Es increíble, pero las semillas de todas las plantas tienen una supervivencia muy baja. Una de las razones de estas altas mortalidades es que las semillas que caen debajo de la sombra directa del árbol no reciben suficiente luz ni los nutrientes para su desarrollo. Contrariamente, si esas semillas sobreviven lejos del árbol madre, las plántulas nuevas lograrán vivir cientos de años como su progenitor. Todo a pesar de la pérdida gigantesca de semillas. Una manera de sobrellevar estas altas mortalidades es la producción de grandes cantidades y una altísima dispersión. Ahora, ¿cómo se logra llegar lo suficientemente lejos? Bueno, la mayoría de las semillas vuelan…
Alrededor de todo el mundo los árboles se reproducen de muchas maneras diferentes, sin embargo las semillas volantes son asombrosas.
Desde las más simples hélices, anatomías en forma de paracaídas, hasta perfectos planeadores que logran amplios círculos de más de seis metros en arco como la trepadora asiática (Alsomitra macrocarpa), estas semillas son alas en delta de unos diez centímetros con el germen al centro de su superficie y con un grosor tan aplanado como una hoja de celofán.
En Venezuela el árbol nacional es el araguaney (Handroanthus chrysanthus), este es una planta superior maderable de doce metros de altura con abundantes flores amarillas que producen luego de fructificar centenares de semillas grises a blanquecinas en forma de hélices de cuatro centímetros. Cuando el araguaney florece entre marzo y mayo cubre el paisaje con una alfombra amarilla. Luego las semillas vuelan como pequeñas propelas que revolotean en forma de enjambres hasta cubrir los suelos donde saldrán más araguaneyes.
Otro árbol que produce semillas volantes es un primo del araguaney. Este es el apamate (Tabeluia rosea), es mi árbol venezolano favorito. Es más alto que el araguaney, pero lo prefiero porque sus flores son lilas a rosadas. Produce también minihélices como semillas.
Sin embargo, el más peculiar es el caobo (Swietenia macrophylla) un árbol robusto de casi un metro de grueso en su tallo principal y 30 metros de alto. Sus semillas volantes las conozco desde mi niñez ya que son el perfecto juguete regalo de la naturaleza para los muchachos. Estas semillas son un ala marrón de 15 centímetros de largo con el germen en un extremo, su perfecta aerodinámica las hace volar como mini helicópteros o mejor dicho pequeños drones, que alcanzan muchos más metros que las semillas de Handroanthus.
Una particularidad es que cuando el fruto, que es parecido a un aguacate muy seco, está suficientemente maduro y el clima es bastante caliente, el fruto estalla: ¡pank! Liberando decenas de estas alas desde el tope de los caobos, y esto sucede al final de la estación seca. Hoy en día, como antes, los jóvenes e incluso viejos juegan con estas semillas. El caobo es una especie protegida en Venezuela, solo se permite podar sus ramas por seguridad de que no caigan bruscamente en las calles y aceras.
Finalmente, tenemos a la ceiba (Ceiba pentandra). Este sí es un árbol titánico: con un tronco base de casi tres metros de ancho alcanza 60 metros de altura, pero con semillas absolutamente gentiles y hasta casi románticas.
Las semillas de la ceiba son unos algodones esponjosos del tamaño de una mano humana de adulto promedio, con una semilla negrita de menos de un centímetro muy aplanada. Estas semillas flotan como pequeñas nubecitas blancas alrededor de nuestras ciudades y pueblos perfectamente visibles en junio antes de comenzar las lluvias más fuertes. Muchas personas les tienen miedo porque dicen que si te cae en el rostro te pueden cegar. Obviamente cualquier polvillo en nuestra vista es incómodo, sin embargo estudios de estas semillas han revelado que presenta una toxina. En Colombia. los indios nukak makú usan estas semillas para envenenar sus flechas y parte del algodón para orientar sus dardos. Por lo tanto acá la alarma popular es acertada. En Centroamérica los mayas consideraban a sus especies de ceiba sagradas y específicamente en Guatemala es el árbol nacional.
Disfrutemos entonces de estas semillas voladoras que nos traen felicidad y reflexión sobre la belleza y persistencia de la naturaleza.