Investigadores del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas y la Universidad de Bonn —junto con otros expertos de Alemania, Grecia y Holanda— presentaron sus hallazgos en la revista científica Genome Medicine. Los resultados del estudio podrían contribuir a un tratamiento más eficaz de la enfermedad COVID-19.
Según el estudio actual, la enfermedad COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, comprende al menos cinco variantes. Estas difieren en cómo reacciona el sistema inmunológico a la infección.
Una infección por SARS-CoV-2 puede tener diferentes efectos. Muchas personas afectadas parecen no notar el ataque del virus en absoluto. En otros casos, los efectos pueden variar desde síntomas similares a los de la gripe y trastornos neurológicos, hasta neumonía grave e incluso potencialmente mortal. Es por esto por lo que, con los conocimientos actuales, la clasificación de los casos de COVID-19 en leves y severos se muestra insuficiente. La enfermedad es mucho más diversa y, por supuesto, precisa una terapia que se adapte a las necesidades de cada persona afectada. Mientras tanto, muchos estudios indican que la reacción del sujeto a la infección por SARS-CoV-2 juega un papel decisivo en el curso clínico de COVID-19.
En este contexto, los investigadores analizaron la sangre de personas con y sin COVID-19; las muestras procedían de un total de 95 personas. Se determinó el llamado transcriptoma de las células inmunes en la sangre para cada paciente y se evaluaron ingentes cantidades de datos utilizando métodos bioinformáticos. Usando la huella dactilar molecular generada de esta manera, los investigadores pudieron identificar qué genes se activaron o desactivaron dentro de las células inmunes. Estas firmas de actividad genética, también conocidas como «patrones de expresión», proporcionan información sobre el estado de las células y, por lo tanto, sobre sus propiedades y funciones; estas pueden cambiar según las situaciones. Curiosamente, el recuento sanguíneo obtenido de esta forma fue determinado en gran medida por la familia de los neutrófilos que son los más comunes de los llamados glóbulos blancos (leucocitos) y están a la vanguardia de la cadena de la respuesta inmune. Estas células se movilizan muy pronto para combatir infecciones e influyen en la producción de anticuerpos y también en otras células que contribuyen a la inmunidad.
Es importante tener en cuenta que los patrones de expresión de las células inmunitarias en las personas con COVID-19 difieren fundamentalmente de los de las personas sanas. La actividad genética que podemos leer en la sangre cambia enormemente. Pero también hay diferencias notables entre los pacientes. Sobre esta base, identificaron cinco grupos diferentes, es decir, cinco fenotipos moleculares. Dos de ellos representan procesos de enfermedades graves. Los otros tres muestran síntomas más moderados. La clasificación se basó únicamente en los datos del transcriptoma. Solo después se comprobó a qué cursos clínicos correspondían los fenotipos individuales.
Los investigadores utilizaron sus hallazgos para comparar la COVID-19 con otras enfermedades y también con datos de personas sanas. Para ello, se tuvo en cuenta una amplia gama de enfermedades, incluidas infecciones virales como la influenza, infecciones por VIH y Zika, infecciones bacterianas como la tuberculosis y la sepsis bacteriana, y enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide. Los cinco fenotipos de COVID-19 resultaron diferir de todas las enfermedades examinadas. El SARS-CoV-2, aparentemente, tiene una biología única, que se refleja en la actividad genética de las células inmunes en la sangre. A este respecto, el análisis de expresión podría usarse para diagnosticar la COVID-19. Esto sería una alternativa o un complemento a los procedimientos ya existentes y utilizados en la actualidad.
Los científicos también buscaron posibles fármacos contra la COVID-19. Para ello, utilizaron los efectos de alrededor de 900 fármacos aprobados sobre los patrones de expresión de las células; estos se almacenan en bases de datos. Calcularon qué productos farmacéuticos podrían contrarrestar los perfiles de actividad genética modificados de los fenotipos individuales de COVID-19. Sobre esta base, se pudieron identificar fármacos candidatos para la terapia. En abril del año pasado, por ejemplo, mostraron una efectividad potencial para la dexametasona y el baricitinib en uno de los grupos de pacientes con un curso severo. Debe quedar claro que este tipo de análisis no es una recomendación de tratamiento. Sin embargo, ofrecen puntos de partida para el desarrollo de tratamientos, que luego deben verificarse en estudios apropiados. En el caso de la dexametasona y el baricitinib, aquellas predicciones realizadas por estos mismos investigadores resultaron ser correctas, y actualmente se están utilizando como parte del tratamiento.