«¿Sufre más aquel que espera siempre que aquel que nunca esperó a nadie?» se preguntó alguna vez Pablo Neruda. Este año, tal vez como nunca, hemos tenido que esperar. La facilidad de los abrazos, las palabras frente a frente o la presencia de un otro se vio difuminada y, en muchos casos, incluso, anulada. La distancia es un factor que siempre había estado ahí, pero que tal vez nunca habíamos mirado con tanto detenimiento como ahora.
El amor es el motor de muchas cosas, pero una de las que encuentro más apasionantes es cuando es motor de un auto, autobús, ferrocarril o avión para comprometerse con una movilidad infinita entre dos puntos de un mapa, con un par de puntos intermedios, llamadas de larga distancia y una inmensa lista de puntos suspensivos.
Todos hemos escuchado o tenido una historia de amor donde las piezas encajan más o menos en el siguiente orden: dos personas se conocen, se enamoran, viven una historia de esas que arrancan suspiros por un par de días, semanas o meses y, después, o en el medio, interactúan con un factor que inevitablemente opera con sus propias reglas; la distancia.
Gracias a la Internet cada vez más parejas se conocen o se permiten mantener un vínculo romántico con algunos kilómetros de por medio. Así, vemos proyectos como el de Atlas Obscura, que creó un mapa para rastrear 600 relaciones a distancia y entender cómo funcionaban, cuánto llevaban y, en determinado momento, saber si habían continuado el romance. Mirar todas las líneas e imaginar todas las palabras que se cruzan y viajan con ellas parece darnos una pista de cómo se vive algo como el amor a distancia a nivel mundial, pero ¿cuánto nos dice en verdad?
Algunos datos son sorprendentes: muchas relaciones a distancia no tienen como finalidad terminar viviendo en el mismo sitio, pues hay parejas que la han mantenido ¡por más de 44 años!; algunas fronteras son más difíciles de penetrar que otras, puesto que muchos se enfrentan a situaciones migratorias donde las políticas les impiden entrar fácilmente al país de su amado, principalmente aquellas parejas donde alguno vive en Estados Unidos; eso sin contar los cambios horarios de locura a los que algunos se tienen que enfrentar. Imaginen decirle buenos días a alguien porque de su lado del mundo está amaneciendo, mientras en el suyo pueden ver un cielo oscuro repleto de estrellas.
Puede que si han vivido una relación a distancia se hayan detenido a pensar cosas como: ¿por qué es tan difícil extrañar?, ¿pensará en mí?, ¿será así para siempre?, ¿me quiere?, ¿no me quiere?, ¿le pesa estar lejos tanto como a mí? o, incluso, ¿qué tanto se vive de la ilusión y no de la realidad?
Yo sí que he tenido esas crisis de distancia. No he logrado descifrarlo todo, pero creo que después de un par de años conviviendo con amores a distancia —y con las distancias mismas— tengo un par de pistas que me han ayudado a encontrarme más tranquila en la paranoia de sentir que el contacto físico es determinante. Y es que, aunque es vital sentirlo de vez en cuando, lo cierto es que muchas veces, después de un largo día, lo que quieres es sentir que alguien está dispuesto a escucharte y, si bien un abrazo es una medicina efectiva, las palabras correctas también lo son.
En un año donde nuestras relaciones son casi todas a distancia, pues no solo hablamos ya de nuestra pareja, sino de nuestros amigos o familia, es importante recordar lo reconfortante que es tener herramientas que nos permiten acortar largas distancias y tener un trozo de alguien querido ahí, justo donde las crisis existenciales se presentan. Puede que sea cierto que nada sustituye al tacto, pero en tiempos donde la proximidad puede significar poner en peligro a quienes queremos, las palabras pueden jugar a nuestro favor.
Al final, el amor no es otra cosa que una serie de acuerdos que trazas con alguien, guiado por un vínculo emocional. Dos personas pueden decidir vivir un amor a su manera, con sus reglas y entregar de sí lo que consideren necesario para mantener ese lazo; fomentarlo de las formas en que convengan y buscar un consenso en lo vital, y, claro, improvisar sobre la marcha.
¿Ustedes cómo viven este año de quereres a distancia? ¿Cuántos kilómetros los separan de ese abrazo tan esperado? ¿Cómo sortean la separación?