Medios de prensa, principalmente enfocados en Oriente Próximo, han señalado en los últimos días la posibilidad de un nuevo enfrentamiento bélico entre el ejército israelí y la facción militar del grupo islamista chiita Hezbolá en el Líbano, en lo que parece una nueva escalada de tensiones entre ambas partes. El diario israelí YNet sería uno de los que señalarían esta posibilidad debido a la preparación que el grupo islamista estaría desarrollando desde el año 2006, que se dio el último enfrentamiento contra el Estado judío.

En setiembre de 2019 había desarrollado un artículo en medio de una circunstancia similar de conflicto, en la cual Hezbolá, que ha sido patrocinado e influenciado por el Gobierno de Teherán desde su surgimiento en los años 80, estaría siendo utilizado ante la necesidad que tiene la República Islámica de Irán de quitarse un rato la atención internacional usando su guerra contra Israel por medio de sus elementos proxy del conflicto.

El Gobierno iraní ha marcado la agenda operativa de Hezbolá en 35 años de existencia, incluyendo el patrocinio de actividades terroristas en Medio Oriente, Europa y hasta en América Latina (Argentina y Panamá), así como la participación en la política doméstica siendo actualmente una de las principales fuerzas detrás del poder del primer ministro, Hassan Diab.

En las tensiones del Hezbolá contra Israel se debe sumar que desde el último conflicto del año 2006 se ha considerado que ha logrado acumular un arsenal importante preparándose para una nueva guerra que podría darse pronto, aunque constantemente se señala que ninguna de las partes quiere dar el primer paso, pero no escatimarán en responder en caso de ocurrir.

En el año 2019 la televisión de Hezbolá, Al Manar destacaría un informe de The Atlantic donde indicaría que el poder militar de la agrupación paramilitar incluye un stock de al menos 100.000 cohetes y misiles, que ampliaría en por lo menos diez la capacidad que poseían en el 2006 y que incluiría además el misil de corto alcance Fateh-110, más misiles antiaéreos y Scud, además de drones y otros recursos que se sumarían a un eventual conflicto.

Lo anterior sumado con el almacenamiento de este material bélico en zonas civiles densamente pobladas incluyendo edificios habitacionales e instituciones como escuelas y mezquitas, entre otros sitios, como fue mencionado en el artículo del 2019.

El grupo chiita libanés podría al igual que Irán estar experimentando cierto acorralamiento internacional producto de la declaración alemana al Hezbolá como organización terrorista, lo que ha llevado además a cortar cualquier proyecto o actividad relacionada con la organización. De hecho, en la deslegitimación de la agrupación se desbarataron días atrás cuatro centros islámicos en el Estado occidental de Renania del Norte-Westfalia, Bremen y Berlín, acusados de tener vínculos con el grupo libanés.

La organización, si bien se nutre de su posición política en el Gobierno libanés y así se abastece en cierto modo económicamente, necesita del respaldo del Gobierno de los Ayatolás para mantener fuerte su trabajo, por esto requieren activarse de alguna manera, para ganar un poco de respaldo en su imagen y de qué forma podrían hacerlo sino ganando puntos entre la población a costas del descontento y repudio que existe en sus relaciones con el vecino Israel.

Animadversión que se nutre tanto por el tema del conflicto palestino – israelí, que le ocasionó al Líbano recibir miles de refugiados árabes palestinos que se multiplican en número conforme el conflicto madura y no se resuelve. Además, que hay una opinión pública negativa generalizada después de los resultados nefastos para el territorio libanés en la guerra de 2006 impulsada por Hezbolá, pero contenido de una forma no muy positiva por el gobierno israelí.

Sumado a lo anterior, la agrupación se ha visto debilitada en su participación externa (conforme a la agenda iraní) al haber sufrido grandes pérdidas materiales y militares en su apoyo a las tropas de Bashar Al Assad en Siria y a las fuerzas Quds iraníes operando también al lado del Gobierno de Damasco, lo que los llevó a perder al menos dos mil combatientes, dañando fuertemente su imagen y su poderío militar.

Para recuperar esa «posición de privilegio», es que se especula sobre la posibilidad de que haya interés de lanzar a Hezbolá contra Israel, tanto por imagen propia como, por supuesto, jugando una maquiavélica intención del Gobierno iraní de poder sacarse un poco de las tensiones que les pesa en la región, aunque mantienen problemas internos que no se abordan de manera integral sino a través de la mano dura.

El régimen iraní ha sufrido la pérdida relativa de influencia sobre regiones del «Creciente Fértil”, que lograron a partir de los malos movimientos militares y políticos de los países occidentales que invadieron la región de manera casi absoluta en las últimas décadas.

También se aprovechó el Gobierno de Teherán de la inestabilidad política y militar de Irak, Siria, Yemen y Líbano para ampliar su predominio en la zona, a costas además de los golpes propinados por el fenómeno islamista y la división «sectaria» de esos lugares.

De alguna manera con los cambios en las reglas de juego en la zona, la importante participación rusa con cambios trascendentales en su manera de llevar adelante la política exterior y además la aparición constante de Turquía como un contrapeso aliado (funcional) de Occidente para equilibrar relativamente el asunto; principalmente en la región siria.

Ha dejado a los iraníes limitados en sus actividades y para su pena en las últimas semanas se ha planteado la posibilidad de impulsar una transición de gobierno en Damasco dejando por fuera a Bashar Al Assad, lo que le cortaría el control y canal directo iraní hacia el Mediterráneo libanés, ya que Al Assad ha sido una de sus fichas más importantes políticamente hablando.

Lo anterior tomando en consideración también que la política exterior de Rusia ha decidido mantener una línea de dialogo abierto con todos los actores importantes de la región, incluyendo aquellos que tienen mejores relaciones el bloque Atlantista (Occidental), casos de Arabia Saudita e Israel. Con este último, la situación ha llegado a tal nivel que ha permitido realizar «ataques quirúrgicos» en territorio sirio alejando posiciones iraníes y de Hezbolá que se quieran acercar a la región del Golán.

Los iraníes están han sido acorralados por sus detractores en la región y por enemigos en otras partes del mundo; principalmente los Estados Unidos, y esto los ha llevado incluso a cometer errores internos, como atacar a sus propias embarcaciones cerca del estrecho de Ormuz o llevando a cabo una guerra de palabras contra los israelíes, sumada a una guerra cibernética que ha transcurrido en las últimas semanas, donde se acusa a los israelíes de haber realizado un ciber ataque contra un puerto iraní también en la zona del polémico estrecho y donde se sospecha que una serie de ataques contra sitios web israelíes fueron eventualmente realizados por hackers iraníes; sin dejar de lado que también pudieran provenir de otros países árabes o de las regiones palestinas.

Destaca quizás que la República Islámica de Irán es de los pocos países de la región que mantienen en su agenda política exterior muy latente el apoyo a la causa del pueblo palestino. Es un elemento que se les puede reconocer que son “consecuentes” con sus posiciones ideológicas, sin embargo, su lenguaje altisonante les juega una mala pasada en su imagen al ser señalados como una gran amenaza a la región.

El patrocinio iraní a grupos islamistas en la Franja de Gaza o las operaciones por medio del Hezbolá, da forma a la posibilidad de un conflicto contra los israelíes por medio del desgaste como ocurre desde Gaza o un enfrentamiento total como se logra por la estructura operativa de Hezbolá. Sin embargo, para que esto sea real, se podría plantear al menos tres eventuales escenarios asociados que daría pie a una nueva guerra entre Israel y un grupo proxy proiraní.

Primero, que el acorralamiento contra Irán ya empiece a tener niveles insostenibles para el régimen y necesiten urgentemente sacarse la atención de encima a través de la violencia en otros sitios, para lo cual podría activar una guerra en el Sur del Líbano o una operación a gran escala desde Gaza; siendo esto último menos probable por ahora en las circunstancias que se encuentra el liderazgo palestino del enclave costero y su capacidad militar.

La segunda posibilidad, que perdiendo influencia por completo de la situación siria, necesite buscar opciones para abrir brecha hacia las zonas mediterráneas obligando a abrir un frente desde el Líbano que ocasione una movilización militar que permita gestar un nuevo corredor de salida hacia este país y mantener la cooperación con sus aliados en el país.

La última opción es que se mantengan las operaciones del Hezbolá cavando túneles hacia Israel para intentar secuestrar soldados israelíes o atacar zonas civiles y eventualmente si alguna operación «frucitifica» la opinión pública israelí obligaría responder con mucha fuerza atrayendo la atención y el peso mediático internacional contra la respuesta militar del Gobierno en Jerusalén.

Una vez más estamos delante la posibilidad de que escalen las tensiones en la región, no es que estén hoy en medio de un oasis de paz, pero en el momento que está involucrado Israel el asunto suele acentuarse el abordaje mediático, desapareciendo mágicamente cualquier circunstancia en los alrededores, como si solamente una parte de Oriente Próximo fuera un polvorín, cuando desde hace mucho la volatilidad es el cliché de la región.