El pasado 29 de octubre se ha sumado un nuevo atentado terrorista por parte de partidarios del islamismo radical (islam político), donde fueron asesinadas al menos tres personas en una iglesia en la ciudad francesa de Niza.
El autor, un extranjero tunecino, de nombre Brahim Aoussaoui, habría ejecutado de manera independiente el ataque, sin que se aclare, por el momento, si pertenece a alguna organización radical. El vínculo con el islamismo radical se debió a su insistente grito de guerra de Allahu Akbar (Alá es el más grande) que profirió desde que realizó el atentado hasta que fue neutralizado por la policía francesa.
En este mismo mes, para ser más preciso el 16 de octubre, el profesor Samuel Paty fue asesinado por un radical islamista de origen checheno, luego de mostrar unas caricaturas de la revista Charlie Hebdo que hacían referencias al profeta Mahoma en una de sus clases.
Además de los dos eventos anteriormente citados, en las últimas semanas se dieron intercambios de expresiones pasadas de tono entre los gobiernos de Francia y Turquía, iniciados por las opiniones de los presidentes de ambos países referentes a la libertad de expresión.
Macron defiende la libertad que tiene la revista satírica francesa de realizar mofa de todo lo que se les ocurra, entre esto la imagen de Mahoma, mientras que el presidente turco Erdoğan ha criticado la posición de su homólogo y ha sostenido un discurso con un alto contenido radical, haciendo llamados a una posición islamista e incendiaria.
Las nuevas publicaciones de la revista Charlie Hebdo contra el profeta mahometano quedaron en medio de la polémica y han incentivado un fortísimo intercambio de ideas con quienes llaman a esto una afronta contra el islam y quienes denominan el derecho a decir lo que se quiera en nombre de la libertad de expresión, incluyendo la libertad de blasfemar.
Los dos casos citados anteriormente deben llevar a recordar que esta no ha sido la única vez que Francia ha sufrido los embates del terrorismo de islamistas radicales, por lo que se pueden mencionar otros eventos que resaltan este detalle, sin ahondar en cada uno de ellos, porque no es la naturaleza de la columna.
El primero que se ejemplifica, ocurrió el 13 de noviembre de 2015 cuando se dieron varios ataques terroristas en la capital francesa y su suburbio de Saint-Denis, perpetrados por atacantes suicidas islamistas en los que murieron 130 personas y otras 415 resultaron heridas.
En este caso los atacantes fueron ocho, y la planificación del atentado salió desde el barrio de Molenbeek en Bruselas (Bélgica), así como ha ocurrido con otros ataques, ya que este lugar se ha transformado durante años en una incubadora de radicales islamistas, como quedó de manifiesto en una columna, desarrollada en junio de 2018, donde además se mencionaba cómo desde este mismo sitio salieron los atacantes de otros atentados, incluyendo los infames ataques del 11M en 2004.
En la ciudad de Niza hubo un atentado terrorista anterior al ocurrido a finales de octubre de 2020. Sucedió el 14 de julio de 2016, cuando Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un residente tunecino en Francia, condujo deliberadamente un camión de carga de 19 toneladas hacia una multitud que estaba celebrando el Día Nacional de Francia, en el paseo de los ingleses, matando a 86 personas e hiriendo a 434. El atacante también disparó contra la policía y civiles con un arma de fuego. El atentado terminó cuando fue abatido por la policía.
Con este par de ejemplos es posible profundizar en algunos elementos importantes de señalar. Primero, es posible que algunos coloquen en la balanza de la paradoja de la tolerancia los alcances de las manifestaciones de la revista Charlie Hebdo y las expresiones de burla y desprecio por las religiones en general, ante lo cual no todos los grupos tienen la misma opinión sobre lo que consideran una afronta contra la religión.
Pese a lo anterior, una vez más es importante ubicarla en el trasfondo de los desafíos que nuestra sociedad vive hoy entre el tribalismo y la defensa de lo identitario; es decir, de lo que nos identifica como parte de un colectivo que nos «protege», versus aquella noción globalizada y estandarizada de sociedad que pretende «masificarnos», lo cual, a su vez, se transforma en el caldo de cultivo de los radicales y puristas de la religión quienes leen mejor estos «signos de los tiempos» que los gobernantes en turno.
Es evidente la importancia de mencionar los aspectos que destacan sobre los llamados «desorden y asimetría» provocados por la sugerente situación que hoy convoca a reflexionar y la manera en la cual se está respondiendo al respecto.
En un texto para el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEES) sobre los desafíos del siglo XXI, Daniel Macías Fernández mencionaba con respecto a las diferencias de criterio y los choques entre la cultura de los países occidentales versus el comportamiento de musulmanes provenientes de Medio Oriente y el Magreb en los últimos años que: «La desconfianza causada por la ‘invasión’ cultural y política ha llegado a tal punto que asuntos tales como la igualdad de género o la aceptación de la homosexualidad son considerados por los resistentes a la ‘cultura global’ como ‘caballos de Troya’ diseñados para destruir los principios de su comunidad; en el caso de ciertos grupos musulmanes es meridiana esta realidad».
En respuesta a ese «tribalismo» de grupos musulmanes, la respuesta de los occidentales en muchas ocasiones es la de señalar que estos grupos no se involucran con el resto de la sociedad; atacan a las comunidades islámicas acusándolas de ser un grupo desestabilizador con la intención de socavar las libertades de pensamiento y acción que la forma de vida actual que poseen les ha permitido, llevándolos incluso no solo a atacar a quienes llevan la religión de un modo purista y radical, sino también a los que viven la religión como una identidad social que les permite mantenerse dentro de un colectivo que los identifica. Ante esto, se cae en el radicalismo contra estos grupos, llegando, incluso, a la discriminación y las fobias (islamofobia).
En este sentido, es importante ahondar en algunos elementos del desorden y la asimetría como factores que generan los choques entre grupos, a modo de sectas o tribus urbanas o sociedades con identidades fuertes que se oponen a respuestas que podrían ser consideradas invasivas.
¿Existe un límite para la libertad de prensa y de expresión?
El solo hecho de plantearlo genera opiniones adversas por parte de las sociedades; sin embargo, más que aplicar un límite sobre la libertad de prensa o la libertad de expresión, se marca el territorio sobre lo que pueda transformarse en una expresión que altere el orden público o que pueda generar repudio, discriminación o respuestas irracionales por parte de un colectivo.
Aun así, llegar a ese punto es complejo porque se puede responder que cuestiones como el humor o la irreverencia religiosa, política y de cualquier otra índole no tiene, en sí, un límite. Pese a esto, sería una buena forma de evitar confrontaciones si, al analizar lo expresado, se sugiere no solo un ataque contra la creencia, sino también contra los creyentes acusándoles de ser nocivos y que esto cause discriminación o violencia en su contra.
Hay un caso de octubre de 2018, en el cual el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) validó la condena por blasfemia de Elisabeth Sabaditsch-Wolff, una austriaca que había descrito al profeta Mahoma como un «pedófilo» durante una conferencia del partido de FPÖ de extrema derecha en 2009. En su momento, la resolución del tribunal no fue sobre el derecho o no de ella de decir lo que se le viniera a la mente, sino porque sus expresiones, cargadas de saña, podría eventualmente causar un odio generalizado contra los musulmanes por el señalamiento de su principal figura religiosa como promotor de la pedofilia.
Los límites en la libertad de expresión y prensa pueden ser un poco subjetivos, dependiendo del contexto donde se desarrolle. En Europa, por ejemplo, hay países que prohíben las manifestaciones públicas con emblemas que hagan alusión directa al nazismo y los movimientos fascistas, por supuesto que los europeos fueron los más golpeados durante la época que estos regímenes tuvieron el poder.
Por el contrario, Estados Unidos, que también fue actor importante en el período de los totalitarismos europeos, permite manifestaciones que se acompañen con parafernalia y frases que se podrían considerar cargadas de odio, y el límite se pone en que mientras no se promueva un golpe de Estado o atacar al gobierno; todo lo que se diga está garantizado por la Primera Enmienda de la constitución estadounidense y es donde se ven las dificultades que existen para poner límites que podrían ser considerados prohibitivos y oprobiosos.
Una libertad para blasfemar
Cada país tiene su forma de ver el tema de la religión. Desde una perspectiva muy personal, soy de los que considero que lo religioso puede verse con un «halo de santidad» y hasta de respeto; sin embargo, entro en un dilema al considerar que, a eso en lo que se cree eterno, poderoso y superior, se le baja el nivel cuando los mismos seres humanos deben defender el honor de sus dioses y líderes religiosos, y pierde la noción de omnipotencia cuando, en nombre de alguna divinidad, se promueve el asesinato por blasfemia o la persecución.
En un artículo escrito en el año 2012, llamado «La impotencia del omnipotente», dejaba en manifiesto esto mismo que señalo hoy, porque es irracional, en pleno siglo XXI, después de tantos siglos de superar el oscurantismo del medioevo, no comprender que lo divino no necesita de nuestro «brazo vengador». En aquel momento lo manifestaba tal y como lo transcribo acá de modo textual.
Hay una realidad a la que debemos despertar, las deidades no necesitan que las defendamos, salvo que no confiemos en sus «omnipotencias», ningún «ser supremo» necesita de los mortales que peleen por sus causas, que marquen sus territorios o que maten en sus nombres...
Hay personajes reformadores del islam en la actualidad que luchan no por permitir la blasfemia, sino por evitar que se martiricen personas al considerar como válida la blasfemia, sin que esto implique un castigo de por medio.
Esto debe ser garantizado en occidente y los gobiernos deberían garantizarlo, poniendo límites como los mencionados anteriormente para que se mantenga una armoniosa separación entre religión y Estado, sin que se incurra en faltas que promuevan el odio, la discriminación o los ataques contra minorías religiosas.
De igual forma, las minorías religiosas deberán acoplarse a la realidad del país donde están asentados y luchar de una forma legal contra aquellos aspectos que ataquen a sus feligreses, al punto de convertirlos en eventuales blancos del odio y la discriminación, porque los límites deben existir para encender luces rojas cuando se puede estar en camino de una ruta turbia, como la que llevó a los nazis al poder.
Aún existen países en el mundo que castigan el delito de «blasfemia», incluyendo países no musulmanes; esto debería generar un análisis realista de cuánto en verdad necesitan las divinidades que los mortales defiendan su honor y por qué ellos mismos no lo hacen por su cuenta. La respuesta en verdad debe pasar entre su inexistencia, por un lado, o la falta de interés en desgastarse en semejante banalidad. En el peor de los panoramas, el blasfemo cuando muere tiene garantizado una eternidad de sufrimientos, por lo que quizás ahí esté el castigo para el hereje, no necesita intervención humana para cobrarse en algún momento su «ofensa».
Yihad versus McWorld
En el concepto de desorden y asimetría, Benjamin Barber, teórico y autor político, destaca que el tribalismo, la etnicidad y las especificidades religiosas son algunas de las identidades en las que se refugian aquellos que se sienten agredidos por la globalización y su cultura homogeneizadora.
Por lo tanto, al no existir una manera adecuada de poner límites a la separación entre las creencias religiosas, los alcances del Estado en esta materia y el derecho de poder expresarse contra la religión, garantizando el respeto y la libertad de expresión —por la subjetividad de los tópicos—, esto conlleva a una pugna cada vez más politizada y romantizada de los choques entre puristas religiosos y los que ven la religión de un modo más laxo.
En este punto, al no tener claros los alcances y las limitaciones de los derechos y responsabilidades de uno o el otro, se crea un modelo sectario de defensa entre los que se encuentran en un lado del espectro del radicalismo islamista y los que se afilian a un radicalismo islamófobo intolerante.
Caldo de cultivo para los radicales y la alienación de los moderados
Este punto genera que se salte de una posición radical a otra, y quienes no tienen puntos de vista radicales, al sentirse en orfandad, optan por tomar una posición desde un punto de vista de lo que sea más similar a su concepción de mundo.
En un artículo para YNET del 2019 lo manifestaba al reflexionar sobre las luchas contra los radicales que enfrenta a Europa hoy. Al cierre de dicho artículo mencionaba una preocupación por esta alienación de los moderados y el empoderamiento de los radicales.
Los centros políticos, casi inexistentes o sin poder, quedan en medio, así como ocurre con las otras minorías que no tienen grandes posibilidades de mediar y equilibrar la irracionalidad con la que se están afrontando los problemas actuales. Esto las obliga a tomar posición en alguno de los bandos para sobrevivir a este «darwinismo social», aunque terminen alienados por las posturas extremas de cualquiera de las posiciones que van ganando terreno. Mientras tanto, la racionalidad se va transformando en un ideal cada vez menos efectivo…
Sin duda, es la situación que insistentemente resaltaré cuando vea las grandes manifestaciones de irracionales promoviendo el odio sectario y la destrucción de los valores asociados con la libertad y los derechos de todos a vivir bien.
Tribalismo y anti-globalismo
Esta lucha actual ha sumado algunos factores que siguen siendo importantes, uno es el tema del tribalismo, que ya fue desarrollado y que viene a buscar sustituir los modelos del Estado-nación.
Por otra parte, existe un concepto de luchas modernas al estilo de la «Guerra de Civilizaciones» de Huntington que enfrenta, no a dos o más identidades etnolingüísticas, sino a aquellos que creen en el modelo globalizador y quienes, por el contrario, se oponen a esto y hacen luchas completas por desterrar el globalismo homogeneizador para defender los principios de un grupo más pequeño. De ahí que cualquier ataque contra algún símbolo del colectivo se vea como una lucha contra todos los miembros de este y la irracionalidad se transforme en un factor de respuesta ante cualquier elemento que, eventualmente, vean como un «ataque».
Notas
Acuña, B. (2019). Víctimas de la irracionalidad. YNET. Octubre, 23.
BBC Mundo. (2020). Decapitación en Francia: los reveladores detalles sobre los eventos previos al asesinato del profesor Samuel Paty. Octubre, 19.
Colosimo, A. (2018). Le blasphème en France et en Europe: droit ou délit?. Institut Montaigne. Noviembre, 13.
Fidler, D. (1996). Reflections on the McRevolution: A Review of Jihad vs. McWorld: How the Planet is Both Falling Apart and Coming Together and What This Means for Democracy, by Benjamin R. Barber Indiana Journal of Legal Global Studies, 3:2.
Infobae. (2020). El terrorista de Niza es un tunecino de 21 años que llegó a Francia desde Lampedusa. Octubre, 29.
Millar, Á. (2016). El Dasein norteamericano: los EEUU y la identidad profunda en el mundo multipolar. La cuarta teoría política. Mayo, 2.
Red Internacional. (2018). El tribalismo es ahora la base de la política estadounidense. Septiembre, 11.