En sus múltiples aspectos, la región sureña de Basilicata, la antigua Lucania, se tiñe de otoño con una inmensa paleta de tonalidades y se dispone a conquistar al explorador de lugares auténticos, donde la naturaleza, la memoria y las tradiciones rivalizan en su oferta turística.
Tras el verano, en este privilegio de la naturaleza, crece uno de los vinos autóctonos más antiguos de Italia, el Aglianico, en las faldas del Monte Vulture, un volcán apagado en cuyos cráteres surgen los lagos de Monticchio y de cuyas rocas emanan frescas aguas minerales. Así pues, esta temporada coincide con la época de vendimia y de castañas enriqueciendo sus bosques, que invitan a extensos paseos a lo largo de senderos que se van degradando dulcemente hacia el valle. El otoño en Basilicata nos introduce en la magia de la Navidad, entre costumbres y aromas por doquier.
Una de las localidades que mayormente protagonizaron el pasado año fue la ancestral e impactante Matera, ostentando el cetro de Capital Europea de la Cultura, y ya patrimonio mundial de la Unesco (1993). Por su especial configuración, se confirma un lugar escogido por los cineastas para rodar las películas más famosas del séptimo arte —extendido a otros diversos puntos de la región—, desde Pier Paolo Pasolini a Francesco Rosi, de Dino Risi a Roberto Rossellini, de Luigi di Gianni a los hermanos Taviani, de Michele Placido a Giuseppe Tornatore, hasta las grandes productoras hollywoodienses con directores de la talla de Mel Gibson y Catherine Hardwicke. Sus grutas excavadas en la roca, desde tiempos perdidos en la memoria, donde permanecen las huellas de sus funciones religiosas —imperdibles sus iglesias rupestres— o destinadas a viviendas, establos y bodegas hasta la segunda posguerra, la convierten en una Venecia de piedra. Mejor sería patearla para percibirla plenamente en su más auténtica esencia.
En esta ciudad de antaño, integrado perfectamente en su contexto, así como algunos hoteles adaptados en el interior de sus cuevas, se yergue el Palacio Viceconte: la mansión rescatada del pasado en sus mínimos detalles. Esta se propone como un alojamiento ideal para completar el ambiente materano: arquitectura, decoración y vistas inigualables, ofrecidas desde sus ventanales, encajan en la más seductora combinación para transportarnos atrás en la historia.
Dedicándole la lentitud que merece este extraordinario lugar, se prosigue para hacer una parada en la acogedora localidad de Stigliano y admirar las obras de «arte urbano» que animan diversas fachadas del pueblo en un proyecto work in progress, además de la programada remodelación del Parque de la Mandarra, salpicado de esculturas de cartón piedra con alma de troncos, unas exitosas iniciativas de su iluminado alcalde.
Continuamos el tour para irnos sorprendiendo, en un escenario rodeado de «calanchi» (un fenómeno resultante de la erosión del terreno por efecto del resbalamiento del agua), el municipio de Aliano, perteneciente a la provincia de Matera, conocido por ser el lugar en que se ambienta el libro-denuncia, Cristo se paró en Éboli (cuyo título explica que en esta provincia de Salerno, se detenía la «vida humana», la civilización, la historia, el progreso, la libertad, llamadas por el autor metafóricamente «Jesús»), de Carlo Levi (1943/44), escritor, pintor y político confinado por el régimen fascista. Ahí se puede visitar la casa donde transcurrió parte de su clausura y reposa en su posterior sepultura.
De Aliano se emprende la marcha hacia Maratea, llamada merecidamente la Perla del Tirreno. A lo largo del camino, hay que asomarse a la risueña localidad de Trecchina, que en épocas más felices celebra su Feria de la Castaña, famosa también por la excelente calidad del pan. En sus alrededores, se aconseja la excursión al Parque de las Estrellas, donde instalaciones de última generación permiten disfrutar de lo lindo entre la verdura incontaminada de los bosques: desde el Big Bang, una máquina parecida a una grúa que te eleva lo suficiente para poder divisar un panorama de 360° o la llamada Vía Láctea, una especie de bob que se desliza entre la arboleda sobre un monorraíl con indescriptibles emociones, las Cometas para volver a la infancia en un tobogán o la Synestia, que baja a toda velocidad en una lancha... además de paseos a caballo, ciclismo de montaña, parapente, senderismo y más disfrute…
Se concluye este «viaje de autor» con la llegada a nuestro destino y meta final en Maratea, la Perla del Tirreno, con sus 32 km de costa entre las más bellas de Italia, llamada también en la antigüedad la «Diosa del Mar» por los griegos. La primera visita la dedicamos al monte San Biagio, con el imponente Cristo Redentor (mayor e inspirado en el Cristo de Corcovado), que protege en un infinito abrazo el Golfo de Policastro. Allí nos espera el Grand Hotel Pianeta Maratea, al que no se le puede pedir más: modernas instalaciones, ilimitado panorama que alcanza las islas Eolias y la vecina Calabria, excelente cocina acompañada por los buenos caldos locales. Situado en una frondosa colina, el espléndido resort se asoma al mar Tirreno, distanciándose tres km del famoso Cristo y nueve de la Playa Negra. Sus habitaciones se abren a los jardines con terrazas privadas y elegantes suites. La estructura está dotada de dos restaurantes, barra americana, piscina cubierta e infantil, spa, gimnasio, canchas de tenis, campos de fútbol y playas privadas... No le falta nada para pasar una feliz estancia; un paraíso entre cielo y mar.
Mientras los bosques van tomando sus tonalidades otoñales y el Tirreno se mantiene siempre azulino, en el puerto nos deleitamos en el restaurante Scialuppa; el interior de Maratea revela el verdadero espíritu de esta tierra, un auténtico cofre, que no decepcionará al buen conocedor del patrimonio histórico-artístico, demostrado en una arquitectura prestigiosa, monumentos de inestimable valor y torres costeras.
De paso, subiendo al centro histórico, se va captando un paisaje inigualable en que colores y perfumes se conjugan, suscitando sensaciones inolvidables. Ya en el antiguo casco urbano nos perdemos por las callejuelas, donde se alternan portales y dieciochescos edificios nobiliarios. En la acogedora y risueña placita, una hilera de tiendas ofrece artesanía local y apetecibles productos típicos. No hay que olvidarse de entrar en uno de sus templos religiosos enriquecidos por interesantes joyas devocionales. Esta Perla del Tirreno, famosa por sus 44 iglesias, cuenta dignamente con su propia pinacoteca en el Palacio De Lieto, llamada Angelo Brando en honor al hijo más ilustre de la ciudad de Maratea. Cabe recordar que este proyecto fue realizado en el año de Matera, Capital Europea de la Cultura 2019, celebración que dejó una huella imborrable en la región de Basilicata.