los armenios, se conectará Turquía y Azerbaiyán con el Mar Caspio y con los Estados de origen turco de Asia Central, por lo que cabe primero plantearse la estructura de este plan y por otra parte ver qué tanto coincide con la visión atlantista de mundo o si, por el contrario, esto generará ocasionalmente un choque cuando las agendas dejen de tener enemigos comunes a sus intereses.
El Gran Turán en el corazón del mundo.
Según las posiciones de algunos analistas, una de las formas con las cuales se puede lograr el objetivo de los países atlantistas de mantener su hegemonía en las regiones de Asia Central y zonas aledañas es fortaleciendo las posiciones de su aliado islámico más importante que es Turquía.
Es de esta forma que se plantea, además de las doctrinas del neo otomanismo, el nacionalismo cuasi fascista de los «Lobos Grises», quienes integran entre sus doctrinas la idea de conformar la zona de influencia del Gran Turán, una región que, como pueden ver en el mapa a continuación, es donde están ubicados los pueblos de lenguas urálicas-altaicas.
Por supuesto que, cuando se menciona un «proyecto» como este, surge de inmediato la duda de cómo implementarlo si son regiones donde existe la presencia y liderazgo de potencias globales como Rusia y China.
Sin embargo, la noción del Gran Turán más que ser un movimiento de carácter geopolítico territorial, pasaría por una cuestión de influencia, por lo que el papel en este caso entraría por medio de la ideología. Por un lado, despertando el deseo de una nación turca fuerte y por el otro, haciendo uso de la influencia religiosa islámica promovida por el islam político implementado por el presidente Erdoğan, a través del cual logrará fomentar una especie de confederalismo túrquico.
Como bien lo mencionaría en su análisis Shota Apkhaidze del sitio Geopolítica.ru, «El Gran Turan es un nuevo Imperio Otomano de tipo confederal, que ofrece no una islamización tosca y una sumisión total, sino una forma ‘suave’ y ‘civilizada’. En esta situación, Occidente neutralizará a Rusia e Irán casi por completo, limitando también severamente las posibilidades geopolíticas de la República Popular China» (Apkhaidze, 2020).
En este mismo análisis, Apkhaidze señala la importancia geopolítica de Turquía en los proyectos de neutralizar a las grandes potencias de la región. Su posición geográfica lo ubica en las zonas de la orilla o rimland que según Nicholas Spykman funcionan para neutralizar el «corazón del mundo» por ser zonas pivote.
Las zonas del corazón, como lo denominó Mackinder a comienzos del siglo pasado, están ubicadas en partes donde está ubicado el proyecto del Gran Turán, la idea de esta zona de influencia de la política turca no pasaría a ser tan descabellada después de todo. «La unidad etnolingüística de los turcos coincide con una ruta comercial prometedora de Asia a Europa y con el acceso al Heartland a través de este Rimland» (Apkhaidze, 2020).
Países de origen turco que son independientes se ven beneficiados también de esta influencia, por lo que Azerbaiyán y Kazajistán, tendrían grandes beneficios de una alianza de este tipo desde la perspectiva estructural, sacando ventaja a países como Armenia o Irán que tienen también su mirada puesta en Asia Central para acrecentar sus influencias en la zona, algo que Turquía está pensando neutralizar y lo demostró en la última guerra por el territorio de Nagorno Karabaj apoyando a los azeríes frente a los armenios.
Los mismos expertos rusos admiten que el éxito de la política exterior de Turquía por la vía militar y en el camino de la diplomacia, el impulso a sus proyectos nacionalistas y un elaborado uso del «poder blando» abogando por la influencia cultural a lo interno de los países de origen turco y la «aceptación» de los países donde ven cada vez más «normal» esta fortaleza de Ankara, se apoyan sobre los valores y las tradiciones del mundo musulmán conservadoras altamente respetadas (Sukhankin, 2021).
La pregunta de rigor es, una vez más, hasta dónde permitirán las fuerzas occidentales que la influencia de Turquía se pueda ampliar sin que posteriormente se transforme en un enemigo poderoso contra el cual más bien deban luchar debido a los niveles de empoderamiento que va logrando conforme a sus estrategias.
En estos momentos las fuerzas atlantistas pueden verlos como una oportunidad, pero, como en cualquier otra movida política, estos elementos no vuelven vacíos y lo que hoy pueda parecer una medida adecuada a las circunstancias, en un futuro no muy cercano podría ser el equivalente a un potencial enemigo, pero por otro lado ya es una amenaza para algunos pueblos y grupos como los kurdos, los armenios y otras minorías que se ven amenazadas por las acciones del gobierno nacionalista al mando del presidente Erdoğan.
Notas
Apkhaidze, S. (2020). El Gran Turán, El camino más corto al Hearthland. International Report. Diciembre, 2.
Michel, J. (2021). Irán y Turquía se enfrentan con guantes de seda. Orient XXI. Marzo, 23.
Pandya, A. (2020). Erdogan pursuing Islamist agenda against India. Sunday Guardian Live. Septiembre, 6
Snell, J. (2021). Erdogan is MENA’s most popular leader, Arab Barometer finds. Arab Barometer. Abril, 20.
Sukhankin, S. (2021). The Great Turan: Russia’s Concerns about Turkey’s Growing Reputation in Caucasus and Central Asia. Politics Today. Mayo, 20.