Al hablar del cobre en Chile, debería primar sobre cualquier análisis que se haga de él: el tema de la dimensión, importancia o magnitud que este metal tiene en nuestra economía y en el mundo en general. Pero, desgraciadamente, la extraordinaria dimensión de esta colosal riqueza es desconocida por la mayoría de los chilenos.
Con sus 742 mil km cuadrados, el territorio chileno es apenas el 0.5 % de la superficie terrestre, donde vive solo el 0.24% de la población del planeta, y produce solo el 0.1 % del PIB mundial; sin embargo, en este tan pequeño país, se encuentra más del 40% de las reservas mundiales de cobre. Poco importa que ciertas estimaciones digan que Chile posee solo un tercio de estas reservas, y que otros digan que estas sobrepasan el 50% de las reservas mundiales, lo que importa es comprender la dimensión de esta riqueza, sobre todo, teniendo en consideración que el cobre es un elemento imprescindible para toda la humanidad en la actualidad.
Se debe tomar conciencia de que estas reservas mundiales de cobre, no se encuentran en el país más grande del mundo, Rusia, ni en el país más poblado del mundo, China, sino en un pequeñísimo país donde viven apenas 18 de los 7,600 millones de habitantes de este planeta. Es, entonces, una anomalía de la naturaleza que se haya concentrado en este pequeño país una tan colosal riqueza, como es el cobre, riqueza que debería estar al servicio de todo el pueblo chileno.
Es tal la magnitud de esta riqueza que, en Chile, no debería existir ningún tema político o económico, que pueda resistir una comparación con el cobre. Sin embargo, el cobre y, en particular, la dimensión de esta riqueza es un tema tabú en los medios de comunicación y en la discusión pública. Este olvido y ocultamiento no es casual, sino que es perfectamente planificado, puesto que mientras menos se hable del cobre, su expoliación se puede efectuar casi sin oposición.
El formidable porvenir del cobre
Siendo las reservas de cobre chilenas, las más grandes del mundo, y las de más bajo costo, ellas se transforman en una de las más rentables inversiones mundiales, que quieren apoderarse los grandes conglomerados metalúrgicos del planeta, puesto que el cobre tiene un formidable porvenir.
La automatización, la computación y los robots han invadido las fábricas de todos los países desarrollados y, en el curso de este nuevo siglo, toda la industria mundial será automatizada, y la única fuente de energía que moverá la industria robotizada será la electricidad, a ello se suma la electromovilidad. Toda la nueva economía, la sociedad de la información, la Tercera Ola, como ya hace años la llamó Alvin Toffler, tendrán como única fuente de energía la electricidad, y la electricidad tendrá siempre un soporte casi único en su distribución: el cobre. En los próximos siglos, la humanidad seguirá consumiendo cobre, y casi la mitad de ese cobre se encuentra en Chile.
A este gran polo de desarrollo de la electricidad y del consumo de cobre, se sumará la necesaria e ineludible electrificación e ingreso al desarrollo de los países de menor desarrollo. Si países como China o India alcanzan el nivel de consumo de cobre de EE. UU. o Europa, solo estos dos países consumirán casi el doble de cobre, que lo que actualmente consume todo el mundo.
Este brillante porvenir del cobre lo conocen muy bien las grandes transnacionales mineras y, por esa razón, llegaron en masa a nuestro país a apoderarse de las mayores y mejores reservas de cobre del mundo, lo que comenzó a mediados de los años ochenta, pero sobre todo a partir de 1990, cuando terminó la dictadura. A partir de ese año, la extraordinaria riqueza que representa el cobre para Chile se convirtió en una maldición o un desastre.
El cobre chileno ya no es chileno
Como preámbulo a esta parte, es necesario señalar que, en 1971, en el gobierno del presidente Allende nacionalizó la Gran Minería del Cobre, por la unanimidad del Congreso Nacional, con lo que más del 90% de la producción de cobre quedó en manos del Estado.
Al término de la dictadura, en 1989, existían solo tres medianamente grandes mineras extranjeras, «La Disputada», que había sido del Estado hasta 1979, «Mantos Blancos S.A.» y «Minera El Indio», que producían en total 214,000 t, el resto lo producían empresas del Estado, Codelco y Enami, del total 1,609,000 t, que producía Chile en ese año. Es decir, solo el 13% del cobre chileno lo producían empresas extranjeras. Hoy, en el año 2019, las empresas extranjeras producen el 70% del cobre chileno. Esto significa que, en estos 30 años, la inversión extranjera ha sido espectacular.
Cualquier analista extranjero, e incluso chileno, podría deducir que ha sido un gran éxito de los gobiernos chilenos de los últimos 30 años, haber conseguido una tan importante inversión extranjera en la explotación, de lejos, de la riqueza más importante que tiene Chile, el cobre. Pero veamos si el país pierde o gana con este tipo de inversión.
Según los Anuarios de Cochilco,1 las mineras extranjeras han sacado de Chile, entre 1990 y 2019, la friolera de 85,818 t del equivalente de cobre fino, lo que al precio promedio de los últimos meses (3 dólares la libra) equivale a alrededor de US$ 567,760 millones. Esa es la exportación «declarada» por las mismas empresas, pero es de conocimiento público que la exportación real debe ser a lo menos entre 20 y 25% superior a la cifra oficial, lo que haría que la exportación de cobre por parte de las mineras extranjeras alcance las 100 mil toneladas y su valor debería superar los US$ 680,000 millones, a lo cual habría que agregar un 30% más por el oro, la plata, el molibdeno, el renio, cobalto, etc., contenido en la exportación de concentrados de cobre. Todo ello, sumado, nos arroja que las mineras extranjeras se han llevado de nuestro país alrededor de 900,000 millones de dólares. Esa es la dimensión de la extraordinaria riqueza que significa el cobre para Chile, sin embargo, como dijimos más arriba, esto ha sido un desastre para nuestro país, aunque, quizás, el desastre deriva directamente de los gobernantes que hemos tenido los últimos 30 años, que han conscientemente permitido este desfalco.
Y decimos desfalco, porque de esos 900,000 millones de dólares que se han llevado las mineras extranjeras, cuánto es lo que estas mineras han tributado al Estado y a todos los chilenos. Difícil saberlo porque la tributación es secreta en Chile desde el año 1995, precisamente para que los chilenos no nos enteráramos de que las empresas extranjeras, en general, y las mineras, en particular, no pagan o casi no pagan impuesto a la renta2 en Chile. No obstante, hemos podido conocer la tributación de las mineras extranjeras gracias a un informe del SII3 solicitado por el Senado el año 2003 y, recientemente, en un informe solicitado al SII por la diputada Claudia Mix. Esos informes oficiales nos dicen que, desde 1990 a 2019, la tributación a la renta más el impuesto específico a la minería conocido como royalty, ha sido de US$ 29,030 millones.
Esto significa que se llevaron de Chile 900 mil millones de dólares y dejaron en el país solo US$ 29,030 millones en 30 años de explotación, es decir, dejaron un minúsculo 3.2% de una riqueza que ya desapareció de nuestro suelo para siempre. Es una ofensa a la dignidad nacional. Solo a modo de comparación, la empresa estatal Codelco,4 entre 1990 y 2019, entregó excedentes al Estado por US$ 78,526 millones, produciendo en ese mismo periodo 50,634 t de cobre, casi la mitad que las mineras extranjeras.
¿Por qué las mineras extranjeras se han llevado tanto cobre y otros subproductos y han pagado tan pocos tributos? Es aquí donde aparece el desastre permitido por nuestros gobernantes desde 1990 en adelante. Hasta 1989, las mineras extranjeras tenían que pagar el impuesto en base a la renta presunta, es decir en base a lo que vendían. Ninguna minera podía escapar al pago del impuesto a la renta, porque desde que tenía que vender o exportar la primera tonelada de cobre, tuviera o no utilidades, tenía renta y tenía que pagar el impuesto. Todo cambió en junio de 1990, cuando se aprobó la Ley 18,985 que, para las grandes mineras cambió el impuesto de renta presunta a renta efectiva. ¿Qué quiere decir eso? Que, si las mineras obtienen o declaran utilidades o ganancias, pagan el impuesto a la renta, pero si declaran pérdidas no pagan impuesto, es más, acumulan pérdidas, y no pagarán impuesto hasta que las eventuales futuras ganancias absorban todas las pérdidas acumuladas.
Las mineras extranjeras llegaron en masa a nuestro país, porque la Ley 18,985 les permitiría llevarse el cobre y subproductos que quisieran sin pagar impuestos, y todo en el más estricto secreto, porque la tributación fue declarada secreta en 1995, y por ello el 99.99% de los chilenos no sabían que las mineras extranjeras no pagaban impuestos en Chile. ¿Por qué no pagaban impuestos? Volvemos a repetirlo. Simple, bastaba con no declarar ganancias para eximirse del impuesto. Pero si Codelco, la empresa estatal, con yacimientos muy antiguos, con mayor profundidad de los rajos o socavones, menores leyes del mineral, tenía importantes ganancias, no podía ser que las mineras extranjeras no las tuvieran, con minas más nuevas y mejores leyes. ¿Qué hicieron para no tener ganancias? Muy simple, evadían y eludían las ganancias gracias a la actitud permisiva de los gobiernos de turno.
Las mineras extranjeras han evadido las ganancias y la tributación con diferentes triquiñuelas.
Todo comienza con el hecho de que la inversión que las casas matrices realizan en Chile, no la hacen mediante inversión directa, sino que es su filial minera «chilena» la que debe endeudarse con financieras relacionadas con la casa matriz y domiciliadas en paraísos tributarios o fiscales, financieras a las que las mineras «chilenas» les pagan intereses y comisiones muy por encima del mercado normal. En algunas mineras los gastos financieros han alcanzado el 40% del total de sus gastos y, de esa manera, disminuyen o hacen desaparecer las ganancias en Chile.
Otra forma de evadir son los precios de transferencia tanto en lo que compran o lo que venden a empresas relacionadas. Por ejemplo, esos enormes camiones mineros, que valen alrededor de 5 millones de dólares, no los compran al fabricante sino a una empresa comercial relacionada, domiciliada en un paraíso fiscal a la cual le pagan 7 u 8 millones de dólares, lo que aumenta los gastos de la minera «chilena», de manera que disminuyen las ganancias para no pagar impuestos. Exportan el concentrado a una empresa relacionada, en un barco y seguros de una empresa relacionada, y gastos de fundición y refinación muy superiores a precios del mercado, de manera que las ventas son muy inferiores a lo que debieran ser a precios de mercado. Las ganancias de esos sobreprecios las reciben empresas relacionadas del mismo grupo, pero en el extranjero y, el mayor gasto para la minera «chilena», les sirve para disminuir o hacer desaparecer sus ganancias, y no pagar impuesto a la renta en Chile.
Existen muchas otras formas de generar gastos artificialmente, que son aún más ilícitos, como las ventas en mercados de futuro a empresas relacionadas que ganan lo que la minera «chilena» pierde. Disminuyen la cantidad y los contenidos metálicos de cobre y otros subproductos que van en el concentrado, amparados en el hecho de que Aduanas, Cochilco o el SII no fiscalizan las exportaciones de cobre. ¿Por qué estos organismos no fiscalizan a las mineras extranjeras, si ese es su rol? ¿Por qué los directivos y funcionarios de estos organismos, no pueden fiscalizar a las mineras extranjeras, sino reciben órdenes directas de las autoridades de gobierno? Por ello hablamos del desastre que han significado en el cobre y la minería en general, para los gobernantes chilenos.
De lo que hemos reseñado más arriba, queda en evidencia que el cobre aporta significativas ganancias al país, cuando es el propio Estado el que explota esos yacimientos, por lo que, para terminar con la deplorable explotación minera por empresas extranjeras, habría que aprovechar la nueva Constitución que se redactará el próximo año, para contemplar nuevamente la nacionalización de toda la gran minería. Pero, desgraciadamente, en los actuales planteamientos que existen para la nueva Constitución, ningún partido de izquierda ha soslayado siquiera, la idea de nacionalizar la deplorable y catastrófica minería extranjera.
Notas
1 Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), organismo del Estado chileno encargado de la fiscalización de la exportación de la minería chilena.
2 Es el impuesto que en otros países se conoce como impuesto corporativo o impuesto a las ganancias, beneficioso utilidades.
3 Servicio de Impuestos Internos, SII, administración tributaria de Chile.
4 Corporación del Cobre de Chile, Codelco, creada en 1976, con base en las 5 empresas que habían sido nacionalizadas en 1971.