Los discursos políticos en España se han empobrecido en los últimos años, y ya es decir, porque nunca fueron especialmente lúcidos en general. Actualmente todos los partidos siguen una doctrina fijada, que ningún miembro puede saltarse, sobre todos los temas que los destaque o diferencie de la competencia, aunque no tenga ningún sentido. O, aunque directamente sea mentira.
Es el caso del incomprensible y supuesto apoyo de Podemos a la ocupación de viviendas o de la directamente demagógica disyuntiva que plantean PP y VOX de «comunismo o libertad», de cara a las pasadas elecciones a la Comunidad de Madrid, que, por cierto, les funcionó muy bien.
El PP ha logrado erigirse como el maestro del populismo patrio usando términos como «bolivariano» contra la formación violeta, y acusando a Podemos de financiarse a través de Venezuela e Irán, dos países no demasiado próximos ideológicamente que digamos, consiguiendo que esas ideas cuajen entre muchos sectores de la población. Y lo han logrado con la connivencia de un sinfín de medios afines. Poco importa que Podemos haya ganado alrededor de una veintena de casos judiciales por tales calumnias y que elementos como el infame Eduardo Inda les haya tenido que pagar una auténtica fortuna en reparaciones por esos juicios perdidos. Por otro lado, VOX sí ha recibido financiación del país asiático, y ahí no ha habido escándalo alguno.
Otros términos usados para atacar a los partidos de izquierda son «separatistas», «independentistas», «etarras» o «comunistas», contrarrestados con apelativos de «fascistas» o de «extrema derecha», de un tono diferente y que no estarían muy alejados de lo que representa VOX.
Este contexto de opuestos enconados nació como respuesta al movimiento 15M, donde nació Unidas Podemos, y a las acciones de Podemos ante políticas injustificables del entonces ejecutivo de Rajoy, como la referente a los desahucios. La entonces más activista formación violeta reaccionó con los llamados «escraches», entre otras acciones. Y ese gesto, que buscaba defender a los más vulnerables, usado con maestría por la derecha más mediática, ayudó a la subida de Ciudadanos, primero, y de VOX después, como una nueva derecha que compensara el ascenso de UP.
El populismo, casi monopolizado por la derecha desde la formación del gobierno de PSOE y Podemos, se ha visto ayudado por la enorme decepción que está suponiendo la coalición progresista, en parte por la pandemia que azotó poco después de su creación y que aún sigue zarandeando esta y muchas sociedades en el mundo. Aunque el freno a muchas reformas y medidas lo está suponiendo el propio partido de Pedro Sánchez, como, por ejemplo, todas las votaciones sobre el rey emérito, el peso mediático de todos los problemas recae, de manera interesadísima, sobre Podemos.
El populismo ha llevado a retorcer hechos, justificando lo injustificable, a muchos colectivos de derechas; como los colectivos ultras que llevan meses acosando la casa de Pablo Iglesias, que les impidieron ir de vacaciones al norte el pasado verano, que simplemente exigían su dimisión, y la acabaron logrando, y que compraban con eso con los mencionados escraches, que, recordemos, buscaban defender a los más vulnerables de perder su vivienda: una vivienda que es un derecho constitucional básico.
La Unión Europea, tan tibia normalmente, parece no acabarse de creer el contexto político actual. En Bruselas se ha comentado, y publicado en multitud de medios europeos, que cuesta creer cómo se ha aprovechado la pandemia con fines políticos, y cómo es de «tóxica» la política española, en particular, los partidos de derechas.
España está mal. Muy mal. Y los políticos no van a ayudar a arreglar nada. El contexto actual no tiene fácil salida, porque no va haber diálogo entre ambos bandos, que están muy marcados. El PSOE, atrapado entre sus ideales fundacionales y la traición a estos en que se ha convertido, queda en medio de un enfrentamiento desigual, aunque hay indicios que lo ladean hacia el lado que debería ser su rival, o enemigo, natural.
Cuesta ver cómo va a evolucionar la situación, aunque parece claro que la derecha, por acoso y derribo, acabará gobernando el país más pronto que tarde, apoyándose en mentiras y en su populismo, generando enfrentamiento y miedo.
Por cierto, las teorías de Deulofeu de la Matemática de la Historia, que han sido muy precisas en el pasado, sitúan el desmembramiento de España como tal hacia 2029. No sería tan sorprendente que el contexto actual de enfrentamiento y choque sea el germen definitivo para tal colofón.