Lucio Anneo Séneca nace en Córdoba, España, el 4 a.C. y se educa en retórica y filosofía en la ciudad de Roma. Hijo de Séneca, conocido como el Viejo o el Retórico. Se casa en dos ocasiones, la segunda, con Pompeya Paulina.
Séneca fue un moralista y filósofo estoico, abogado, orador y político hispanorromano.
También se destaca como dramaturgo.
Discípulo de Zenón de Citio y máximo exponente en su época del nuevo estoicismo romano que combinó con ideas de Epicuro.
Su moralismo, humanismo y teísmo, hizo que algunos lo catalogaran de cristiano o por lo menos de próximo al cristianismo. A Zenón de Citio le han señalado afinidad con el judaísmo y semejanzas con el cristianismo.
En su carrera política se distingue como cuestor, senador, pretor, consejero imperial y ministro del Imperio. Durante ocho años tuvo a su cargo el gobierno del Imperio romano.
Vive preso de envidias, celos e intrigas.
En el año 39 d.C., el emperador Claudio lo acusa de adulterio con su sobrina Julia Livila y en castigo le exilia en la isla de Córcega.
Era tan buen orador que despierta la envidia del emperador Calígula, que se consideraba el mejor orador del Imperio.
Es preceptor o maestro y uno de los principales consejeros de Nerón del año 54 al 62, cuando debido a intrigas de sus enemigos pierde su influencia sobre el emperador, se retira de la vida pública y se dedica a escribir y a estudiar filosofía.
En el año 65 le acusaron de participar en la conspiración que conducía Pisón con el objetivo (según algunas versiones) de asesinar y destronar a Nerón.
Escribe nueve piezas de teatro con marcada influencia griega. Entre sus tragedias destacan: Hércules furioso, Las Troyanas, Fedra, Medea y Edipo.
Entre sus tratados filosóficos se destacan los más interesantes: De la Providencia (un solo Dios), De la Vida bienaventurada, De la Tranquilidad del espíritu, De la constancia del sabio y De la brevedad de la vida, entre otros.
Para Séneca, la filosofía es un asunto práctico y moral cuyo objetivo debe ser llevar a los seres humanos a la virtud de acuerdo con la voluntad de la Divina Providencia.
En algunas de sus frases se refleja el humanismo: «Soy hombre y de nada de lo humano me considero extraño».
O también en esta otra:
Lo que verdaderamente se exige del hombre es que beneficie a los hombres: si puede, a muchos, si puede menos, a pocos, si puede menos aún, a los próximos; si menos todavía, a sí mismo.
Es decir que la virtud es beneficiar a los demás en la medida de las posibilidades de cada uno.
En otras frases se nota la afinidad con el cristianismo: «Todos nosotros somos miembros de un gran cuerpo. La naturaleza...nos engendró un mutuo amor y nos hizo sociables».
En otras se descubre el concepto de dignidad inherente a todo ser humano, incluso en los esclavos: «El alma recta, buena, grande…puede encontrarse en cualquier hombre, en un caballero romano o en un liberto o en un esclavo».
En sus Epístolas Morales afirma que
solamente en la virtud existe goce verdadero, que el sumo bien es lo honesto, que debe abandonarse todo para abrasar la filosofía, que no hay que confiarse en los bienes exteriores, que la pobreza tiene ventajas, que debemos renunciar a las pasiones, que debemos acostumbrarnos a la frugalidad y respetar el orden de la naturaleza.
Sin embargo, hay que aclarar que no siempre Séneca vivía de acuerdo a sus epístolas y que incluso fue uno de los hombres más ricos de la Roma de su tiempo. Seguro le fue muy difícil cumplir fielmente con sus preceptos éticos cuando gobernaba durante ocho años nada menos que el Imperio romano, la primera potencia económica, política y militar de su época.
Ya en su Tratado Sobre la ira se vislumbra una crítica a los excesos de Nerón. Séneca adopta la definición que Aristóteles había hecho de la ira:«es el deseo de devolver el daño recibido» (Séneca, Obras, EDAF, Madrid, 1971, pág. 338).
El gobernante debe evitar la ira o dar tiempo para que se calme. En lugar de la ira recomienda la moderación y la paz: «El poco tiempo de vida que nos queda seamos moderados y tranquilos y vivamos en paz; que nuestro cadáver repose sosegadamente sin ser odiado por nadie» (Séneca, obra citada, pág. 499).
Sobre la clemencia es su texto con más contenido político.
Está dirigido al César, a Nerón y constituye una mezcla de elogio, adulación, a veces de velada crítica y sobre todo de cátedra de estoicismo para el César.
Según Séneca, clemencia «es la templanza de un alma que se encuentra en situación de poder vengarse». O también, «la suavidad que emplea un superior contra el inferior al determinar los castigos». Asimismo la define como «la inclinación del alma hacia la benignidad en la aplicación de las penas» o como «la moderación que rebaja en algo la pena merecida y debida», o« la que se conforma con menos de lo que en justicia se podría imponer» (Séneca, Obra citada, págs. 556 y 557).
Allí da consejos a quien tiene un ilimitado poder (el César) para que se guíe por la clemencia, la moderación y el humanitarismo en el ejercicio del gobierno.
Según Séneca eso es lo que más le conviene a Roma, entonces el imperio más grande del mundo.
El gobernante ideal para su pueblo es aquél
de palabra agradable y de fácil acceso; aquel príncipe que tiene el gesto amable que es lo que más agradecen los pueblos, que se haya siempre dispuesto a favorecer las demandas justas y que nunca responde con acritud a las injustas… ese príncipe que se siente seguro por su bondad, para nada necesita de sus guardianes; tiene las armas como adorno.
(Séneca, Obra citada, págs. 531 y 532)
Dicho César humanista gobierna con clemencia y se caracteriza «por la moderación en los castigos».
Séneca, el moralista romano se nos revela como discípulo de los griegos Sócrates, Platón y Aristóteles al tratar de educar y convertir al rey en filósofo o sabio, es decir al César o cabeza de Roma en un rey virtuoso, justo, bueno, moderado, humanitario y clemente.
Promovió una especie de monarquía constitucional, moderada por la clemencia y con un papel para el Senado. Al igual que el Padre de la Patria, Marco Tulio Cicerón, adversó la tiranía de los césares, monarquía absoluta o gobierno de la ira. Fue precursor de la justicia y la libertad.
Por orden del emperador, Séneca se suicida en el año 65 d.C. en Roma.
Tal y como escribe el prologuista español José María Pemán:
La curva lógica de su vida le lleva a una muerte estoica. Condenado por celos y despechos del César, se le permitió escoger la clase de muerte que prefería. Escogió el desangrarse en un baño caliente, abriéndose las venas de pies y manos, y completando la acción hemorrágica con un trago de cicuta. Bastaría esta muerte en filósofo estoico, repetida en cuadros y grupos escultóricos, para refutar la idea del cristianismo de Séneca y su amistad y correspondencia con San Pablo.
(Séneca, obra citada, Prólogo)
La muerte de Séneca se asemeja a la de su referente Sócrates en Atenas, el fin proverbial de la vida propio de los estoicos.